La penitencia.
Ashley Bones caminaba por el corredor de la muerte a toparse con su destino que no sería otro mucho más deprimente que la inyección letal.
Apretó la mandíbula a medida que se acercaba a final del pasillo. Odiaba ser empujado por los guardias y que los segundos se hicieran mucho más cortos que la verdadera espera.
Suspiró mirando al suelo cuando se detuvieron ante la puerta. Al otro lado, estarían los jueces para leerla la sentencia, que él ya se la sabía de memoria.
Abrieron las dos puertas y la angustia se empezaba a apoderar de su cuerpo. Ahí estaba su familia en el publico, vestidos de negro...
No hay una segunda oportunidad... No hay nada después de la muerte...
Volvió a ver al público, eran sus abogados, algún que otro amigo, su madre, sus hermanos y su padre.
Echando un último vistazo, se giró muy triste al no ver a su esposa. Y lo entendía, ya que sabía lo duro que sería para Danielle mirarlo morir. Pero la espinilla de la seguridad que no iba a verla nunca jamás, le agujereó el corazón.
Lo colocaron de cara a los tres jueces. Él temblaba, no podía evitarlo, porque sabía que ya no tendría otra opción, estaba condenado y iba a seguir condenado y moriría en Dallas, Texas, condenado.
Quién iba a saber que dónde empezó su historia, terminaría así de mal.
Obviamente, en 2004, había pasado algo similar. Un alemán que asesinó a un reo y lo juzgaron en Texas, a inyección letal.
Miró de reojo al jurado... Estos estaban rabiosos y lo miraban inquisidoramente susurrando palabras de desprecio:
"Eso te pasa por golpear a tu mujer".
"A una mujer no se le golpea".
"Eres imbécil"
"Maltratador"
"Machista"
"Asesino"
"Violador"
"Hijo de puta"
Y demás. Él intentaba mantenerse implacable ante los comentarios pero sus ojos denotaban dolor y mucho sufrimiento, al borde de las lágrimas. Miró al techo... Vaya, ese techo daban ganas de romper a llorar de lo precioso que era...Cerró los ojos y una cruel y amarga lágrima se deslizó por su mejilla hasta perderse en el suelo. El corazón le latía demasiado deprisa, rogó para que le diera un infarto, miró alrededor, a su familia, a los testigos, a los guardias, el jurado...
La idea de cerrar los ojos y nunca volver a abrirlos, lo conmocionó demasiado, a tal punto que empezaba a sudar en frío y a sentir mareos, como que todo le daba vueltas y vueltas.
—¿Sr. Bones? —preguntó uno de los jueces al verlo hacer los ojos en blanco y casi caerse de espaldas.
Pero se oía a lo lejos. Estaba tan concentrado por quedarse en pie que las voces eran lo de menos.
—Ashley—lo llamó su madre con un nudo en la garganta— Se va a desmayar —advirtió y los guardias lo sentaron en el estrado.
Sin pensarlo, Lydia corrió hacia su hijo. Lo miró... Y reflexionó: no había nada más duro que perder a un hijo, sino perder a dos. Ashton Bones ni siquiera pudo tener un funeral en condiciones, como su cuerpo estaban tan acribillado por las balas, lo tuvieron que mandar al crematorio.
Lydia esparció sus cenizas por el Egeo, porque Ashton era eso: luz, libertad, azul.
Y ahora estaba Ashley, su pequeño y consentido Ashley. La había decepcionado muchísimo pero era su hijo, y no quería que muriese. Lo acarició en el rostro, con dulzura, suavidad... Los últimos momentos con su hijo.
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Sinner
قصص عامةLa mejor manera de vencer al deseo es cediendo a él, cediendo al pecador.