CAPITULO 32

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Aeso se dedicaron las siguientes horas. Bastian sentía que los demás lo acechaban, los veía cuchichear. Ahora yo soy su cuerda, su pala, su escalera a la libertad. Solo esperan el momento de utilizarme.

Tal vez para incomodarlos más todavía, Iris sacó el arpa y comenzó a tocar. Planxty Drew, en dos variaciones distintas. Tourdion. Después, una melodía que Bastian no conocía, pero sonaba a recuerdo y despedida.

De pronto, unos ruidos se unieron a la música de Iris, gemidos y ladridos. Los primeros provenían de Arno; los segundos, de Roderick. El animal tiraba de su correa provisional mientras Alma hacía verdaderos esfuerzos para tranquilizarlo.

Sin darle muchas vueltas, Bastian se levantó y fue a ver a Arno, que debía de haberse golpeado la cabeza en sueños porque la herida de su frente estaba sangrando de nuevo. Se arrodilló a su lado y buscó en su riñonera algo con lo que poder improvisar una nueva venda.

- ¡No lo toques! -

Se dio la vuelta, vio cómo el enojo enturbiaba la mirada de Alma, por encima de sus mofletes.

- ¿Qué? -

- ¡Déjalo en paz! ¡Se encuentra tan mal porque tú le has puesto tus malditas manos encima! -

Arno gimió. La sangre corrió por su frente, goteó sobre el suelo.

- Escucha - dijo Bastian. Tuvo que armarse de paciencia para no ponerse a gritar o ahogar a aquel perro rabioso - . Solo trato de ayudarlo. Se ha abierto la herida otra vez, ¿no lo ves? Hay que limpiarla y ponerle otra venda.

- Pero ¡no tú! - iba a acabar santiguándose. Bastian cerró los puños hasta clavarse las uñas en las palmas.

- Solo nos has traído la desgracia. ¡De no ser por ti, no habríamos acabado en este lugar y Arno estaría sano!

Seguir tranquilo, seguir tranquilo.

- ¿De verdad crees lo que estás diciendo? -

Ella no respondió, trató de calmar a Roderick y, luego, dedicó toda su atención a Arno.

- Está loca - dijo Bastian con amargura al sentarse de nuevo junto a Iris. Las manos de ella abandonaron las cuerdas.

- No. No puede aceptar que le hagas más favores. Cuanto más amable eres, más difícil les resultará sacrificarte. Para ellos sería mucho más fácil que fueras un déspo...

- ¡Devuélvemela enseguida! - una palmada, un alboroto - . ¡Es mía!

- Ya no - Ralf le había arrancado a Mona la cantimplora de las manos e intentaba abrirla mientras se quitaba a la chica de encima, que le daba golpes y arañazos.

- ¡Si ya te acabaste tu agua no es mi problema! - gritó ella.

- ¿Ah, sí? Lo veremos - destapó la botella y le dio un trago largo. Al momento pegó un brinco porque Mona le dio un rodillazo en la entrepierna.

- ¡Puta asquerosa! -

Alma le quitó la cantimplora.

- Hazlo otra vez y te reviento el cráneo - lo previno.

Ralf se retiró de nuevo junto al fuego mientras reía teatralmente y comentaba con voz irónica:

- ¡Cuidadito con esa muchachita, que se nos rebela! -

Iris asió el arpa de nuevo y una red de sonidos suaves, serenos se expandió por el sótano.

- Una vez leí que los humanos estábamos a dos comidas de la barbarie - dijo - . Dos comidas que en nuestro caso no tenemos y estaremos preparados para darnos con los garrotes en la cabeza. Y si lo que falta es el agua, la cosa irá aún más deprisa - tocó una escala rápida que recordó el tintineo de una fuente.

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