Capítulo 29°: El turno de las chicas

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Traté, con todas mis ganas, de que realmente funcionara pero él me ponía las cosas difíciles, qué difíciles, imposibles, digo ¡Totalmente imposibles!

—Esto no está funcionando —me quejé.

La cara de Bal se asomó por entre mis piernas y se lamió esos perfilados labios mágicos que habían estado construyendo mi camino hacía el éxtasis.

—Lo estás haciendo bien, mariposita —una ladina sonrisa apareció en su rostro, se veía tan malvada, cuando beso mi muslo... y sopló sobre mis húmedas y febriles carnes—. La primera te quedó medianamente decente pero, esa que haces ahora, es un completo desastre.

Eso me pasaba por presumir que sabía hacer trenzas complicadas, miré mi trabajo hacia la derecha de mi cabeza y, tenía razón, mi pelo parecía un montón de nudos de marinero sin sentido.

—Recuerda que deben estar perfectamente hechas para que pueda hacerte terminar y, yo que tú, pondría más atención en el trabajo de tus dedos... y no en los míos —como si fuese alguna clase de demostración comenzó a bombear solo uno de sus tacaños dedos dentro de mi sexo, lento, muy suavemente—. Siento como te aprietas y tiemblas a mí alrededor, no vas a aguantar mucho más.

Desarmé la trenza desastrosa que me había hecho rápidamente cuando vi que su lengua asomaba por entre sus labios e iba directo hacía mi detonante maldito, los botones siempre deberían venir con una advertencia de lo que ocurre cuando los presionan, así podría decir que Bal simplemente ignoró las consecuencias de sus actos y comenzó a jugar con su lengua alrededor de mi clítoris mientras yo trataba de encontrar la congruencia en mi cabeza para trenzar mi cabello desde, prácticamente, su nacimiento hasta las puntas.

Iba en la mitad del trabajo, muy segura de lo que hacía cuando dos dedos de Bal se unieron al primero, haciéndome suspirar de gozo y corcovear las caderas para aumentar la profundidad o la rapidez, cualquier cosa que hiciera estallar el apretado nudo que tenía en el vientre. Él presionó rudamente su lengua contra mi ultrajado clítoris y dejé caer mi cabeza contra el respaldo de la cama, disfrutando demasiado de las atenciones como para recordar que era lo que debía hacer.

Estaba ahí, en el borde de un abismo de placer, cuando sus manos y boca dejaron mi cuerpo, haciendo que la inminente explosión retrocediera y el calor se apaciguara pero no lo suficiente. Abrí los ojos y lo miré con todo el odio del mundo, él sonreía y se lamía esos largos y gruesos dedos. Joder ¿Por qué tenía que ser tan sensual?

—Te está quedando muy bonita pero aún no la terminas —comentó como si nada mientras yo, jadeante y sudada, esperaba para poder darle sentido a sus palabras.

Comencé a entrelazar los mechones de cabello con mis dedos en el segundo en que mi cerebro dejó de estar tan embotado, él maldijo y me llamó tramposa antes de volver a sus labores con mucho más entusiasmo, gemí y moví mis caderas tratando de apartarme de la ferocidad de su boca y, carajo, luego la de sus dedos hasta que finalmente terminé la trenza del lado derecho, tomando la liga de mi muñeca la até.

Apreté su rostro con mis muslos y él me miró por encima de mi monte mientras seguía con sus espirales enloquecedores alrededor de mi clítoris. Con una sola dura mirada apunto hacia mi izquierda, hacia la trenza que había hecho bien... pero no tanto. Maldito fuera, continuó con sus torturas como un ritmo letárgico, perezoso, como si me comiera el coño por ocio.

Toqué el nacimiento de mi trenza y lo encontré bastante bien, era a partir de la mitad que los nudos se torcían un poco, así que desarmé solo la hasta ese punto y comencé a entrelazar mi cabello casi como si quisiera arrancármelo, en parte, porque quería que quedara apretada y sin ninguna posibilidad que me hicieran armarla de nuevo pero también porque justo entonces Bal se puso a mamar mi duro botón de nervios dentro de su boca como si fuese un ternerito recién nacido.

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