CAPITULO 40

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Bastian se corrió con cuidado hacia la izquierda y, como esperaba, Simon siguió su movimiento. Una suerte. Por espacio de unos segundos se había situado justo frente al escondite de Iris, pero ahora toda su atención recaía de nuevo en Bastian.

- Voy a cortarte en tiras - dijo sonriente - . En tiras de piel. Pero primero quiero que me la devuelvas - fue hacia él, demasiado veloz para el gusto de Bastian. Y de pronto hizo un giro inesperado en dirección a Paul. Una de sus botas militares golpeó la reja con estruendo, la punta de la navaja se levantó vertiginosa - . Tú tendrás a tu padre, yo a mi chica. Ese era el trato - dijo y se rio con aspereza - . ¿Y bien?

Paul se encogió de hombros, sacudió la cabeza.

- ¡Tú me prometiste a Iris! - voceó Simon, aproximándose; se detuvo a pocos centímetros de él, con la punta de la navaja señalando su abdomen.

Bastian ansiaba tener un arma, cualquier cosa con la que herir a Simon para que el dolor le impidiera pensar en Iris.

"Por favor, quédate tranquilo, no te muevas, por favor", no paraba de pedirle ella en sus pensamientos.

- Lo sé, lo siento - dijo Paul mientras se separaba gradualmente de Simon - . Pero es que hay algo que salió mal. Se ha marchado ya, con los otros. Intenté detenerla, pero...

- ¡No me mientas! - esta vez la navaja trató de alcanzar la entrepierna de Paul, pero el chico debía de contar con ello porque saltó a un lado y el foso quedó entre los dos.

- Escucha - dijo levantando las manos - . Sé que en este asunto la cagué. Perdóname. Te daré más dinero, ¿de acuerdo? 20,000 en vez de 15,000. Como indemnización.

Simon negó con la cabeza. Como en cámara lenta una sonrisa astuta se extendió por sus facciones.

- No se ha ido. Lo sé. Puedo olerla - husmeó el aire, con las aletas hinchadas - . Siempre fui capaz. También huelo a los mentirosos. Ahora mismo apesta - señaló con la navaja a Paul - . Además oigo los pensamientos de Iris. ¿Quieren saber lo que piensa? "Simon, líbrame de estos cerdos chiflados" - comenzó a reír, pero se detuvo bruscamente - . No voy a dejarme engañar —murmuró. Su navaja brillaba a la luz de la linterna que Carina proyectaba sobre él, como si así pudiera mantenerlo a distancia.

Alguien se colocó junto a Bastian. Su padre.

- ¿Sabe qué? - el tono de doctor encumbrado - . Creo que antes vi a la chica afuera. En el río. Si estuviera aquí, ya la habríamos descubierto hace rato.

¿Funcionó? Simon parpadeó irritado. El padre de Bastian cambió su táctica, se puso en plan colega amistoso.

- ¿Qué le parece si vamos juntos a mirar? Creo que ha llegado el momento de salir de este agujero indigno. Es comprensible que piense que huele algo, pero seguramente será Bastian y también... perdóneme, por favor, ¿cómo se llama usted? Eso es, también Lars necesita una ducha. Debemos irnos - .

- ¿Se ha ido entonces? - una mirada sarcástica a Paul.

- Sí. Por desgracia - .

- Si es así... - se agachó y sacó de las sombras la bolsa del arpa - , habrá olvidado esto. Ya no lo necesita.

Levantó la bolsa. La dejó caer. Una nota desafinada se extendió por todo el sótano.

Bastian se tiró al frente con un aullido, esperando tapar así las lágrimas de Iris.

- ¿Te has vuelto loco? ¡Deja sus cosas en paz! - le arrancó la bolsa, se la dio a Carina y supo en ese mismo momento que era un idiota, un imbécil sin instinto.

Simon se puso detrás de él mucho antes de lo que parecía posible. Le pegó una patada en la corva derecha, su pierna perdió pie, el chico se derrumbó en el suelo como un saco de papas. De repente tenía la rodilla de Simon en el estómago, todo su peso.

SaeculumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora