V E I N T E

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Hola, mejor amigo.

Anoche, torturando mi sueño mientras bebía tequila acompañado de sal y limón a la luz de la luna, recordé la única razón por la cual sigo esperanzada contigo después de todo; recordé el 14 de abrir de hace un año.

Era un día tétrico e inusual; llovía sin parar con aire tan frío como en invierno.

Lo recuerdo tan bien por qué supiste calentarme de la mejor manera.

Habíamos llegado a tú casa después de una larga jordana de trabajo y universidad, tanta cansados que decidimos tirarnos a la cama y cobijarnos para mantenernos calientitos.

Estabas acostado a lado mío mirando hacía el techo sumergido en tus pensamientos, me había girado un poco para poder verte mejor pero ese fue un acto que te trajo de vuelta a la realidad, girasté tu rostro hacia a mí y me regalaste una amplia sonrisa, haciéndome ver tu lindo hoyuelo en la parte izquierda de tu rostro.

Tu sonrisa se expandió y tus ojos se abrieron tantos que al instante comprendí que una idea había llegado a tu mente, sin darme tiempo de verlo venir te pusiste de pie y corriste en dirección al pasillo como si fuera urgente lo que tenías que hacer, como si la idea que tuviste fuera a desaparecer.

Segundos después volviste con una botella de tequila y unas papas fritas.

Subiste la cama, nuevamente, te sentaste pegando tu espalda en la cabecera de la cama, seguido yo hice lo mismo.

Tomaste una gran trago de la botella; hiciste una mueca muy chistosa de la cual yo me burlé. Me pasaste la botella y sin dudarlo bebí de ella... y así fue durante un rato más, pasamos la botella entre nosotros entre risas y platicas entretenidas. Aún quedaba una muy buena cantidad de alcohol cuando decidiste comenzar a «jugar». 

—Juguemos a algo —propusiste. Te levantas haciendo las cobijas a un lado, seguido las retiraste de mí lado de la cama y tomándome de los tobillos me jalaste hasta quedar al borde de la cama frente a ti—, es un juego de 24 horas.

Me senté sobre mis rodillas para poder igualar aunque fuese un poco tu estatura.

Te mire confundida; con las ganas de saber y no saber.

—¿En qué consiste el juego? —te pregunté con la voz tenue tratando de ocultar mi ansiedad.

Sonreíste malicioso.

—Antes promete algo —pediste con anhelo—, pase lo que pase, tú y yo siempre seremos mejores amigos; siempre estaremos juntos.

Más confundida que antes te miré pero no dude mi respuesta ni un solo segundo.

—Lo prometo. —Aseveré, sin ningún tipo de titubeo—. Tú prométeme que siempre estaremos juntos.

—Por siempre y para siempre —respondiste seguro—, y no es promesa es aviso.

Sonríe orgullosa. Generalmente eres de esos chicos serios y secos pero conmigo, quería creer que sacaba tu lado más tierno.

Nos quedamos callados unos segundos mirándonos a los ojos hasta que ganaste y terminé en un ataque de risa.

—Ya dime de qué trata el juego —te pedí entre risas. 

Te mantuviste serio unos segundo y vi la duda pasar por tu mirada.

Tomaste la botella y bebiste otro gran trago.

—Juguemos a no conocernos durante 24 horas —hablaste al fin. No comprendí tus palabras ni que querias decir con ellas, ni a que juego consiste por lo que me limité a fruncir mi ceño y dejarte proseguir:— Solo seremos dos chicos desconocidos entre estás cuatro paredes. Jugando a... hacer realidad nuestros sueños más salvajes —explicaste acortando la distancia entre nosotros. Pasaste tu dedo pulgar por mi labio inferior.

Sueños más salvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora