Hola, Mike.No he dejado de temblar desde antier; estoy asustada y me siento tan pequeña en el mundo.
Ni siquiera me puse así cuando te vi perder los estribos y golpear sin miramientos a Nathan, ni como este te golpeaba de peor manera; desde que entramos a la facultad conocíamos la fama de Nathan y lo peligroso que podía llegar así, y aún así lo enfrentaste; poniéndote en peligro.
¿Es que acaso estás demente? ¡Él pudo haberte matado!
Sentí la opresión en mi pecho cuando vi como la policía te saca esposado del lugar mientras que Nathan solo tuvo que hacer una llamada y lo dejaron ir.
Durante una hora caminé con tacones hasta llegar a la delegación; en plena madrugada y con el temor a flor de piel, pero necesitaba saber cómo estabas.
Al llegar estaba muy nerviosa, mi respiración era irregular, los latidos de mi corazón podían ser oídos por cualquier humano, mi garganta estaba seca y con un gran nudo instalado ahí.
Cuando te vi sentados en el pequeño catre, en medio de un cuartito oscuro y horriblemente en mal estado; con olor a orina y a hierba, me sentí terrible; era por mi culpa que estabas ahí, yo provoqué tu enfado y aunque la he pasado muy mal por tu culpa soy conciente de que no merecías estar ahí.
La culpa me invadió y no me dejaron hablar; sentía las lágrimas picar en mis ojos pero intenté hacer todo lo posible por evitar derramarlas.
Tu rostro quedo a centímetros del mío pero aún así había una reja larga y desgastada que nos dividía.
Te mirabas tan guapo como el infierno.
Las ganas de querer tocar tu rostro y gritar «¿por qué me abandonaste?» querían salir de mi cuerpo, pero lo único que salió fueron lágrimas.
Lágrimas que limpiaste con la yema de tus cálidos dedos, haciendo que el simple roce me haga hiperventilar.
Te extrañe mil infiernos.
Sin darme cuenta mi mano estaba sobre la tuya, y es entonces que comprendí la razón por la cual aún no me desmayaba; robaba tu energía. Eres mi núcleo.
Cuando tu mirada volvió a la mía, no sé cómo explicar lo que sentí pero todos aquello malo que vivimos tú y yo de pronto valió la pena; como si la destino estuviera diciendo: «Este era el momento»
—Te amo —susurró un demonio disfrazado de ángel; tomando mi alma y llevándola al infierno—. Te amo, Sasha Montgomery.
Tú voz hizo por eco en todo el lugar y esa simples dos palabras acompañadas por mi nombre se repitieron en mi mente, una y otra vez.
Y aunque sé que tú eres frío, por un momento yo fui el carbón y tú fuiste el fuego; me consumiste por completo.
Me sentí tan estúpida pues en ese momento no sabía que decir o hacer, estaba asustada hasta la mierda y mi corazón latía a mil por hora; mi mente estaba muy ocupada pensando en como evitar que mi corazón se saliera de mi pecho, por lo que respondí lo primero que se me vino a la mente:
—Gracias, mejor amigo.
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Sueños más salvajes
Teen FictionElla era fuego y él era hielo, entonces ¿quién quema a quién?