CAPITULO 5

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Era imposible que Paul pasara inadvertido. Las plumas rojas de su casco de caballero se mencia hacia atrás cada vez que una corriente de aire cruzaba el vestíbulo de la estación. A su alrededor se agrupaban ya algunas personas, de las que Bastian solo conocía a Piedrecita y Doro, y por supuesto a Sandra, que corrió hacia el en cuanto la vislumbro.

Rodeo su cuello con los brazos y el platon un beso en los labios.

- me alegro tanto - susurro - . Es fantástico que estés aquí.  

El también se alegraba, aunque el reciente encuentro con su padre todavía le dolía. No pensar en ello. Mejor, contemplar a Sandra.    

En las ultimas cuatro semanas habían salido algunas veces, conversado largamente y organizado juntos los preparativos para aquella aventura, pero todavía no habían alcanzado mayor intimidad. Bastian tenia la impresión de que Sandra quería esperar hasta la conservación, como si fuera solo allí donde pudiera decidir si el encajaba con ella. Ahora su mirada resplandecía, vibrada literalmente de la emoción.     

Aquellos dos molestos ecos de su cabeza - la visita inesperada y la llamada anónima -empezaron a evaporarse. Durante unos minutos se sintió indeciso en cuanto a lo que debía hacer, ¡seria acertado hablarle a Sandra de la llamada? Pero no quería poner en peligro tan buena atmósfera. ¿Para que? Se había decidido a viajar con ellos, estaba allí, se alegraba. Seguro que la llamada no había sido mas que una broma estúpida, tal vez del tipo ese que en el mercado medieval se quejo de que Bastian pudiera participar y el no. Eso tenia que ser. Mala suerte, chico.    

Sandra enlazo los dedos con los suyos y lo llevo hacia los demás. Paul lo saludo moviendo en alto su porta papeles mientras le ofrecía una sonrisa tan cordial que empezó a sentirse realmente como un viejo miembro del grupo. Pero no les entrego los boletos todavía.

- cuando estemos todos - dijo.

Lisbeth y Georg fueron los siguientes, Iris llego casi de inmediato. Su comportamiento era muy distinto al del día de la feria, se mantenía pegada a Piedrecita como si tratara de desaparecer bajo su sombra. Bastian se fijo en que cargaba únicamente un petate de marinero a la espalda, sino que también llevaba apretada contra su pecho una bolsa de piel grande, semiesférica. Apostaba lo que afuera a que allí adentro estaba el arpa.    

- en cuanto venga Lars, Ralf y Tommi estaremos todos - dijo Paul.

- ¿tan pocos? - Bastian lo había imaginado distinto. Hasta ahora eran diez, con los tres que faltaban serian trece.

- no todos salimos desde colonia. Vienen otros cuantos, pero no sera un espectáculo de masas - Sandra acaricio sutilmente su mano, paso los dedos por la parte interna de su antebrazo. - Esta vez somos un grupito realmente exclusivo, ¡espero que te sientas honrado¡ - se interrumpió para hacer gestos de saludo hacia el vestíbulo, por donde venían nuevos compañeros.

Según las posteriores explicaciones de Sandra, el ruido rechoncho que había leído del texto de la ordalía era Ralf. Ahora, bastante congestionado y con la frente sudorosa, cargaba una mochila sobre el pecho y otra a la espalda, mientras que Lars había preferido un equipaje mucho mas ligero. Pero llevada una lanza como si se tratara de un bastón de montaña, lo que atraía sobre el la mirada de todos los viajeros.

Iris frunció el ceño.  

- vamos a tener problemas en el tren si llevas ese bulto tan a la vista - dijo.

- lo pondré en el maletero enseguida. Visto y no visto... no lo va a descubrir nadie. -

Ralf avanzo con sus dos bultos hacia Paul.

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