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[Este capítulo estará narrado desde la perspectiva de Hinata]

Eh... , nos conocimos hoy. ¿Por qué? —Cruzó ambos brazos sobre su pecho, alzó su mandíbula y vio de una manera muy desafiante a Naruto.

—N-No es nada... —Rascó su nuca con nerviosismo.—Bueno... lamento haberte asustado, Hinata —Se dirigió a .—No fue mi intención...

—No hay problema —Tragué saliva todavía sintiéndome algo asustada por su llegada repentina, al ser tan mala con el contacto visual no me quedó de otra que ver el suelo.

Cerré las cortinas de mi habitación y me senté sobre la orilla de la cama, todo en perfecto orden, tal cual lo dejé antes de partir a la universidad por primera vez.

Todo era tan silencioso que al mismo tiempo se sentía demasiado desesperante. Aveces no me gusta estar sola, ¿Saben? tengo claro que no es algo bueno, nadie merece ni debe estar solo, pero lamentablemente me tocó, y debo aceptar mi situación, pero... a veces, no sé, me encantaría relatarle mi día a una persona importante.

No se equivoquen, lo hago...

Pero jamás obtengo respuesta al hacerlo.

Ví la hora en mi mesita de noche, casi las siete de la tarde, aún estaba claro, mucho mejor así.

Busqué una toalla en el guarda ropa y entré al baño para darme una ducha rápida.

Luego de quince minutos (o quizás más) ya estaba lista, salí con la toalla sobre mi cuerpo y otra en el cabello, busqué ropa limpia y luego de estar seca por completo, me vestí, me peine y saqué las llaves de mi bolso y las metí a mi pantalón junto a mi teléfono.

Antes de salir de mi habitación algo que no logré descifrar me dijo que me detuviera, mi vista cayó en las oscuras cortinas, las cuales se encontraban juntas, bloqueando el paso de la luz. Caminé hacia ellas lentamente y las corrí unos segundos después.

—¡Hola! —Naruto me saludaba de forma energética, moviendo su mano de un lado a otro con una enorme sonrisa en su rostro.

Me quedé callada, observándolo. ¿Por qué siempre era tan feliz?

—Hola —Saludé, estoy segura que mi rostro era seriedad completa.

—¿Cómo supiste que estaba aquí? —No entendí muy bien, así que solo atiné a pestañear un par de veces.—Me refiero a que como supiste que estaba aquí, en la ventana —Señaló el espacio en el que se encontraba.

¿Cómo lo supe?

No lo sé.

—No sé... Y no importa —Me encogí de hombros dándole una mirada leve al reloj.—Diablos... se me hace tarde —Sí, se podría decir que dejé al rubio ese con la palabra en la boca.

Cerré las cortinas y corrí escaleras abajo, una vez estando en la puerta, me aseguré de tener las llaves y salí.

Para mi buena suerte, el lugar al cual voy está a unas cuadras de aquí, por ende, corriendo llego de inmediato.

—Hola —Una mujer de edad mayor me saludó mostrando una cálida sonrisa.

—Hola —Le devolví la sonrisa poniendo un mechón detrás de mi oreja.—Vengo a ver a una... una paciente... —Murmuré.

—Claro —Ella ya me conocía por lo que no mostró objeción alguna, ah, y también sabía perfectamente a quién venía a ver.—La habitación de siempre, 214.

—Gracias —Asentí y rápidamente me dirigí hacia la habitación. Pasé por el lado de muchas personas, paredes y puertas blancas, distintos números y enfermeras también. Me mordí el labio nerviosa cuando estuve frente a la puerta que me tocaba. Entre sin hacer mucho ruido y entonces fue cuando la ví, tan dormida como siempre, desde hace mucho tiempo, ella lucía como un angelito. Un indefenso angelito. Me acerqué a la camilla con sigilo y un sentimiento conocido que crecía en mi pecho, subiendo hasta mi garganta.—Hola, hermana.

Intrigue┊NaruhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora