Uno

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Ocho años antes...

Narra Alicia.

Llego a mi casa, y me quito el vestido del cóctel.
Estaba muy apretado a mí. Cuando me lo quité, pude respirar mucho mejor.

No me gusta para nada asistir a cenas de empresas del trabajo de mis padres.
No sé porqué me tienen que obligar a ir con ellos.

Me busco el pijama de seda rosa pálido, cojo la ropa interior, y me meto en la ducha.

Me aseo, y me quito también el maquillaje.
Me quito los tirones del pelo, y me pongo la ropa interior.

—¡Alicia!—grita mi madre desde el salón.

—Dime. —respondo sacando la cabeza por un pequeño hueco de la puerta.

—Mañana tenemos una comida en casa de los Gómez.

No, otra comida no.
No tengo mas remedio que decir que sí.

Estoy harta de asistir a cosas como estas.

Mis padres son unos arquitectos muy conocidos. Son famosos, somos gente de bien. Y no voy a negarlo, pero tenemos dinero.

Vivimos en La Moraleja en los chalets.

Una vez que ya estoy duchada y con el pijama puesto. Salgo a la terraza, y me pongo a leer Tengo ganas de ti, que me lo habré leído unas mil veces, sin exagerar.

De buenas a primeras, en el chalet de al lado, se escucha música muy alta.

Me asomo a la terraza, y veo a chicos y chicas borrachos.
Lo dejo estar. No es de mi incumbencia, pero la verdad es que molesta mucho el ruido.

Me vuelvo a sentar en la silla de la terraza, y me adentro en el libro.

Pero nada, no me puedo concentrar en el libro. Me da la sensación que la música ahora suena mucho más alta.

Me harto, y bajo.
Voy al chalet de al lado.
Estoy harta de escuchar esa música.

—¿De quién es la casa? Quiero hablar con el responsable. —digo muy alterada.

Nadie me responde. Entro sin ningún tipo de permiso.
La casa está abarrotada. Mucha gente divirtiéndose, gente bailando, cantando, riéndose, gritando...

Vuelvo a preguntar por el responsable de la casa.

—Dani—dice un chico—te llaman.

El chico se va, me quedo en mitad de un pasillo, y vuelve el tal Dani.

El chico se va, me quedo en mitad de un pasillo, y vuelve el tal Dani

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—¿Sí? —dice él.

—Soy la vecina de al lado. La música la tienes demasiada alta, ¿la puedes bajar por favor? —le digo lo más tranquila posible.

—Ah, sí. Tu eres la pija. Alicia, ¿no es así tu nombre? —dice señalandome.

—No sé cómo sabes mi nombre. Quita ese dedo de mí cara. —digo dándole un manotazo.

—Pija. —dice acercándose a mí oído, y me lo susurra.

—Gilipollas. —le digo yo.

Me voy de allí.

Llego a casa, y el chico ese, no me ha hecho caso.
La música sigue igual de alta o más, que antes.

No sé como sabe mi nombre. Y no, no soy pija.

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