Diecisiete

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Narra Alicia.

Llevo un rato despierta desde que un travieso rayo de Sol asoma por la ventana.

 Cuando estoy más avispada, me percato que tengo un brazo encima de mi cintura.
Me doy la vuelta, y veo a Daniel dormido, estamos ambos muy juntos. Cosa, que me debería de molestar, y hasta asquear. Pero por alguna razón de cuyo razonamiemto desconozco, dejo su brazo donde está, y sonrío.

Si hablar con Daniel por direct me hacía sentir cosquillas en el estómago, tener éste contacto tan íntimo, hace que el corazón me vaya a mil.
No quiero decir palabras a tontas y a locas, pero creo, que me estoy pillando por él. Pero tengo que ser consciente de que no puedo. Ya no es por su clase social, si no por mí. Porque apenas lo conozco, para mí Daniel, es un completo desconocido, y encima, estoy durmiendo con él abrazada.

Si me viera Sandra, me sacaría de la cama agarrándome de los pelos, sólo de pensarlo, me entra la risa.
Hago lo que puedo por soltarme de su agarre, pero es bastante más fuerte que yo. En uno de los intentos, Daniel protesta, se da la vuelta y por fin me suelta.
Me levanto con muchísimo cuidado, e intento hacer el mínimo ruido.

Me acerco a la puerta, la abro, y me meto rápido en mi habitación.

Por los pelos.

Me dejo caer en la cama, ¿cuánto tiempo he de esperar para dejar de sentir esto? No digo que sentir esto esté mal. No, para nada. Sólo digo, que no quiero que jueguen conmigo, no quiero que me utilicen y me hagan daño.
O a lo mejor, él sólo es así conmigo porque quiere beneficiarse de mí.

Me reincorporo en la cama, me quito el pijama y me visto de nuevo con la ropa de ayer. Menos mal que en el bolso siempre suelo llevar un pequeño neceser, dónde se encuentra mi cepillo de dientes, un tubo pequeño de pasta dentrífica, un bote pequeño de perfume y por supuesto, maquillaje.
Me arreglo, y al acabar, espero sentada en la cama con el móvil, derrepente, me llega un WhatsApp de Sandra. Me temo lo peor.

-¿Cuándo piensas venir a Madrid?

Buenos días también para tí.

-No lo sé, tal vez por la tarde noche.

-¿¡POR LA TARDE NOCHE!? Estás enferma Alicia si piensas que te voy a incubrir ante tu madre.

-Me da igual lo que hagas, pero déjame tomar mis propias decisiones, ¿vale?

Me deja en visto. Quiero avisar a mi madre sobre la hora más aproximada a la que volveré a Madrid, pero prefiero dejarlo estar.
En el mismo momento en el que guardo mi móvil en mi bolso, tocan a la puerta.

Me pongo al instante nerviosa. Me levanto de la cama, y me paso las manos por la ropa, para alisarla. Me miro al espejo, me repaso el pelo y respiro un par de veces.

Creo que me voy a desmayar.

Abro la puerta, y lo veo allí. Con una sonrisa enorme, y apoyado en el quicio de la puerta.

-¡Buenos días!-me dice con gran entusiasmo.

-Vaya, que buenos días tan buenos.-Luego me acuerdo de que he dormido con él.-¿Me he movido mucho?-suelto una carcajada nerviosa.

-No, que vá. He dormido muy bien, ¿y tú?

-Sí, he dormido como un bebé.

-Normal, con la llorera que te metiste por la muerte de Pollo, cualquiera lo diría...-Bufa y rueda los ojos.-Venga, vamos a desayunar. Estoy muerto de hambre.

-¿Y qué quieras que hiciera? Pollo muere... -entrecierro los ojos, y Daniel me sonríe.-Venga sí, vamos a desayunar, que si no, mataré a alguien como siga hablando de mi llorera.-Le sonrío, y cierro la puerta de la habitación detrás de mí.

Salimos del motel, y nos montamos en la moto. Después de unos diez minutos en la carretera, paramos en la playa. No hay nadie, está desierta para estar a mediados de Julio.

-¿Dónde vamos a desayunar?-le pregunto a Daniel.

-Allí.-se pone a mi lado, y señala una bonita terraza en mitad de la playa.

Andamos por la arena, hasta que llegamos.

Cuando llegamos, me quedo fascinada al verlo

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Cuando llegamos, me quedo fascinada al verlo. Es precioso, normal que Daniel quisiera enseñarme éste sitio.

-Que, ¿te gusta?-me dice.

-Es...-le miro.- Es precioso Daniel. Gracias por traerme.-por pura inercia, me pongo de puntillas, y le abrazo.

Por favor Alicia, contrólate.

-Venía aquí de pequeño con mi familia.-señala los sofás que están más pegados a la barandilla.-Hacía años que no vengo...-nos sentamos.

-¿Años? Querrás decir meses, ¿no? Seguro que traes a todos tus ligues.-me mira serio.

No debí sacar el tema.

-No, aquí sólo han estado dos chicas...-mira hacia el mar.-La primera fue mi madre, y tú, eres la segunda.-y me mira a los ojos.

Tengo un don para cagarla, ya lo podéis ver.

Viene una camarera, y nos toma nota. Yo pido un zumo natural de naranja, con una manzana y un pequeño racimo de uvas.
Daniel pide un batido de fresa, con gofres y nutella por encima.
La camaerera se marcha al acabar con nuestra comanda.

-No sé por qué la gente piensa que sea un mal chico.-dice derrepente.

-¿Quién dice que seas un mal chico?

-Tu amiga Sandra. Os escuché ayer. Estaba de paso por el centri comercial, y no pude evitar escuchar vuestra conversación.

-Yo te defendí.

No digas lo que dijistes después, que lo espantas.

-Sí, y me impresionó bastante. Te lo agradezco.-pone una mano encima de mi muslo. Me pongo tensa.

Llega la camarera, y nos trae nuestro desayuno. Daniel y yo decímos al unísono gracias, y la camarera nos vuelve a dejar solos.

-No hace falta que me agradezcas nada Daniel. Ella no te conoce de nada, y no debe de juzgarte.

-Tú tampoco me conoces Alicia. ¿Por qué estás tan segura que no soy como tu amiga Sandra dice?

Me paro un momento a pensar, y me sincero con él.

-Porque yo, a diferencia de Sandra, sé ignorar las críticas de las demás personas, no me guío por el que dirán. Yo prefiero arriesgarme, venirme a Valencia con un completo desconocido, y descubrir por mí misma, que eres mejor de lo que pensaba.

Enemigos Perfectos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora