Capítulo 32°: EL regalo de Navidad

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—Van a quedarse a dormir ¿no? —el papá de Bal nos sacó de nuestro ensimismamiento mientras veíamos Mi pobre angelito en la sala.

Los hermanos de Bal se habían ofrecido voluntarios para lavar los platos. Boris, Roma, Celeste y Gabriel habían salido a la calle para mirar los carros adornados como trineos de navidad, una especie de tradición que organizaba todos los años la junta de vecinos, o eso me había dicho Bal, incluso me habían invitado a ir con ellos pero preferí quedarme en la casa... me gustaba estar ahí, con esas personas que me hacían sentir como si fuera parte de su familia, y quería disfrutar de eso todo lo que pudiera.

Miré a Bal, sin animarme a contestar nada.

— ¿Qué dices, mariposa? —me preguntó.

Volví mi vista al papá de mi oso, lo cierto es que no quería irme.

—Vamos, muchacha, este chico nunca se acuerda de venir a ver a su viejo. Quédense hasta mañana ¿sí?

—No sé si está bien que yo también me quedé —respondí, exponiendo mis inseguridades.

—Por supuesto que está bien, puedes dormir en la antigua habitación de Bal, esta es una casa grande, no te preocupes por el espacio.

— ¿Y dónde vas a dormir tú? —le pregunté a Bal, consiguiendo que levantara sus cejas con asombró y su papá comenzara a reír. Mis mejillas comenzaron a calentarse... otra vez.

—Me imagino que aquí, en el sillón, sino me queda de otra —me miró como si esperara alguna clase de invitación.

—Ni lo sueñes, galán —estreché mi mirada hacia él, no lo había dejado besarme en el comedor hace rato y, lo sé, el plan de "solo amigos" no estaba saliendo tan bien como pensé, pero me mantendría firme en mi posición... hasta donde pudiera—. Lo hablamos antes de salir del departamento, nada de eso mientras estemos aquí.

—Eso es tan injusto, mujer ¿Qué pasa con mi regalo?

—Imagina que esta fuera tu casa y tu hija trae a su novio a pasar las fiestas, le pides que se queden porque ella no pasa todo el tiempo que te gustaría contigo ¿No crees que sería algo falto de respeto que compartieran habitación e hicieran algo más que dormir abrazados?

—Eres una tramposa ¿Por qué dijiste hija y no hijo?

—Porque no debería haber ninguna diferencia, osito machista.

— ¿Cuándo llegara el día en que pueda ganarte? Eres demasiado astuta para mi bien.

—Y también demasiado bonita —reí, complacida por la cantidad de halagos que había recibido de su parte—. El día en que lo consigas prometo decirte que sí a todo lo que me pidas.

—Ahora, ten cuidado, niña. Acabas de darme una motivación poderosa y un hombre con un objetivo puede ser muy peligroso.

—Tiemblo de miedo, hombre peligroso —reí ante su mala cara, en el fondo se estaba divirtiendo y ya no podía engañarme con sus máscaras de hombre gruñón.

—Vamos a quedarnos, papá —le comunicó al hombre que trataba de reír disimuladamente de nuestra anterior conversación—, aunque parece que no hay ninguna posibilidad de que me dejen compartir la cama esta noche.

—Posiblemente porque no seas tan bueno en ella, no le ofreces ningún incentivo a la muchacha para que rompa las reglas de la decencia y te haga un espacio junto a su cuerpecito en el colchón —era como si el papá de Bal estuviese hablando del clima y no de su hijo y yo en una misma cama.

Dios ¿Es que alguien podía llegar a morir de vergüenza? Sabía que el plan de "amigos y nada más" había sido un completo desastre pero tenía la esperanza de no haber llegado al punto sin retorno, las bromas de don Raúl me decían que habíamos pasado de ese punto y hasta le dimos una segunda vuelta.

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