Capitulo 56

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En la casa reinaba el silencio desde que Mia y Miguel habían salido por la puerta con Adrián aún dormido. Roberta caminaba de un lado al otro por el salón. Diego estaba acostando a Lucía por expresa petición de la niña. No sabía qué le pasaba pero últimamente no dejaba que Roberta se acercase mucho a ella. Suspiró y miró por la cristalera. La noche estaba despejada y una gran luna resaltaba entre multitud de diminutas estrellas. Reflejaba paz. Todo lo contrario de lo que sentía en su interior.

Lo de Lucía por un lado, y lo de Diego por el otro. No podía dejar de darle vueltas a las palabras de Miguel. Sí confiaba en Diego, o había confiado en él... hasta ahora. Necesitaba creer en él, creer en él y que todo volviese a ser como siempre. Necesitaba creer que no le había engañado, necesitaba que él se lo dijese...

Unas manos se posaron lentamente en su cintura y ella dio un respingo hacia delante, dando con su frente en la cristalera y gritando de dolor. Reconoció la risa a sus espaldas.

Roberta: -tocándose el golpe- Qué chistoso, Diego.

Roberta: Claro que sí -aceptó sonriente- Pero contigo :cara_colera:

Roberta: Será mejor :cara_preocupado: -se apartó de su lado y caminó hacia la puerta- Me voy a dormir, que descanses -y cuando estaba a punto de salir, Diego la retuvo por el brazo.

Diego: -poniéndose serio- No, Roberta... tenemos algo que hablar.

Roberta: No quiero escucharte.

Diego: Por qué no? -bufó y esperó unos segundos- Bueno, pues te escucharé yo a ti.

Roberta: A mi? No soy yo la que tiene que dar explicaciones :cara_preocupado:

Diego: Y a mi no me dejas darlas... alguién tendrá que hablar entonces:cara_que_importa:

Roberta: No, entonces no hablará nadie -caminó hacia las escaleras- Buenas noches, Diego.

Diego: No me he acostado con Claudia -dijo mientras veía cómo Roberta subía las escaleras, la vio detenerse en seco y aprovechó la oportunidad para seguir hablando- Sé que es eso lo que te tiene así, pero te juro que yo sería incapaz de hacer algo así y me duele que tú lo creas. Después de todo, pensaba que me conocías...

Roberta: -aún de espaldas- Ella contestó tu celular

Diego: Y qué?

Roberta: -volteó para mirarlo desde las escaleras- Cómo que y qué? Te voy a poner en situación: un sábado por la noche, una habitación de hotel, un hombre y una mujer. Ella contesta el celular de él y le llama cariño -hizo una pausa, suspiró- Creo que está bastante claro.

Diego: No si el hombre es un hombre enamorado, y no si la mujer que ama confia en él -dijo dolido.

Roberta: Ah, claro, ahora la culpa es mía -exclamó sarcástica- Puedes pararte un momento a pensar cómo podía confiar en alguien a quien ni siquiera reconocía? Desde que volvimos a México cambiaste. Y, casualidad o no, Claudia estaba aquí

Su voz sonaba ahogada y le temblaba el labio inferior, justo como cuando se reprimen las ganas de llorar. Él vio el dolor en sus ojos y, sin poder evitarlo, se acercó a ella en cuanto vio la primera lágrima caer por sus mejillas. Tomó su rostro entre sus manos y besó su frente con devoción.

Diego: No llores, por favor... -juntó su frente con la de ella- Mi amor sé que estas últimas semanas no os he atendido como os merecéis, que me he portado como un patán... pero eso no tiene nada que ver con Claudia, ni con ella ni con ninguna otra. Yo te amo a ti. Amo a nuestra hija. Y te prometo que nada de esto va a volver a pasar...

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