Hola, Sasha:
Ni siquiera sé cómo disculparme por lo ocurrido antier.
Me comporte como un animal, lo sé, pero no puedes culparme; el hecho de ver cómo Nathan ponía sus manos en ti mientras te besaba con desesperación me desquició totalmente.
No podía, simplemente no podía permitir que un hijo de puta como él te tocara; tú eras un jodido ángel, no puedes estar con un demonio como él, y en todo caso, aunque suene egoísta, el demonio que merece estar a tu lado soy yo.
Porqué cariño, puedo ser un grandísimo cobarde hijo de puta pero te juro por Dios que jamás haría algo para lastimarte.
Lamento haber arruinado tu noche, lamento haber golpeado a Nathan, lamento que lo policía haya llegado a llevarnos a él y a mí; y tuvieran que suspender la fiesta, en la cual, a pesar de que Alissa era la festejada, tú te llevabas el protagónico; eres la más hermosa, y de eso jamás he tenido duda, pero antier dejaste en claro que Sasha Montgomery es la reina del mismo paraíso.
De verdad, lo lamento pero necesitas saber que no me arrepiento. Y lo volvería hacer.
Como dije, llámame egoísta pero te tiene que quedar en la mente que ese chico no es para ti, ninguno lo es, porque nadie nunca va amarte como te amo yo.
Y tampoco me arrepiento porque eso hecho me sacó de mi jaula de cobardía; pues por fin te confesé mis sentimientos.
En medio de la madrugada, con el sonido de la vergüenza y la decepción hacía mi persona al estar en una delegación, sentí como mi corazón se salía del pecho cuando al levantar mi mirada hacía las rejas que evitaban mi libertad, me encontré con la tuya, esa mirada que durante noche me hipotizaba en mis sueños más salvajes, estaba ahí; justo frente a mí, y, en un cuarto oscuro, lleno de sueños rotos, olores putrefactos, asustado hasta la mierda y privado de mi libertad... me sentí vivo.
Me levanté de mi pequeño catre y sin dudarlo, avancé hasta las rejas de la celda para poder admirarte de cerca; como no me dió tiempo de hacerlo en la fiesta.
Joder, eras demasiado hermosa.
Presté atención a cada parte de ti; no hubo parte de tu cuerpo que no observara o cada pensamiento que no adivinara.
Mi visita se centró en tus ojos y vi tan a través de ellos que supe las ganas de mandarme a la mierda que tenías pero también las ganas de decirme que me extrañaste, como yo cien veces te extrañe a ti, pero no lo hiciste; no dijiste nada solo te mantenías callada observándome, tímida.
Las pestañas de tus ojos estaba húmedas y comprendí que habías llorando, no sabía la razón exacta pero sabía que era por mí y me odie por eso; cada músculo de mi cuerpo se congregó al saber que habías llorando por mí y las ganas de golpearme por imbécil eran tantas que los nudillos de mis manos dolían cuando hacía presión sobre las rejas de la celda; llevaste tu mano sobre la mía haciendo que el frío de mi cuerpo entrará en un cálido calor que sólo la persona que uno ama puede darte.
Observé con detenimiento ese pequeño detalle; tu mano sobre la mía. Sanando el dolor, calentando el frío y desapareciendo todos los demonios que sembré en mí.
Levanté mi mirada para sentirme en paz conmigo mismo una vez que viera la tuya, pero me encontré con una lágrima cayendo por tus mejillas sonrojadas.
Sentí como alguien clavaba un cuchillo en mi pecho, y ese alguien era yo; al ver cómo llorabas por mí. Cielo, soy un idiota y las chicas como tú no deben llorar por idiotas como yo, y quise decirlo, iba a decirte que no lo hicieras más pero al momento de abrir mi boca no pude controlarlo; las palabras salieron de mi pecho sin poderlo evitar.
—Te amo —confesé, con el corazón en la mano y las ganas de salir corriendo a tu dirección—. Te amo, Sasha Montgomery.
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Sueños más salvajes
Teen FictionElla era fuego y él era hielo, entonces ¿quién quema a quién?