Ocho

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Narra Dani.

No soy un niño de pensar mucho en las cosas, pero en serio, me he rayado bastante la conversación que he tenido hace un rato con Jesús.
Es que a ver, sí, es cierto. Me acuesto con las chicas, y luego las dejo, y me voy con otras. Pero es normal que lo haga, ¿no? Sólo tengo 18 años, y tengo que disfrutar de mi adolescencia. Creo, que por acostarme con muchas chicas, no le hago mal a nadie ¿no?
Joder, no sé... Siempre que hablo con Jesús de este tipo de cosas, me pongo a pensar. Además, no quiero enamorarme, porque Jesús lo pasó muy mal.
Estuvo dos años con Olivia. Era el amor de su vida. Ella fue su primera vez de todo. Y el mismo día que hicieron los dos años, Olivia, rompió con él.
A Jesús eso le partió el corazón, cuando llegó a casa, me contó que lo habían dejado, porque ella había encontrado a otro chico mejor que él.

No quiero que me pase igual que a él. No quiero que me dejen por otro. Y además, yo no sé cuando estoy enamorado de alguna chica. No sé lo que se siente, no sé como se trata a una novia, no sé que se hace, no sé como se le habla, si hay que regalarle cosas, si le tengo que hablar por WhatsApp cada dos por tres... No sé que se tiene que hacer.
Lo único que sé, es que cuando he hablado con Alicia, pues no sé... Me he puesto muy nervioso, y tenía algo extraño en el estómago. Era como un nudo, pero a la vez cosquillitas, y era incómodo, pero a la vez no quería dejar de sentirlo. Era una sensación muy extraña.

También es cierto, que debo de sentar la cabeza. Y la verdad es que quiero. A lo mejor, eso me hace madurar, y crecer como persona, pero no sé, pienso que si maduro, dejaré de vivir como un adolescente. Pero bueno, tarde o temprano tendré que comportarme como un adulto.

Y Alicia... No sé, es una chica diferente. No es como las demás, y creo que es una chica muy orgullosa, y por lo que yo mismo pude ver anoche, una chica muy guapa.

Estoy en mi habitación, tumbado en mi cama, boca arriba, con la mano en la pecho desnudo. Sólo llevo unos pantalones de chándal negro. Entra mi hermano gemelo por la puerta.

—Hey, ¿qué te ocurre? —dice mientras coge mi cargador del móvil, y enchufa el suyo.

No sé cuantas veces le habré dicho, que coja el suyo.

—Estaba pensando en la conversación de antes. —dije poniéndome derecho en la cama.

—¿Y a qué conclusión has llegado? —se sienta en la cama. Sube los pies, y se pone en forma de indio.

—No sé cómo puedo saber si estoy enamorado de alguien...

—Pues de todo... Sientes que no puedes pasar ni un sólo día sin saber de esa persona, sientes cosquillas en el estómago, unos nervios absurdos que no sabes el por qué los sientes.

—¿Y esas cosquillas son de esas que son incómodas, pero que a la vez no quieres dejar de sentirlo? —digo yo agachando la mirada.

—Sí. Son esas cosquillas... —dice Jesús, mientras coloca su mano en mi espalda. —¿Por qué lo dices?

—No por nada en especial, es lo que me han contado... —digo quitándole importancia.

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Capítulo corto, pero está lleno de sentimientos. El siguiente lo intentaré hacer más largo. Besos.

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