Capítulo 6°: Propuestas imprudentes

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Salí de la estación del metro, emergiendo finalmente a la calle, felizmente recibiendo esa bocanada de aire frío que me recibió. Me gustaba viajar en metro, porque era rápido pese a siempre estar lleno, pero hacía un calor de infiernos allí abajo, hoy llevaba puesto uno de mis disfraces livianitos de tela, pero aun así sentía como si se me hubiese pegado todo a la piel, por lo que sude mientras trataba de volver al departamento, la chaqueta en especial la sentía húmeda, pegándose a mi espalda de una manera muy desagradable.

Comencé a andar las pocas calles que separaban la estación del edificio, escuchando algunos halagos masculinos en el camino, unos más propios que otros, lo realmente adorable era cuando llegaban a volverse para poder mirarme un poco más, como si fuese alguna especie de animalito de feria. Ya no sabía que era lo que me gustaba más, si las reacciones sobre exageradas de los chicos al verme pasar o las miradas despectivas de algunas chicas junto a las que pasaba.

Eso era tan ridículo, porque ellas no me conocen de nada y ¿Aun me miran así? Como si tuviesen alguna razón por la cual odiarme o envidiarme realmente. El mundo estaba lleno de prejuicios y personas que creían en ellos.

Ah, pero tan pronto como llegué al edificio dejé de prestar atención a todo lo que fuera que estuviese pasando a mi alrededor, centrándome únicamente en el sujeto en ropa deportiva que venía saliendo por esas enormes puertas de latón, mi vecino era tan puramente característico, hoy llevaba un pañuelo de montaña en la cabeza a modo de cintillo, sus gafas de sol, pese a que ya eran las seis de la tarde y había muy poca luz del sol. Por un breve momento pensé que esa floja camiseta sin mangas le venía estupendamente, principalmente porque le daba una vista privilegiada a mis ojos de esos enormes brazos de leñador que tenía el hombre, sumémosle la barba, hombros anchos y teníamos ahí mismo la personificación de uno de mis fetiches más recurrentes... Oh ¿Esas eran sus venas marcándose por encima de la tinta de los tatuajes que tenía en la piel de sus antebrazos? Creo que me mojé un poco solo por notar eso.

Entonces recobré la compostura... hijo de su madre, lo miré con un poco de odio, no tenía ningún derecho a verse así de sexy cuando me había prohibido hablar e incluso mirar esa obra de arte que tenía por culo... aunque ahora me daba cuenta de que, en sí, él era toda una obra de arte de hombre. Qué alivio que nunca hubiese sido muy buena en todo eso de obedecer órdenes.

Gemí internamente, todo esto era culpa de mi mamá y Nash, primero había estado demasiado ocupada preocupándome de mi progenitora como para ponerle atención a mis necesidades de mujer, ahora era mi tía pequeña la que no me dejaba ni a sol ni a sombra para que pudiera pasar un solo minuto a solas con mi novio a baterías. Si las cosas seguían así, había altas probabilidades que le saltara encima al vecino para violarlo y saciar mi instinto animal... lo que sería completamente culpa suya, por estar tan bueno.

Ya había pasado una semana entera desde el día que me ordenó no mirarlo, principalmente porque había estado tratando de cubrir el hoyo financiero que dejó el receso del café —aún no terminaban de reparar esa cañería— con exceso de trabajos de medio tiempo, pero, de todas maneras, eso tenía que contar para algo ¿Es que no tenía derecho ni a un "hola" de cortesía?

Estaba tomando aire para saludarlo cuando él se fijó en mí... solo para dedicarme una mirada desagradable a través de sus gafas oscuras ¿Cómo lo sabía? Suposiciones demasiado acertadas, quizás no necesitaba ningún estudio sobre su persona para comenzar a anticipar sus acciones, otra cosa muy distinta era intentar manipularlo... pero había comenzado a hacerme una idea de cómo conseguirlo.

—Deja de mirarme así —me gruñó—. ¿No te dije que no lo hicieras? Nada de mirar.

—Este es un país libre, vecino, donde cualquiera puede mirar lo que quiera —y resulta que yo quería mirarlo a él... casi demasiado, sobre todo esos pectorales bien trabajados que asomaban por el cuello bajo de su camiseta.

ALQUILER DE CORAZONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora