Trece

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Narra Alicia.

No me esperaba esa contestación por mí parte. No sé por qué he dicho eso, ¿es cierto que él es lo que me merezco? A sido lo primero que se me ha pasado por la cabeza.

Después de un rato sin dirigirnos la palabra, Sandra decide romper el hielo.

—Oye, siento mucho lo que antes he dicho sobre Daniel. Tal vez no sea cómo la gente dice. A lo mejor es buen chico... —dice bajando la mirada.

—Conmigo no se comportó cómo la gente dice. Me habló muy bien. Me dijo que hoy me iba a invitar a algo, y me dijo princesa.

—Puede que sea buena persona, a lo mejor es un chico fantástico, pero primero, tienes que conocerlo bien. No tomes decisiones a la ligera. —dice señalandome con el dedo índice.

—Sandra, sólo vamos a quedar cómo amigos que salen juntos para divertirse. Nada más. No va a pasar nada más que eso. No te preocupes que irá bien, seguro. —le sonrío, y le acaricio el brazo. Me devuelve la sonrisa.

Buscamos algún lugar, para poder almorzar, y seguir hablando sobre la cita de esta tarde. Sinceramente, estoy bastante nerviosa. ¿Y si es cierto que él sólo se aprovecha de las chicas para beneficiarse de ellas? Bueno no sé, no quiero pensar en eso... Pero la sensación que me dió la vez que fuí a su casa, para interrumpir la fiesta, fue esa. Yo sólo espero encontrar en él, un buen amigo. Y si es así, el sería mi primer amigo del sexo opuesto.

Es una ridiculez, pero cuando eres la hija de una familia adinerada, como la mía, tú futuro marido debe de proceder de una familia adinerada, si no lo es, no puedes tener ningún tipo de contacto con esa persona.

Y ahora pensaréis, ¿tus padres antes de conocerse eran procedentes de familias adineradas? Sí, mis abuelos por parte de padre, abrieron una empresa en América, dónde por aquel entonces, había mucho más trabajo y más comodidades que en España. Abrieron una empresa, que se dedicaban a la crianza de caballos de pura sangre. El negocio fue viento en popa, y cuando fueron lo suficientemente famosos en América, volvieron a España, para abrir otra empresa. Una vez que se hicieron también famosos aquí, empezaron a abrir muchas empresas por lo largo y ancho de todo el país.
Y mis abuelos por parte de madre también son de familia adinerada. Mi abuela, era una gran cantante de ópera, reconocida en el mundo entero, la gran soprano de toda Italia, María Callas. Y mi abuelo, era Aristóteles Onassis, un millonario, que se enamoró de la preciosa voz de mí abuela.

Así que, sí. Vengo de una gran familia famosa.
Ahora mis padres, son los arquitectos más famosos de España. Aunque eso, ya lo conté.

Encontramos el sitio perfecto para poder comer. Nadie nos interrumpirá, y podremos hablar sobre nuestras cosas.

—¿Tú cómo vas por lo de tus padres? —le pregunté. Sus padres se están divorciando.

—Bueno, voy bien. Ya me lo esperaba. Mi padre está en España, y mi madre está cada dos por tres en desfiles de moda. Así que... Eso es lo que hace la distancia.

Sandra, al igual que yo, también es procedente de una familia adinerada.
Su padre, Giorgio Bruni, es otro gran empresario de coches deportivos. Y su madre, Melissa Gervasi, es una de las Ángeles de Victoria Secrets.
Mis padres y los suyos, se conocieron, porque Giorgio, y Melissa, contrataron a mis padres, para que les hiciera la casa de ahora. Y desde entonces, tanto ellos, como nosotras, somos inseparables. Nos hemos criado juntas, y nos sentimos como si fuéramos hermanas. Nos queremos mucho, y sólo queremos lo mejor para la otra.

—Sabes que si tienes algún problema, puedes contar conmigo, ¿no? —le digo.

—Sí, por supuesto. Muchísimas gracias Ali... Eh—dice mientras que mira du móvil.

—¿Qué ocurre?

—Ayer, cuando me dijistes que ibas a quedar hoy con el hijo del señor Oviedo, les pregunté a mis contactos, que si era un chico de buena familia.

—¿Y bien...? ¿Qué has descubierto? —dije con muchísima curiosidad, ya que eso me importa bastante.

—Pues su padre es un abogado de prestigio, el más respetado del país, que eso es muy bueno, pero su madre, es una simple azafata de vuelo comercial. No es de prestigio.

—Bueno, pero es de nuestra clase social, ¿no?

—Sí, pero no. Aunque eso no te debe de interesar, porque no va a pasar nada entre vosotros. No es porque lo diga yo, si no porque estoy 100% segura, que tu familia no se va a sentir orgullosa de tí.

Eso, me hace pensar muy seriamente. Es que es cierto, es que aunque Daniel y yo sólo seamos amigos, él debe de ser procedente de una familia adinerada, y por lo que veo, no es así.

—Pero además. —nos levantamos, y nos vamos a dar otra vuelta por las tiendas.—Mira al señor Oviedo. Se enamoró de su esposa, aunque ella no fuera de su misma clase social...

—Ya bueno, en eso tienes razón... Pero además, piensa que aunque Daniel hubiese sido un chico de nuestra misma clase social, con la mala fama que tiene, tus padres igualmente no te dejarían ser amiga de él. Aunque bueno, dejemos hablar de ese mindundi. —le miré mientras entrecerraba los ojos. —Perdón, Daniel.—sonríe enseñando los dientes.

Después de la pequeña charla, seguimos toda la tarde andando por todo el centro comercial, y criticando a todas lad chicas que vemos. Bueno, a ellas no, criticamos el outfit que llevan.

—Sandra, debemos de irnos ya. Son las seis, he quedado con Daniel a las ocho, y tengo que arreglarme.

—Claro, vámonos. —recogemos algunas bolsas, y llamo a Roger.

En nada que salimos, vemos el coche. Cuando dice que estará en nada, es cierto. Pero seguro que estaba ya por aquí.
Nos montamos, y me dirijo a mi casa con un nudo en el estómago.

Enemigos Perfectos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora