CAPITULO 2

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Iris contó el dinero de su cartera. 23 euros con 48 por ponerle música de fondo a Doro, vender durante una hora amuletos en el puesto de Alma y cuidar niños en la fortaleza de pacas de heno. Maldita sea, ganaba mas una tarde lluviosa en cualquiera de las zonas peatonales. Pero daba lo mismo. Le bastaba. En cuatro semanas tendría ahorrado el dinero para la convención y todavía le sobraría para mantenerse diez días a flote. Así que si se había quedado encargada del puesto de ropa para que Nadja pudiera ir a la hoguera a comerse unas costillas, lo había hecho pura y simplemente por amabilidad. Lo cierto es que también habría podido cerrar el puesto por que a esa hora ya no iba a parecer por allí. 

Dirigió su mirada escrutadora a la izquierda y la derecha, hasta donde llegaba su vista todo estaba en orden. La masa de gente que se había congregado durante todo el día en el recinto, tanto adentro como afuera del castillo, le resultaba tranquilizadora e inquietante al mismo tiempo. Tranquilizadora por que uno se la podía poner como un traje de camuflaje y desaparecer dentro de ella. Inquietante por que lo mismo podrían hacer todos los demás y, entonces, seria imposible ver llegar el peligro desde la distancia.

Ahora era la oscuridad la que proporcionaba protección y amenaza. Iris escruto a su alrededor una vez mas: visualizo cada grupo, cada parejita en las proximidades y no pudo ver nada sospechoso. Bien. ¿Por que no ganarse, entonces, unos cuantos euros mas con un poco de música?

Saco su arpa de la funda y empezó a afinarla. Ensayar todos los días, aprender una nueva pieza cada dos semanas. Por un lado, para ampliar el repertorio que tocaba en las calles peatonales. Por  otro, para cuando llegara el tiempo de que todo terminara.

Iris apoyo la espalda en el respaldo, coloco los dedos sobre las cuerdas y toco los primeros compases de Greensleeves. Con el publico de la calle esa pieza siempre funcionaba de maravilla por que todos sabían tararearala, mal que bien. En el momento había introducido unas cuantas variaciones que necesitaban bastante practica. Pero.... se quedaban. ¡Genial¡ Como esperaba, la melodía atrajo a la gente; Iris oyó sus pasos y se forzó a mantener la miraba, baja, fija en el instrumento. Las personas peligrosas no se reían en voz baja, sino que se aproximaban sin hacer ruido, sus golpes venían de la nada, de un silencio engañoso.

- eh, Iris ¿donde esta Nadja? -

Ah, Sandra y su amiguito el cuatrojos superdotado.

- comiendo - respondió mientras debaja que se apagara el acorde en la menor y suspiro exasperada. Aquellos dos no eran del tipo de publico que dejaba unas monedas.

- ¿sabes cuando va a volver? -

- ni idea. Cuando no tenga mas hambre, imagino -

El de lentes agarro unos pantalones de piel con un cordón a la cintura y una camisa que se abrocha con cintas.

- ¿podemos mirar mientras? - pregunto - me gustaría probarme unas cosas. -

La menor. Do bemol mayor.

- claro. Atrás, en la tienda, hay un espejo si lo necesitas -

- gracias -

Iris comenzó con sus variaciones de la Brian Boru's March procurando tapar la voz de Sandra.

- esos pantalones no te los puedes llevar, necesitas unos calzones y unas calzas -

- ¿unos que? - la voz del estudiante modelo sonaba desconcertada.

- calzones. Unos calzoncillos de la edad media. Las calzas se abrochan a ellos. Muy practico. -

Soplido divertido.

- por mi que no quede. Pero la cosa esa me recuerda a unos pañales -

- luego te pondrás la camisa o la túnica por encima. No te preocupes -

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