45 - Piensa en la biblia.

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Ambos subimos a la habitación, hacia un día excelente y mis primas están demasiado emocionadas por Sam. Me adentre al baño para tomar una ducha, y ella siguió mis pasos.

- Acabamos de llegar y ya quieres hacer cochinadas. - me burle mientras abría el paso del agua.

- Solo me quiero duchar, quiero meterme a la piscina, hace demasiado calor. - se colocó frente a mí, haciendo que el agua le cayera encima y mi cuerpo retrocediera medio paso. - Y yo me ducho más rápido que tú.

- Claro, cuando te duchas sola.

Al final duramos casi media hora duchándonos. No pregunten.

Y aquí estamos, yo sentado en la orilla de la piscina, mientras veo como ellas conversan. Los hombres ya habían llegado, y se habían metido desde entonces.

Estaba hablando con Omar, el mayor de los hombres, ya estaba casado y su mujer estaba junto con las chicas. Pero mi atención la llamo Sam cuando empezó a quitarse la ropa que traía sobre el bikini. Trague saliva.

Ese bañador negro le iba de puta madre, no la había visto en la habitación porque me saco a patadas del baño. Un golpe en el hombro me saco de mis pensamientos, fue Robinson, el que sabemos que nunca va a madurar y el que va a la par conmigo en edad.

- ¡Tío, no sé de donde la sacaste, pero más te vale que no le quites los ojos de encima! - le corté la mirada. Si algo no tenía Robinson era respeto, no le importa estar con cualquier mujer mientras sea linda.

- Más te vale que no le pongas un dedo encima. - volví a mirar a Sam, se había metido junto con las chicas, están del otro lado de la piscina.

- Mathias, mejor deja de pensar en estupideces para que no rompas la lata. - oí a Omar y mire la lata de cerveza que traía en la mano, estaba abollada. Le había apretado de más. - Si tu chica está enamorada, no tienes que preocuparte por Robinson. - poso su mano en mi hombro, tranquilizarme.

La verdad eso no me preocupa. Me preocupa que él es igual a Sharon, no conocen los límites, y también me preocupa más lo que pudiera llegar a hacerle a Robinson si le ponte una mano encima. Si, definitivamente Samantha me da más miedo.

Pasaron las horas, nos habíamos juntados todo en las escaleras de la piscina, Sam tenía su espalda pegada a mi pecho, recostada, mientras yo me recostaba de la esquina de la escalera.

- ¿Y bien? - habló Isabel, llamando la atención. - ¿Iremos a la misma de siempre, o cambiaremos? - cierto.

- Yo digo que vayamos a la misma de siempre. - le di un trago a la lata. - Tenemos a alguien nuevo esta vez.

- Cierto. - Mónica hizo presencia. - Entonces, después de cenar, sus mejores pintas y nos vamos de rumba.

- Deberías arreglarte bien, Samantha. - Robinson habló, respire profundo para no romperle la cara. - Puede que encuentres al amor de tu vida esta noche. - le sonrió. Vi como ella ladeo la cabeza.

- Te aseguro que lo encontré en otra discoteca. - sentí su mano en mi nuca, había estirado el brazo hacia detrás.

Creo que se me saldrá el corazón del pecho.

Recuerdo cuando ella salió de la discoteca de su tío, dispuesta a romperme la cara, o al menos eso era lo que yo pensaba en ese momento.

- Oye, tú. - me había asustado al oír como me llamaban mi atención, levante mi mirada y me prepare mentalmente para el golpe de mi vida. Sus botines resonaban contra el asfalto, de manera muy notoria.

- Sam, yo... - Iba a intentar defenderme, aunque sea con palabras, pero fui interrumpido:

- Cállate, imbécil. - Ella tiro del cuello de mi camisa, me sorprendí al ver que no recibí un golpe, sin embargo, sentí como mi corazón golpeaba mi caja torácica. Mis manos actuaron solas, terminando en su cadera y pegándola más a mí. Lamentablemente el aire se volvió escaso.

Criada por ellos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora