34 - La quiero a ella.

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Matt

Nos hemos arreglado en diferentes sitios de la casa, puro capricho de la señorita allí arriba, yo me termine de vestir primero, pero ella ha demorado un poco más.

Estoy a los pies de las escaleras, hasta que el sonido de los tacones resonando, llaman mi atención. Había tenido la mirada en el móvil, mis padres estaban llegando al restaurante, asi que debemos ir prendiendo motores.

- Hasta que decides terminar, prince – he mirado hacia arriba, al mismo tiempo que he hablado, pero mi respiración se ha cortado, no sé cómo recuperar el aire. Me voy a desmayar por falta de oxígeno. – Sam...

- ¿me veo mal? – ella empieza a buscar alguna imperfección en su atuendo. Subo lentamente hacia ella. El que se ve mal aquí soy yo a tu lado, mierda.

- Pareces una puta reina, justo lo que eres. – le tiendo la mano para ayudarle a bajar. – me veo ridículo a tu lado, preciosa, me haces quedar como tonto.

No puedo dejar de mirarle, su pelo va suelto, en esas ondas naturales, un maquillaje notable, pero sencillo, justo como le gusta. El vestido le va de puta madre, esas curvas en las que me he perdido relucen más que nunca, y ese corte allí, esas piernas se ven asesinas. Quisiera colarme por debajo y hacer que jadee.

- Matt, vámonos. – se ríe, es que ella sabe que me lo ha parado, tengo una puta erección en mis pantalones, y maldita sea que lo sabe.

- Lo que usted diga, mi servidora. – abro la puerta del coche, para que suba, y después me monto yo.

- Reeves. – giro hacia ella, esta se acerca a mí, quiero besarla maldita sea, pero arruinaría ese labial rojo que asesinaría a quien sea. – has dejado la puerta abierta.

Mis ojos van hasta la entrada de la casa, y efectivamente. Lamento que mi otra cabeza me haya controlado por momentos.

Emprendimos camino hacia el restaurante, está nerviosa, su pierna no deja de moverse y ella tiende a jugar con lo que sea que tenga en la mano, ahora mismo es un anillo plateado. Poso mi mano en su muslo, justo donde está el corte del vestido Haciéndome el loco, muevo mi mano más por debajo, lentamente hacia su cadera.

- Reeves. – me está mirando, sé que esto le divierte. – si sigues, hare que pases vergüenza con esa montaña que llevas en tus pantalones. – mejor la dejo de joder.

Pero es que, está demasiado hermosa.

Llegamos al restaurante, le he dejado las llaves al valet y tiendo mi brazo para que mi nerviosa chica lo tome, esta lo hace, con un leve tiemble.

- Bebe, tranquila, no comen personas. – nos adentramos en el restaurante favorito de mi madre. Si bien no lo aparento, mi familia posee dinero, pero prefiero ganarme el mío y ahorrar mis mesadas, nunca me ha gustado depender de nadie. – allí están. – diviso una pareja elegante, cerca del balcón, justo como le gusta a mi padre. Llegamos a la mesa, ellos levantan la mirada y no pueden evitar mirar a Sam.

Sí, es jodidamente hermosa.

- Creadores, Samantha Colleman. – le muevo la silla para que se siente. – Sam, mis padres. – esto toman la mano que ella ha estirado en forma de saludo.

- Eres muy linda, ¿Cómo te fijaste en este tipejo? – si papa, empieza con intentar burlarte, has de estar ebrio ya.

- Hernán, cállate. – mi madre ha hablado, a lo mejor noto que Sam se mordió la lengua.

Ella sabe los problemas que hay en mi casa, y sé que ante una actitud mal empeñada, no se va a aguantar de decir algo.

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Criada por ellos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora