T R E I N T A Y C I N C O

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Los celos me inundaron la visión y la sensatez.

Las ganas de querer asfixiar a ese hijo de puta al tan solo imaginar que tendría sus manos sobre tu cuerpo, hicieron que no lo dudara ni un segundo; iba a ir a buscarte.

Localizar a Nathaniel fue fácil, por ser quién es la gente está estúpidamente al pendiente de el 24/7, y como dije, localizarlo fue fácil al igual que a ti.

Según se encontraban en un bar-billar de mala muerte a las afueras de la ciudad.

Manejaba como lunático; me pasaba semáforos rojos, mis nudillos se tornaban blancos por la fuerza con la cual sujetaba el volante y mi pie pisaba con firmeza el acelerador.

Nathan tiene esa jodida fama de hacer a cualquier chica suya, y de solo imaginar que él podría besarte, desnudarte, tocarte, sentirte... cómo yo una vez lo hice, me hierve la sangre y escalofríos me recorren el cuerpo. Podría jugar que estaba a punto de templar del enojo.

Golpeé varias veces el volante del cojare contenido porque aunque sabía que el hecho de que estuvieras con él y no conmigo era mi culpa, no quería aceptarlo y lo culpa a él por interponerse.

Llegué al lugar y me adentré como si conociera el lugar. Mi mirada recorrido todo el lugar hasta que di con él.

Sobre una de mesas de billar estaba una chica castaña sentada y Nathan se encontraba en tus sus piernas ligeramente abiertas besando su cuello mientras ella suspiraba de placer aferrando sus manos a los brazos de él.

Desde lejos sabía que la chica eras tú.

Mi respiración incrementó a sobremanera y mis puños estaba haciendo tanta fuerza que un buen golpe podría noquearlo.

«Fuiste mía, y desde ese momento siempre serás mía. Y odio cuando un hijo de puta se meten con lo que es mío».

A la mierda el conformismo.

No iba a aceptarlo, no iba a aceptar solo ser simple amigo tuyo.

Quiero ser tu amor de por vida; ser todo y no ser nada cuando no estas conmigo.

Quiero ser esa pasión que desborda tu día con día.

Quiero ser él único que te haga gemir tanto que no estar conmigo te haga sentir insatisfecha.

Quiero que sea mi nombre el único que grites en una cama, y solo sea mi espalda la que rasguñes.

Quiero ser solo yo la persona que más odies en el mundo y a la misma vez a la que más ames.

Quiero que maldigas mi nombre cada vez que sea el dueño de tu insomnio.

Y sobre todo, quiero que tú seas la dueña de todos mi orgasmos, de mis ganas de vivir, de mis noches de tequila, de mi sufrimientos, de mi dolor, de mi calma, de mi amor.

Porque prefiero que estés conmigo a que estés con otro.

Soy un maldito egoísta, lo sé, pero prometo que cada puto día de mi existencia voy a intentar cuidar tu corazón, siempre, antes que a mío.

Y esa noche, al verte en brazos de otro hombre lo comprendí.

Te quería solo para mí.

No iba a conformarme con menos; serías mi novia, y en un futuro, la madre de mis hijos.

Sueños más salvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora