Treinta y nueve

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Navidades de 2017

Narra Dani

Alicia y yo, llevamos cuatro meses de novios, en mi vida había durado con una chica durante tanto tiempo.
Lo que pasó en las Maldivas, nunca me lo perdonaré, nada más llegar a España, bloqueé, y borré a todas las chicas de mis contactos. Ahora estoy mejor que nunca, y no quiero que nadie me lo estropee.

Mi hermano y yo, aprobamos la selectividad, ahora estamos haciendo la carrera de periodísmo. Alicia recuperó matemáticas e inglés, y a pasado limpia a segundo de bachillerato, y no, no fue gracias a mí... fue gracias a sus padres por contratar a un profesor particular. De Sandra sé, que está en la misma clase que Alicia, y que de verdad ama a mi hermano. Al principio no estaba muy convencido, pero hace cosas impensables para ver sonreír a Jesús, y eso es lo más importante para mi.

Son más de las diez de la noche, y Jesús y yo nos encontramos aún en la biblioteca de la universidad. Aunque sea Navidad, aquí no hay descanso. Me da pena no estar ahora mismo con Alicia, es nuestra primera Navidad juntos, y nos la vamos a pasar separados, aunque bueno, le he comprado un colgante de Cartier, unas gafas de Sol de Gucci, y unos zapatos de tacón de Dior, aunque se lo daré para Reyes, porque en Nochebuena no me dará tiempo, porque es hoy.

-Me va a estallar la cabeza.-me dice en susurros mi hermano, mientras que se pone las manos en las sienes.

-Aún nos faltan dos temas... y el examen es mañana a primera hora.-le dije con desesperación, porque yo estaba igual o peor que él.

-Ya llevamos cuatro temas, estoy cansado, me duele la cabeza, y hoy es Nochebuena.

-Ya, y mañana Navidad... habrá muchas más Navidades Jesús, pero no más exámenes trimestrales como este.

Estaba a punto de llorar del agobio que tenía encima. No podía más, estaba por largarme de la biblioteca, y prenderle fuego, pero obviamente, no podía a hacer eso. Lo único que podía hacer, era seguir estudiando, hasta acabar esos dos temas que nos quedaban, irnos a casa, descansar todo lo que podamos, y a las seis de la mañana en pie otra vez.

《》

Las dos de la madrugada, y por fin hemos llegado a nuestra casa. Nunca pensé que diría esto, pero en casa como en ningún sitio.
Nos metimos en la ducha, y nada más que mi cuerpo se calentó, me quedé dormido...
A las seis de la mañana, el despertador sonó, y nos tuvimos que poner otra vez en acción. No desayunamos nada, ya desayunaríamos en la cafetería de la universidad después del examen.
Cuando llegamos allí, vimos a varios compañeros y compañeras que estaban con los apuntes en las manos, igual o más desesperados que nosotros.

-¿Cómo lo lleváis?-nos preguntó Mireya, una chica que iba a nuestra clase.

-La verdad es que bien, pero menos mal que es el último examen de este año.-dije poniendo los ojos en blanco.

-Seguro que os sale perfecto.

-Puf... a ver. ¿Y a ti cómo te va?-le pregunta Jesús.

-Me falta el último punto del último tema. Menos mal que es poco y algo sí sé explicarlo por encima. Además Cristian, me ayudó un poco. Está muy nervioso.-nos cuenta. Cristian es su novio.

-Los alumnos de primero de carrera de periodismo, que vayan entrando al aula 120.-nos avisa un profesor con bigote.

Jesús y yo nos miramos, pero antes de entrar, le envío un mensaje a Alicia.

-Buenos días mi amor. Feliz Navidad cariño, siento mucho no haber estado ayer contigo, pero nada más que salga de la universidad te llevo a merendar. Te amo, deséame suerte para el examen.

No esperé a que me contestara. Nos metimos en aquel aula, y las dos próximas horas iban a parecer años allí metidos.

《》

Cuando salimos del examen, el cuerpo se me relaja de toda la tensión acumulada. Imaginaos, dos horas haciendo un examen, y con un hambre que me iba a morir. Que raro que no me haya dado un infarta en mitad del examen, la verdad. Tuve que esperar un par de minutos a mi hermano en el pasillo, y cuando él salió, salieron tras él, Cristian y Mireya, que también se unieron a nuestrl desayuno.

-¿Qué tal te ha salido el examen, Mireya?-le pregunta Cristian a su novia, cuando por fin encontramos un sitio donde poder sentarnos.

-La verdad es que me ha ido muy bien. Muchas gracias por tu ayuda, mi amor.- y le da un beso en los labios.

No sabéis lo mucho de menos que echo a Alicia ahora mismo. Quisiera verla, y besarla hasta que se me desgastasen los labios. La amo tanto, que algún día de estos el corazón me va a explotar. Y en ese mismo instante, me sonó el móvil. Era un mensaje de Alicia.

-Feliz Navidad mi vida. Espero que el exanen te haya salido de lujo. Y no te preocupes por lo de ayer, estuve todo el día durmiemdo JAJA, espero verte hoy mongolo. Te amo mucho.

Sonreí al leer lo de mongolo, es tan infantil, y tan adorable, que eso es lo que hace que me enamore cada día más de ella.

-Te súper amo mi vida. Nos vemos luego.

-Vale, te quiero. Voy a seguir durmiendo.

-Que sueñes con los angelitos.

-Prefiero soñar contigo. Te amooo.

Esta chica es de lo más increíble. Y está conmigo. Un chico que no es para nada como ella, que es todo lo contrario... pues está conmigo. Y espero que esté toda la vida junto a mi.

Cuando acabamos de desayunar, nos vamos a la siguiente clase, y así hasta las tres de la tarde, que es cuando acabamos las clases. Pero hoy era el último día de universidad, y el día 28, nos dan el boletín de notas.
Es última hora, y las manecillas del reloj, parece que se ha quedado parado. No va ni para delante, ni para atrás. A cada segundo que pasa, me estreso mucho más. Pero por fin, suena el timbre del fin de clases. Jesús recoge los libros a la velocidad de la luz, y los guarda en su mochila, yo hago igual, coge el casco de la moto, y sin ni siquiera despedirnos de Cristian y Mireya, nos vamos en busca de mi moto, que está fuera aparcada. Pero cuando giramos la esquina de la universidad, están lo porretas de turno apoyados en ella. Lo que me faltaba ya...

-¿Qué hacemos?-me pregunta Jesús.

Este niño es tonto.

-Le diremos que se levanten de la moto y a chuparla Jesús, ¿qué es lo que le vamos a decir?-le dije obvio.

-Vale, pero no te alteres.-me advierte.

Me dirijo hacia los cuatro chicos, y al ver que me voy acercando, se callan. Esto no tiene buena pinta.

-Hola chicos, ¿os importaría levantaros de la moto? Es que me tengo que ir.-le dije lo más calmado posible.

-Uy, el señoríto Oviedo, tiene que irse. ¿Qué pasa, que tu noviecito no te da lo tuyo?-dice refiriendose a Jesús.

-Ja, ja. Muy gracioso sí.-digo tocándo las palmas-. Ahora en serio, ¿te puedes levantar de la puta moto?

-Oye niñito, tan cuidado con lo que dices, o si no...-comienza a amenazarme.

-¿O si no qué?-le dije.

-Dani, ya.-me dice Jesús.

-No, quiero escuchar lo que me tiene que decir.-el chaval se me acerca, y se agacha hasta la altura de mi oído.

-Alicia.-me susurra.

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