No me dolieron tus palabras, eran estúpidas y sin sentido.
Yo no soy un objeto tuyo; no soy tuya, soy mía y mi cuerpo también lo es por lo cual yo decido quien lo toca y quien jamás lo vuelve hacer.
Tus palabras no hieren, enfadan.
Me sentía enfadada conmigo misma porque durante mucho tiempo lloré como estúpida mientras seguía escribiendo cartas cada vez que veía que eran los labios de otras los que besabas; yo jamás intente dañarte por eso ni mucho menos diría algo que quizá te lastimara.
Debido a mi cobardía tomé como castigo el verte en brazos de otra. Pero tú... tú ¿no verdad? hijo de puta; aparte de ser un cobarde y no decir directamente lo que sientes por mí decides ser un completo idiota y ególatra.
No sé si te gusto o simplemente piensas que soy uno de tus objetos al que puedes titular como "tuyo", pero sea lo que sea me salí de tu estúpido juego a medias.
Por lo que en ese instante, cuando tus respiraciones no tenían control, cuando tu corazón latía a la par con el mío por razones distintas; con mi voz gélida, la frente en alto, un corazón roto pero creciendo como mujer, respondí:
«—No te equivoques; soy mía, nunca tuya»
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Sueños más salvajes
Teen FictionElla era fuego y él era hielo, entonces ¿quién quema a quién?