Capitulo 17

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Esta semana se había hecho eterna. Sin verse, sin tocarse, sin saber... Hay veces en la vida que nos negamos a escuchar por miedo a recibir una respuesta que no nos guste. En este caso, Diego no quería escuchar por miedo a que se confirmase. Pero cuando lo que te juegas es tu otra mitad... la mujer de tu vida. Las cosas cambian y tienes que armarte de valor y arriesgarte. Porque si no vives por y para el amor... qué nos queda? Es lo único que tenemos en la vida y es la única razón por la que luchamos. Por diferentes tipos de amor, pero amor al fin y al cabo.

En ese beso el mundo a su alrededor se había detenido. No existía nadie más que ellos dos. Ni siquiera la sombra de una tercera persona podía romper esa magia... Él, aún estando enojado con la idea de que fuera de otro hombre, había venido a buscarla. Ella tenía la convicción de que en cuanto le explicase todo, podrían ser felices de nuevo. O no...?

Al principio Diego se dejó llevar por ese beso, que en un primer momento le había pillado por sorpresa y que después había correspondido gustoso. Sacando fuerzas de donde no las había, retrocedió lentamente y se quedó mirándola a los ojos... no podía creer lo que esa mujer le hacía sentir, lo que habría sido capaz de hacer tan solo con que ella se lo pidiera,... Sentía que ya no era dueño de su cuerpo, ni de su alma, ni de su corazón... Todo él le pertenecía a ella. Siempre le había pertenecido.

Al separarse más de ella se fijó en la ropa que traía puesta, la poca ropa mejor dicho. Anoche con el cansancio y con eso de que no era su cuarto y no tenía su ropa allá, Roberta se había ido a dormir con un top de algodón, que se ajustaba perfectamente a su cuerpo, y unos shorts (de ropa interior) con los que daba poco juego a la imaginación respecto a su moldeado trasero.

Trató de salir de esos pensamientos porque ahí entonces sí que no recordaría a qué venía, ni porqué, ni siquiera su nombre. Sólo pensaría en hacerla suya, demostrarle a ella y a él mismo que aún había algo entre ellos dos. Pero no. Primero debían hablar.

Diego: Roberta no... Bueno yo... - "Por dónde empiezo?... Está tan hermosa... Le pregunto directamente por ese wey?... Qué beso..." pensó, sintiéndose un poco niño por emocionarse tanto con un beso.

Roberta: Lo siento Diego yo pensé... -al principio se había apenado un poco por haberse lanzado así a su boca, pero luego pensó en cómo se lo había devuelto él y se armó de valor y de ilusiones, ya que tenía la seguridad de que en cuanto terminase de explicarle sería él el que se lanzase a ella- Tenemos que hablar... -dijo finalmente.

Diego: Sí claro... -de repente le volvieron los miedos a la cabeza, el orgullo... no quería estar ahí cuando ella le reconociese su relación con ese hombre- ... sabes? No debía haber venido... y muchos menos debimos habernos besado. Roberta neta, no puedes seguir jugando con los dos. Así que me retiro -con todo el dolor de su alma salió de la habitación pronunciando esas palabras que habían dejado perplejos a los dos.

Roberta: -reaccionando corrió tras él- Diego, espera!! -pero él ya había salido por la puerta y bajaba a toda prisa por el elevador.

Cuando estuvo casi saliendo ya por la puerta tras él, se acordó de la ropa que llevaba y volvió corriendo a la habitación, cogió una de las faldas de Mia y se la fue poniendo por el camino para no perder más tiempo. Pensó que sería muy temprano como para encontrarse a algún vecino. Pero no, su vecino de abajo la vio gustoso cuando ella bajaba a toda prisa por las escaleras, pero ella no se percató de su presencia.

Roberta: DIEGOOOO! Me vas a escuchar. Espera! -gritó antes de plantarse delante del coche.

Diego: Por favor, apártate... no sé ni porqué vine... no quiero escuchar nada... -seguía con sus temores sobre Alejandro.

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