Capítulo 20°: Vergonzosas sorpresas

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Bostecé y miré la pantalla de mi teléfono, apenas iban a ser las diez de la mañana, me hubiese gustado quedarme en la cama hasta que Bal llegara pero tenía que volver a casa, aunque estaba segura que Nash no llegaría hasta la hora del almuerzo, por lo general tenía su agenda ocupada durante todo el día, habían muchas personas que querían tatuarse con ella... lo que para mí se traduciría como más tiempo libre para estar con mi osito, por lo menos hoy que era viernes, el fin de semana tendría que escaparme de mi propio departamento como una vil bandida para verlo. La tranquilidad que nos ofrecía la clandestinidad lo valía.

La lluvia había parado en algún momento mientras dormía, ahora el sol brillaba en toda su intensidad, la luz que entraba por la ventana me molestaba pero el dolor de mi cadera y la sensibilidad en mis partes privadas me persuadía para que siguiera en la cama por un rato más.

¿Era estúpido que sonriera cada vez que me movía y alguno de mis músculos adoloridos se quejaba por ello? Tal vez, lo único que sabía era que estaba demasiado feliz por lo que había sucedido anoche, lo recordaba y mi corazón se sentía un poco más grande, al igual que ese revoloteo loco en mi vientre que no tenía ninguna intención de cesar.

Bal era un hombre apasionado, me lo había demostrado con creces, y también tenía mucha experiencia, me hizo alcanzar el cielo con su pericia... pero eso no era todo, él era dulce, tanto que la existencia entera de mis convicciones peligraba con solo un recuerdo: el de sus dedos recorriendo mi columna vertebral, acariciándome como si fuese una delicada flor, luego de conseguir mi segundo... o tercer orgasmo, el tiempo era difuso pero la acción estaba grabada a fuego en mi memoria, la manera desenfrenada y a la vez suave en que me había besado, la ternura que había en su mirada cuando me veía... y cuando siguió viéndome por el resto de la noche.

Hubo pasión explosiva, los fuegos artificiales saltaron durante nuestros diferentes encuentros sexuales pero también hubo más, ternura y consideración, por ejemplo. No creí que sería capaz de conseguir eso con él, no según las condiciones de nuestra no-relación. Había estado tan equivocada y solo por eso permití que ese osito terrorista me sorprendiera nuevamente, poniendo una de sus bombas en otras de las trampas que había en el camino para llegar mi corazón.

Él estaba cada vez más cerca...

Sonreí oliendo el perfume de Bal en la sudadera que me había puesto en la madrugada, ignorando las alarmas en mi cabeza que me alertaban que todo esto estaba a punto de escaparse de mis manos. Eso no sucedería, estaba segura.

Miré hacia el lugar en donde estaba la puerta de su armario, ya iban varias veces en que veía esas bolsas de basura en el rincón del cuarto, Bal había arrojado ahí las camisetas que usó ayer, así que supuse que sería donde dejaba su ropa sucia. Que yo supiera, no tenía ninguna lavadora en el departamento.

Lo pensé por un momento... él se tomaba la molestia de cocinar para mí y Nash, no me hacía ningún daño lavar su ropa, después de todo es algo que hacía intrínsecamente la lavadora, luego tendría que encargarse del secado y todo lo demás, yo no era la criada de nadie y eso era demasiado poco empoderado... también estaba la cuestión de que era bastante mala doblando ropa, la mayoría de mis camisetas tenían arrugas permanentes por eso.

Escuché la puerta de la sala abrirse con un ruido de llaves y luego la cerradura cediendo. Cerré los ojos y fingí que seguía durmiendo, aún faltaban dos horas para que Bal llegara pero, tal vez, había pedido permiso para salir antes como esa vez que me cuidó cuando estaba con mi periodo.

Si fingía que dormía podía sorprenderlo con un ataque de besos, ahora que finalmente me dejaba probar sus labios no iba a dejarlo tranquilo.

—Oh, mierda...

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