Capítulo 31°: En nuestra noche buena

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—Ellos son tan totalmente adorables —suspiró mi princesita luego de dejar a Bal y Sofí en la casa de mi abuelo y tomar la camioneta prestada para ir a casa de las hermanas de Roma para dejarles sus regalos de navidad—. Me gustaría que funcionara...

—No suenas muy optimista al respecto —y yo tampoco lo estaba, aunque compartía ese sentimiento con Roma luego de haberlos visto juntos comportándose como una pareja... realmente me gustaría que lo suyo funcionara.

— ¿Crees que Bal ya olvidó por completo a Raquel? Viste como estuvo durante el primer año, él era un completo desastre... la quería en serio y no creo que algo así pueda pasarse con tanta facilidad.

—No fue fácil, amor —pero ella tenía razón, aunque mi mayor preocupación era otra—. Sofí tampoco es una chica fácil.

—Claro que no, es Serrano, por amor de los dioses.

—Y esas mujeres solo son dulces cuando necesitan algo de ti, Bal aún no conoce el lado malo de Sofí, esa niña tiene un lado muy malo... terrible y aterrador, prefiero mil veces tus ataques de histeria cuando estás celosa.

— ¿De verdad es tan malo? ¿Es violenta estilo Montse o algo así?

—Nop, mucho peor que cualquier golpe en las pelotas.

—Bueno, me imagino que ella tampoco conoce todavía el lado malo de Bal... y si siguen juntos lo conocerá.

—Sobre todo si él alguna vez la ve en sus trabajos.

—Oh, dios —jadeó horrorizada ante la posibilidad—. Ardería Troya... otra vez.

♥♥♥

—Uhm... esto... creo que lo mejor será... —no pude terminar con la frase, los labios de Bal estaban presionándose contra los míos, haciendo que por una fracción de segundo olvidara esa terrible sensación de nerviosismo, reemplazándola por un agradable calor en la boca de mi estómago... ese agradable calor que sentía cada vez que me besaba.

—Lo mejor será que te relajes, mariposita —acarició un costado de mi rostro con ternura y siguió besándome.

—No les voy a gustar —mordí mi labio inferior, sin poder contenerlo más.

—Amiga ¿recuerdas? No tienes por qué preocuparte de lo que piensen o no de ti.

—Pero lo hago, amiga o no, esta es la primera impresión que tendrán de mí... por cierto, odio que digas que soy tu amiga —froté con el pulgar la mancha de labial que había dejado sobre su boca, borrando la evidencia.

— ¿Prefieres que diga que eres la niña odiosa con la que peleo diariamente, como lo hacíamos antes de todo esto?

—Soy una persona de todo o nada —reí, aliviando un poco de ese nudo de nervios.

—Me he dado cuenta —besó la punta de mi nariz antes de poner una mano en la parte baja de la espalda y empujarme más allá de la puerta al antejardín—. Y ahora ya estamos aquí, así que me imagino que iras por todo.

—No me queda de otra —suspiré, armándome de valor para dar cada paso en esos altos y poco cómodos tacones.

—Va a ser mejor de lo que crees —fue lo último que murmuró en voz baja antes de dar unos golpecitos en la puerta.

Solo segundos después, demasiado rápido para mi tranquilidad, la puerta de abrió, revelando a una despampanante rubia, altísima, con ojos color turquesa. Sonreí, yo la conocía.

—Celeste —abracé a la mujer con mis ánimos renovados, ya no estaba sola contra la manada de lobos—. ¿Cómo estás?

—Bien, cariño. Muy feliz de que Bal te haya traído a pasar la navidad con nosotros —me devolvió el apretón.

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