Capítulo 38°: Sí, acepto...

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Acaricié su cabello sedoso de león y traté de no reír cuando suspiró en mi cuello y me hizo cosquillas. Maldito fuera este condenado osito, aunque quisiera, no podía enojarme con él y tenía motivos para estarlo.

— ¿Qué hora es? —Gruñó contra mi piel—. Espero que no tan tarde como para que tu tío quiera cortarme en pedacitos.

—No tengo idea, rey de la bici. Te tengo encima y no puedo ver la hora.

Bal levantó la cabeza, viendo como tenía más de la mitad de su cuerpo sobre el mío.

— ¿Te estoy incomodando? —me miró con sus dulces ojitos de tormenta, no me resistí a darle un beso en los labios.

—Ni un poco.

Nos hizo girar en la cama, dejándome sobre él mientras me hacía reír y seguía besándome ¿Quién dice que solo las mujeres podemos hacer dos cosas al mismo tiempo? Bal me manoseaba con pericia al mismo tiempo que tomaba, con su otra mano, el teléfono de la mesita de noche y, encima de todo, me besaba.

—Puede que se enoje un poquito —murmuró—, si es que no se dio cuenta de lo que hicimos en el cuarto del lavado de su casa.

—Nadie se dio cuenta —le aseguré, no con el ruido de la lavadora mientras secaba la ropa y él me hacía gritar de placer sobre ella—. ¿Vas a ir a dejarme en la bicicleta o tendré que volver solita? —hice un puchero que él atrapó y chupó dentro de su boca.

—Te voy a ir a dejar ¿Qué clase de caballero sería si no? Además, fue una grata sorpresa el saber que tienes una bici decente y no una de esas mamadas de color rosado con asientos incomodos.

— ¿Por quién me tomas, osito? Puede que lo parezca pero no soy ninguna Barbie.

—Mi adorable Barbie mariposa —nos volvió a hacer girar, quedando entre mis piernas y presionando su pelvis contra la mía.

Gemí y arañé su pecho, maldita fuera su camiseta.

—Aunque no lo creas, hay una película de esa rubia donde hay una Barbie mariposa, yo la vi, era una especie de hada —comencé a divagar mientras me besaba el cuello, perdí el hilo de las cosas por completo luego de la primera mordida.

—Diabla tentadora —gruñó cuando pensé que me había bajado el vestido con mucho disimulo, liberando mis pechos y ese sugerente sujetador strapples que traía hoy.

—Tú besa y lame, cariño —le ordené.

Bal era un osito demasiado rebelde, estoy segura, solo por llevarme la contraria me hizo un chupetón a milímetros de uno de mis pezones y fue bajando mi sujetador lento, torturándome con una amorosa mordidita por cada centímetro.

Entonces su teléfono comenzó a sonar y el ambiente se fue a la mierda.

Cogió su móvil y le frunció el ceño, luego me miró, como si esperara que le diera permiso y, mi lado masoquista tomo el control, asentí para que contestara pero aun sujetando su cintura, de manera que no fuera a ningún otro lado para hablar. Bal me volvía tonta pero no tanto.

—Lo siento, Raquel, olvidé por completo llamarte —contestó con una disculpa, pareciendo verdaderamente arrepentido—. Veremos este asunto en cuanto llegue a Santiago... claro que no, no estoy retractándome. Te lo prometí ¿no?

— ¿Te citas con tu ex cuando aún estoy en tu cama? —susurré solo lo suficientemente alto para que él me oyera—. Chico malo —comencé a tirar de su pantalón hacia abajo.

Él puso su mano sobre las mías, como si pensara detenerme pero la mujer al otro lado del teléfono dijo algo que logró captar aún más su atención, haciendo que frunciera el ceño.

ALQUILER DE CORAZONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora