Cuarenta y tres

1.6K 85 37
                                    

Narra Alicia.

-Quiero besarte.-me dijo como si lo que dijese fuese algo muy importante.

Le sonreí levantando la mirada.

-Pues hazlo.-le contesté divertida.

Él seguía serio, me observaba con atención.

-No lo entiendes, quiero besarte por todas partes... quiero tocarte, quiero sentir tu piel, quiero que seas mía, Alicia... en todos los sentidos de la palabra.

Esa confesión me dejó clavada donde estaba. Mi corazón empezó a latir aceleradamente. Sentí mil sensaciones diferentes pero no sabía si estaba preparada para dar ese paso... creo que el día de Reyes, a venido antes de lo previsto.

Me cogió el rostro y me observó fijamente.

-Nunca había sentido esto por nadie... y me asusta porque creo que me estoy volviendo loco.

Le cogí el rostro a mi vez y lo atraje hacia mí. Estaba perdido, lo veía en sus ojos. Daniel nunca en su vida había estado más de unas cuantas horas con una mujer. No sabía ni lo que era el compromiso, pero desde que me había confesado su amor parecía otro completamente distinto. Yo también lo quería, lo sentía en mi corazón y en cómo mi cuerpo reaccionaba a sus caricias, a su cercanía, a su simple contacto... Estaba enamorada y daba miedo, como él había dicho.

Me cogió por las caderas y me atrajo hacia él. Me apretaba tan fuerte que dolía, pero no me importó porque entonces sus labios encontraron los míos y los besaron con ardor. Lo sentía en todas partes, y sus brazos eran fuertes y me sujetaban con esmero, con delicadeza, como si fuese un frasco que estuviese a punto de romperse.

Tiré de él dándole a entender que aceptaba. La sonrisa que surgió en su rostro me dejó sin aliento, pero pronto fue sustituida por un deseo intenso que me hizo palpitar. Con rapidez me quitó la camiseta y yo me estremecí cuando comenzó a besarme el ombligo y el bajo vientre. Verle y sentir sus caricias me volvió loca...

-Eres perfecta.-agregó depositando calientes besos por todas partes.

Mis manos subieron lentamente por su espalda, pude sentir los músculos bajo su piel caliente y quise tocarlo por todas partes. Su mano empezó a acariciarme la pierna izquierda y a subir lentamente por mi piel, poniéndome la carne de gallina. Mi respiración empezó a acelerarse, no solo por los nervios sino por tener a ese hombre encima de mí y tocándome como lo hacía. Me volvía loca. Su boca regresó a mi boca, sus labios se posaron sobre los míos, una, dos, tres veces antes de meterme la lengua  saborearme como si hubiese estado destinado a hacerlo toda su vida.

Cuando sus dedos se acercaron al centro de mi cuerpo, supe que debía confesarle un pequeño detalle: nunca lo había hecho con nadie.

-Dani...-pronuncié su nombre y él buscó mis ojos con los suyos-. Antes de seguir... nunca lo he hecho con nadie.

Depositó un suave beso en la comisura de mis labios.

-Creo que lo sé desde el primer día en que te vi...-admitió riéndose de mí. Le di un puñetazo en el hombro pero supe que bromeaba para quitarle hierro al asunto. Entonces se puso serio-. Podemos dejarlo si aún no estás preparada.-me dijo con sinceridad pero vi cómo le costaba darme esa posibilidad.

-Lo estoy-afirmé, en cambio-. Quiero hacerlo... pero antes prométeme una cosa.

Me miró con atención.

-Lo que quieras.

No pude evitar sonreír.

-Prométeme que será inolvidable.

Enemigos Perfectos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora