La pereza.
Danielle descansaba junto a Ashley mientras que él le acariciaba la cabeza pensativo mirando al techo del hotel.
Este era su último atardecer en las tierras de la Isla. Se sentía tan mal porque Santorini era una isla que amaba con todo su ser por lo que significaba para él, pero por otra parte estaba harto de tener que trabajar en una silla de madera con todo el ruido de la costa, la gente y su esposa cuando podría estar en su oficina en Atenas, admirando como el caos de ciudad no podía con su matemático cerebro. Ante la mirada de ella, él se levantó suspirando. La miró un rato y prosiguió a hablar
—¿Sabes qué pasará? —ella negó con la cabeza—. Esta noche volvemos a Atenas...
—¿Y qué ocurre?
—¿Que, qué ocurre? —volvió a preguntar— tú tendrás que trabajar con tus cosas y yo con las mías. Estos días ya no se volverán a repetir y quiero que te quede claro.
—Pero.. —él la interrumpió.
—Quiero que tengas muy claro que no tienes que molestarme mientras trabajo... No soporto las distracciones. Quiero que te quede claro que cuando lleguemos a Atenas, tu empezarás con tus clases con el idioma.
Ella asintió bajando la mirada con los ojos picando por las lágrimas... Volvía la bipolaridad y con ella, el dolor que le ocasionaban las palabras. Porque las palabras pueden ser armas mortales y tenía un armamento entre los labios.
—Ashton quiso ser tu profesor —declaró haciendo que la mirada brillante y llorosa de ella se levantara tan rápido como pudo.
—Oh —pudo decir mientras volvían a tocar la puerta.
se acercó a la puerta vestido con una bata y el mismo hombrecillo de todos los días traía la caja blanca de siempre. Llena de cartas tan perturbadoras que por lo que Danielle vio, no eran de cualquiera, era de alguien obsesionado con el.
Pero esta vez, traía otra cosa más grande una caja enorme blanca, con otras cuatro variando de tamaño de más grande a más pequeña apiladas en una pequeña torre.
—Mi regalo de bodas —dijo Ashley.
Ella miró las cajas y se le cayó la baba cuando se dio cuenta de lo que eran. Un iPhone, un iPod, un iPad, un Mac portátil y un Mac de escritorio.
A ella se le hicieron los ojos rojos porque siempre soñaba con un iPhone, o algo de Apple. Sentía tanta envidia cada vez que veía a alguien con el último iPhone... Y ahora el se los había dado.
—¿Por qué lloras?
Levantando la mirada, Ash tenía el ceño fruncido y la mirada como si estuviese loca.
Y eso es lo que se estaba convirtiendo ahora mismo.
—Es que... —sorbió por la nariz—. Alexia nunca pudo permitirse un teléfono móvil —sonrió débilmente—. Yo no le pedía mucho pero es que esto me supera.. Yo...
—No me vengas con esas tonterías de que no puedes aceptarlos porque no me convence. Los necesitarás para el instituto, y sobretodo —apuntó al iPhone—, para que me digas dónde estás.
Sonriendo ella tomando valor, se levantó pasando las manos tímidamente por el torso de Ashley envolviéndolo en un abrazo se tensó porque no le gustaba que lo tocasen a menos que él estuviera de acuerdo pero normalmente en frío no le gustaba para nada.
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Sinner
General FictionLa mejor manera de vencer al deseo es cediendo a él, cediendo al pecador.