Las miradas curiosas seguían hasta el sol de hoy, ¿acaso no saben que es molesto estar mirando fijamente a alguien que ni bien conoces? ¡Basta ya, por favor! Antes me miraban con odio, lujuria, solo porque andaba con mis chicos, siempre, nunca con una mujer.
Ahora resulta que hay un rumor de que soy lesbiana y me acuesto con Luna, ella no está incomoda ni nada, pero le molesta el hecho de que creen cosas que no son.
Me recosté de mi locker, exhausta, la clase de educación física había sido bajo el sol, mis piernas ardían y temblaban, ya yo no aguantaba más. Esta clase me tocaba junto con mi hermano, así que él me tuvo que cargar hasta los vestidores.
- El profesor debería tenerme compasión. – bufé, tirándome en la banca que haba allí. – Estoy exhausta, no puedo más.
- Ve y díselo. – Luna me miro obvia.
– Ya lo intenté, pero el muy perro no me escucha ni se inmuta
Me levanté y me empecé a vestir, estaba cansada, esos días de secuestro aun me afectaban, dejándome sin energías de nada. Y claro, Jack Hardeson, ese nombre me quitaba todos los ánimos del mundo. Quiero golpearlo en esa hermosa cara que me vuelve loca.
Oh Samantha Colleman ... ¿Te has enamorado, pequeña? Probablemente las palabras de mi madre si siguiera caminando en la faz de la Tierra.
Bufé, salí de los vestidores y llegamos a los pasillos llenos de estudiantes de Semper, parloteando, jugando, besándose, riéndose, diversas cosas. Rodé mis ojos, y mis oídos no pudieron evitar la voz chillona de una chica.
- El baile es la otra semana, me pregunto porque aún no lo anuncian.
Fruncí el ceño. Odio los bailes, son una mierda. Siempre me quedo en casa, comiendo y viendo Netflix. Como toda adolescente social que soy.
Jamaqueo mi cabeza, quitando ese pensamiento de mi cabeza, llegué a mi locker y entre mis libros, me quede mirando la foto que Hardeson me había tomado, la había pegado en el fondo del locker, apreté mi puño y mis ojos se cristalizaron. Cerré el locker con fuerza, provocando que todos posaran su mirada en mí y empezaran a chismear. Bufé fastidiada y me adentro en el salón de mi próxima clase.
Me quedé completamente estática al ver una cabellera blanca. Literalmente blanca, y parece natural. Sin tinte. Me quedé allí parada, apreciando esa blancura, después mi mirada bajo a unos ojos color miel.
¿Y este quién es?
- ¿Te quedarás mucho tiempo mirándome? - rodé los ojos ante su tono egocéntrico y caminé hasta mi respectivo asiento.
¿Quién entra nuevo a mitad de año? Al parecer este chico.
El salón empezó a llenarse y ese chico no pasaba desapercibido, porque seamos sincero, este chico está más bueno que los modelos de Calvin Klein. Los murmullos empezaron, yo sólo dibujaba en mi mascota.
- Buen día, alumnos. - elevé mi mirada hacia la maestra. - Hoy tenemos un nuevo acompañante. - ella lo buscó con la mirada, hasta detectar esa cabellera blanca a dos asientos de mí. - Señorito, pase aquí al frente y preséntese. - ella hizo un ademán para que el chico se colocara a su lado.
El chico se levantó y se colocó al lado de la profesora, se me olvidó el nombre.
- Me llamo Matt Reeves. - dijo sin más, con una sonrisa arrogante. - Tengo 19 años y No, No estoy repitiendo curso. - rodé los ojos, ¿quería ser divertido? - Me he mudado de Londres y espero llevarme bien con... - hizo una pausa y sus ojos conectaron con los míos. - Todos. - sentenció y se dirigió a su asiento.
La clase fue extraña, pero agradable. Sin murmullos, nadie hablando de más. Genial. El timbre sonó dando a entender que el día finalizó. Fui la primera en salir del salón y dirigirme a mi locker, entré mis libros y me dirigí a el estacionamiento, hoy me iba con James, el cual no aparecía ni debajo de una roca.
- ¡Samy! - oí que me gritaron y giré en dirección a el llamado, era mi hermano haciendo señas de que fuera hasta allí. Y así fue. Corrí hasta allí.
- ¿Qué pasa? - dije recuperando el aliento.
- Hoy te quedas con nosotros. - una sonrisa maliciosa abarcó su rostro, y cuando quise salir huyendo, me cargó como sacó de papas. - No huiras pequeña.
- ¡Ándate a la mierda Colleman! - grité. – ¡Bájame! ¡Quiero ir a ver mi serie! – pataleé y golpeé su espalda, lo mordí, hice de todo pero aun así mi pies tocaron el césped de la cancha. – Váyanse a la mierda. – me crucé de brazos, haciendo puchero.
- Hoy tocan nuevos ingresos, y tú – me señaló James – Nos ayudaras.
- ¿Qué? ¿Por qué? – alcé mis brazos frustrada. – ¡Quiero ver mi serie de Netflix! ¡Hoy hay un capitulo nuevo, pendejos! – grité y oí pasos tras mío. – Oh genial. – rodeé mis ojos y me di vuelta, mi boca se abrió en una completa O.
Ese cabeza de harina iba a tomar las pruebas, si entraba, verlo todos los días en mi casa.
Bufé resignado y me fui a las bancas, me senté de brazos cruzados, como una niña en berrinche. Todos bufaron y empezaron las pruebas. Ya sé porque me trajeron, por arriba de mi voluntad, a estar aquí. Soy muy perfeccionista, demasiado perfeccionista.
Malos pases. Así no se levantan las rodillas. Así no se patea a portería.
Ya, adiós paciencia.
- ¡Cabeza de harina! – grité, haciendo que todos voltearan hacia mí, y el nombrado giro fastidiado. – Así no se patea zopenco, y ninguno de ustedes lo sabe hacer, pero vi que tienen madera para esto. – empecé a caminar de un lado a otro, viendo mis pies. – Todos y cada uno tienen que aprender a patear, porque no he visto a ninguno haciéndole un gol a Sebastián, yo pateo mejor que ustedes.
- Si tanto hablas, ¿por qué no vienes y lo haces tú, princesita? – cabeza de harina me retó, se le notaba el fastidio.
- Dylan, préstame tus zapatillas. – dije mirando al cabeza de polvo con una sonrisa maliciosa. Mi hermano me pasó sus zapatillas y yo me las coloqué, trote hacia el frente de la portería y Sebas. – Hey tú. La pelota. – le grité y noté como se tensó. – Seré gentil, vamos.
Sentí la pelota en mis pies y una llama se prendió dentro mío, moví la pelota frente a mí, dejándome espacio para correr hacia ella. Ubiqué mi objetivo y corrí, tomando velocidad para patear, a la pelota tocar mi empeine, la pelota paso entre las manos del portero. Y así fueron varias veces, de maneras distintas.
Llegue a un punto donde mi camiseta estaba totalmente empapada, así que simplemente me la quite, quedando en un Sport, sentí todas las miradas en mí, incluidos los 7 mares.
- ¿Qué? ¿Ninguno ha visto una mujer sin camiseta? – dije y vi como los problemas de Semper iban a levantar las manos. – Ni el director les creería. – me burlé y luego me senté en el césped. – Te amo Sebas. – levanté mis brazos e hice un corazón con mis manos.
- Si, y yo soy virgen. – me tiró sus guantes en la cara. – A penas te pare 3 goles carajo. ¿Que diablos te dan de comer mujer?
- Pregúntale a Michael que cocina. – me reí y tomé la mano que él me había tendido. Mi mirada se dirigió a esos ojos miel que me miraban furioso y dándome a entender que no iba a dejar su orgullo de lado. – Cabeza de harina, ¿Qué te pareció?
Me ignoró y se fue hacia las bancas, solo reí y miré a mis chicos, quienes sabían él porque había tomado cartas en el asunto.
Oh cabeza de polvo, no sabes con quien te metiste.
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Criada por ellos.
Teen FictionProblemas. Enfretamientos. Armas. Familia. Y los más importante, fútbol. Todo aquello que define a los problemas de Semper. Amor. Ruptura. Inicio. Desenlace. Final. Hormonas. Y los más importante, carácter. Todo aquello que define a Samantha Collema...