Pecado 6. La lujuria.
Habían pasado diez días desde aquel primer día escabroso de luna de miel.
Ahora ambos habían recuperado cierta tranquilidad y paz en la relación.
Estando un día mirando el atardecer en la playa de Santorini, una brigada de la cruz roja se les puso enfrente, les dieron unos folletos que hablaban sobre ayudas psicológicas: bipolaridad por ejemplo. Y Ashley era el perfecto ejemplo de bipolaridad, había concluido ella.
-Buenos días - había despertado sonriente como siempre. Con el desayuno ya servido, y el celular en la mano.
La verdad es que ella no se sentía bien con ella misma porque se le insinuaba para tener sexo con él lo que la molestaba profundamente. Porque... Estaba sólo contento por un deseo carnal.
Ashley se inclinó tomando los labios de su esposa entre los de él, ella jadeó cerrando los ojos mientras él continuaba besándola. ¿Por qué lo hizo? Porque le daba la gana, era lo que le pedía el cuerpo y ya que tenía la oportunidad, pues mejor no desperdiciar.
-Deberías ir a comer -dijo él y ella se levantó con la diminuta pijama que le había regalo Mia para la boda.
Se sentó en la pequeña mesa y comenzó a comer como ya era costumbre para ambos. Pero de repente... Tocaron la puerta.
-¡Servicio de habitaciones! -gritaron desde afuera.
-Cúbrete con algo -la obligó pasándole una bata.
Ella se quedó sentada mirando la comida mientras el abría la puerta.
Hablaron en griego y ella no entendió mucho pero veía a Ash molesto coger una enorme caja... Como todos los días.
Ashley le dio una propina desorbitada, ella pudo ver dos billetes de quinientos euros pero sin duda había uno más escondido ahí, y el hombre se largó agradecido.
-¿Otra vez? -preguntó curiosa queriendo saber qué había en los sobres y cajas.
-Otra vez, cariño -contestó él abriendo la caja y cerrándola al instante mientras tensaba la mandíbula.
-¿Qué contienen? -se levantó ella con un par de fresas en la mano.
-Muchas cosas -contestó suspirando.
-¿Me las enseñas?
La miró durante un largo rato y una sonrisa se curvó en sus labios. Esa mirada la conocía, era cuando a se le ocurría una idea.
-Hagamos algo, cariño -sonrió restregándose las manos casi malignamente-. Vamos a ese armario -apuntó donde tenía las cajas guardadas-. Y ahí las sacaremos, las ordenaremos por orden de fecha y las acomodaremos en la cama. ¿De acuerdo?
Ella asintió y ambos caminaron hacia el armario. el bajó las de la repisa más alta porque Danielle no llegaba, es igual. Acomodaron la diez cajas que llegaban todos los días y las dejaron en la cama. Eran todas iguales, cuadradas y blancas.

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Sinner
General FictionLa mejor manera de vencer al deseo es cediendo a él, cediendo al pecador.