C U A R E N T A Y S E I S

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Al llegar varias miradas lujuriosas y otras morbosas se posaron en mí, pero ignore cada una de ellas; tú eras mi único objetivo.

Tomé varias copas de tequila hasta llegar a ese punto de valentía que estando sobria jamás había podido llegar a tener.

Avancé por el medio de la pista entre cuerpos sudorosos, bebidas alcohólicas y gente bailando como si estuviera convulsionando.

No te encontraba por ningún lado. Al único que ví en varias ocasiones era a Nathan pero traté lo más que pude de alejarme de él; me sentía avergonzada por lo ocurrió hacía algunos meses atrás en aquel bar. No era yo por completo sino una versión despechada de mí.

Pasaron varios tragos de tequila más por mi garganta hasta al punto que ya no ardía, cuando por fin te encontré.

Como era de esperarse no estabas solo; estabas con mi mejor amiga... Alissa.

Espero notes el sarcasmos en mis palabras aún en las letras.

Esa maldita llevaba el mismo vestido rojo que yo, y no voy a mentir, se mira a realmente bien.

Pero, en lugar de enojarme por la coincidencia tan nefasta, sonreír triunfante: ella no llevaba mi vestido; yo llevaba el suyo, en su propia fiesta, frente a sus invitado.

Era opacada por mí.

La reina de la universidad era destrozado por la chica insignificante que durante mucho tiempo apodaron como «La piojosa Montgomery».

Ella al verme arqueó una ceja de manera desafiante y a su vez me regalaba una sonrisa tensa, suspiré por mis adentros y me arme de valor caminando pasando entre la gente para llegar a ustedes.

Estaba a pocos metros de distancia de ustedes, y el tenerte tan cerca de mi era algo irreal.

Tenías tus ojos puestos en mí, explorando cada detalle de mi ser, tal como yo lo hacía contigo; tenías la mirada sería y oscurecida, tu cabello era más largo de lo que recordaba y una ligera barba se hacía presente, tu mandíbula estaba tensa al igual que tus músculos. Todo en ti brotaba perfectamente y erotismo, tal como siempre.

Dejé de respirar por largos segundos.

El sonido se había ido, al igual que la gente y todo ese rencor que te había guardado.

Observé como pasaste tu lengua por tu labio inferior de una manera tan erótica que la ganas de tirarme los cabellos eras intensas.

Creí absurdamente que el volverte a ver no provocaría gran cosa en mi, pero ya veo que me equivoqué; casi podía sentir como mi corazón latía a mil por hora contra mis costillas.

La sangre que había subido a mi cabeza, pasando por mí corazón y mejillas, rápidamente bajó cuando de un movimiento abrupto y desconcertante Alissa giró tu rostro y sembró un beso en tus labios, fue uno desesperado y lleno de orina de perro; quería marcar territorio.

Un hueco en el estómago me invadió por completo, y de pronto, las ganas de vomitar sobre ustedes parecieron ser la única salida.

Desvié la mirada de ustedes; verlos me puso más mal de lo que me gustaría admitir. Al hacerlo, sorpresivamente choque con la mirada extasiada de Nathan Daniels, quién se dirigía a mí de manera peligrosa.

No pensé, solo tome la oportunidad que cualquier chica de 19 años, llena de whisky y malas decisiones haría; lo besé.

«Otras fueron simulacros, yo soy el incendio»

Sueños más salvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora