Capítulo 14 - Intercambio de heridas

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Salí de la escuela hacia la casa de Luna, ella no había asistido y me dijo que estaba enferma, compré un bote de helado y al llegar, toqué a su puerta. Esta se abrió al yo tocarla, entré y dejé el bote en el piso, junto con mi mochila, marqué el número de el capitán de futbol, pero este no contesto. Le dejé mi ubicación y un mensaje de que viniera lo más rápido posible.

Subí las escaleras, silenciosa, no había ruido, todo era silencio.

- ¿Luna? - grité, acercándome a su habitación, sus padres no estarían hasta la otra semana. - ¿Amiga, donde estás? - me empecé a impacientar.

- ¡Sam! - oí el grito de mi amiga, proveniente de la última habitación. Corrí hasta allí y me hele al ver aquella escena. - Ayúdame... - un sollozo salió de entre sus cuerdas vocales.

- Hola, Samy. - dijo un hombre rubio, alto y jugando con una navaja en sus manos. - Es un gusto conocerte en persona, me han hablado mucho de ti.

- No puedo decir lo mismo de usted, pero lo que le puedo asegurar es que si no la suelta, va a terminar 7 metros bajo mis pies. - cerré mis puños con fuerza e iba a empezar a caminar hacia él, pero dicho hombre colocó la navaja en el cuello de mi amiga, provocando que este tire otro sollozo. - Aléjate de ella.

- Lo hare, si vienes conmigo. - suspiré profundo, lo mire fría y relaje los puños, asentí lentamente. - Me encantan las personas tan persuasivas. - él desató a Luna y esta corrió hacia mí, estaba temblando, notablemente. - Vamos, niñata.

- Te dejé helado en la puerta. - le dije y me largué junto con aquel hombre, un vehículo negro apareció frente a la casa, aquel tipo me abrió la puerta, pero mi nombre a lo lejos se dio a conocer, y esa era la voz de Dylan. Lo miré y sentí un jalón hacia dentro del vehículo. - ¡Dylan! - intenté gritar desde allí dentro, pero un pañuelo se interpuso, y por su olor deduje era cloroformos interpuso, y por su olor deduje era cloroformo.

......

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El sonido de una puerta cerrándose de un empujón me hizo espabilar, al abrir mis ojos me percaté que estaba tirada en un piso de concreto, y encerrada en algo como si fuera una cárcel, me senté en aquel piso y un peso se apodero de mis piernas, estaba encadenada, a la pared.

Miré a mi alrededor, rejas, una pequeña ventana en una de las paredes, con rejas por igual, y la poca luz del sol entrando, por lo que llegue a ver entre las rejas, esto era un calabozo, ¿que maldita casa podría tener tal sótano? Las cadenas no me dejaban llegar a la pequeña ventana ni acercarme de más a la reja. Me senté resignada hasta que escuché pasos y me puse alerta.

- Vaya, vaya, pero si tenemos carne fresca. - ese tono burlón lo reconocería donde quiera, apreté mis ojos en señal de frustración. - Ay no llores, pronto tu noviecito vendrá a tu rescate y a lo mejor te acompañe a estar allí dentro.

- Él no es mi novio. - sentencie y miré la ventana. - ¿Qué quieres Steven? - ladre frustrada.

- Quieres, lo sé, pero por tu crianza con esos perros te resignas. - me pare deprisa y casi caigo de cara por las cadenas, me acerqué a la reja demasiado.

- Cuando salga de aquí te romperé esa boca. - bufé y volví a sentarme. Abrió la puerta y mi cuerpo se tensó.

- ¿Por qué no vemos que se comía mi hermano? - una sonrisa maliciosa se estampo en su cara, se colocó frente a mí, pero yo ni me inmute, no iba a dejar que notara mi nerviosismo. - Uy, la chica fuerte, me gusta. - él sacó una navaja y la acerco a los botones de mi camisa, empezó a romper desde arriba. - Interesante, nos vamos a diver - una voz lo corto.

Criada por ellos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora