68 | De ahí soy

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Luego de muchas sesiones más, llego el momento de seguir por nuestra cuenta. Nuestra relación ya era estable.

Mike y yo eramos muy felices. No voy a mentir, estar con él fue muy dificil, lo conocia mejor que nadie; sabía cuando una chica era de su tipo y cada que miraba una chica con esas cualidades no dudaba en asumir que le gustaba y, según sus propias palabras, él pensaba lo mismo de mi. Lo cierto es que cuando algo así pasaba nos lo deciamos de frente y al momento, entonces lo arreglabamos y podiamos continuar.

Pero aunque todo iba bien nada era perfecto, a veces nuestra relación se volvió rutina; él todas las mañanas pasaba por mi para ir a la escuela con dos tasas de café y yo salía con galletas, como lo acordamos desde que eramos mejores amigos, después; salimos de clases y nos ibamos a comer chuchería en la tienda de la esquina de donde estudiabamos como unas dos horas hasta que luego iba a dejarme a casa y eventualmente se iba a la suya. Por si fuera poco hablabamos todo el tiempo por mensaje de texto, entonces aunque era increíble estar con él y estar siempre en comunicación ya sea por mensaje se volvió aburrido y axflixiante.

Llegamos al punto donde toda relación se desgasta o como cuando la nutella comienza a ser empalagoza.

Así que un día simplente le dije...

—No puedo más —solté, entonces. Él me miró de reojo pero no dijo nada, sentí un alivio inmenso porque fui ahí cuando me di cuenta de que él sabía a que me refería, pues se sentía igual—. Se volvió cotidiano...

Mike paro en un brinco que hizo que me removiera de la cama.

—No, no vas a terminar conmigo —interrumpió de pronto. Sonreí.

—Claro que no —dije en cuanto mi mano voló hacia su camisa y lo jaló hacia mi cuerpo, envolví mi brazos en su cuello y bese su nariz—. Jamás te escaparas de mí.

—¿Entonces?

—Sal con tus amigos... o amigas. No siempre tenemos que estar juntos o hacer todo juntos, esta bien si quieres salir con ellos un fin de semana o algo así —dije de pronto. Porque era cierto, últimamente ni él ni yo saliamos con nuestros amigos. Ocupamos despejar nuestramente o como me decía una vieja amiga, extrañarnos.

El asentió.

De pronto sonrió, acomodo su camisa y cabello.

—Bueno, son las 10:42 —dijo un segundo después de ver su celular—. Iré a la fiesta de Connor, te veo mañana —afirmo antes de salir disparado y azotar la puerta al salir.

Me quede ahí en blanco. Sin saber que decir o que hacer.

¿De verdad me tomo la palabra y se fue?

La puerta volvió abrirse.

—Es broma amor, ven, vamos a divertirnos —dijo, extendiendo su mano para que yo la tomara. Y lo hice.

Ese día nos divertimos como nunca. Estabamos en la misma fiesta pero cada quien por su lado con sus amistades, estabamos juntos pero separados, y cuando nuestras miradas chocaban de vez en cuanto sabiamos que de ahí eramos.

Sueños más salvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora