CAPITULO 9

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Se levantó una brisa suave y trajo un ligero olor a turba. Con cada nuevo paso las correas de la bolsa del arpa se clavaban más en el hombro de Iris, a pesar de ello hacía meses que no estaba de tan buen humor. Libre. Canturreó y contempló los jirones de cielo azul que se vislumbraban entre las copas de los árboles.

El grupo ya había pasado por dos de las marcas blancas, pero llevaba una buena media hora sin ver ninguna otra. Mientras la expresión de los demás se iba apesadumbrando, a Iris no le importaba lo más mínimo si estaban o no en el camino adecuado. Disfrutaba cada segundo aunque seguir adelante fuera fatigoso. O los árboles estaban tan juntos como un cercado o había que trepar sobre rocas y caminar entre plantas que te llegaban a la rodilla, tan espesas que no se veía el suelo. Para colmo de males, en ese instante hubo una interrupción pues Ralf gritó "¡Alto!" y levantó la espada al aire.

- ¡Callad y escuchad aquello que tengo que deciros! - dijo - . Tenemos ya un largo camino tras nuestras espaldas, muchos se hallan agotados.

"Sobre todo, tú", pensó Iris burlona. El rostro congestionado del joven y sus jadeos desesperados tras cada frase decían mucho más que sus palabras.

- Como persona de mayor rango aquí, tengo la tarea de preocuparme por vuestro bienestar y guiaros. Para aquellos que todavía no me conocen: mi nombre es Alaric von Thanning y mi sangre se remonta al primer rey de los francos. ¡He luchado en innumerables batallas y vencido!

No representaba mal su papel, lástima que su cuerpo rollizo no tuviera un porte guerrero ni aun ataviado con peto y cota de malla. De todas formas, Iris se unió al grito general de asentimiento. Vio que el estudiante modelo miraba a su alrededor avergonzado y luego coreaba también tímidamente.

- Ya hemos hallado dos de las marcas - continuó Ralf - . Pero vamos demasiado despacio. Por eso voy a enviar batidores que exploren el terreno mientras los demás esperamos aquí. En cuanto sepan la dirección por la que debemos ir, los seguiremos. Levantó su dedo índice primero hacia Georg, y luego a Arno.

- ¡Vosotros! Dejad vuestras pertenencias y marchaos. Informadnos en cuanto deis con el lugar.

El encargo no les causó gran emoción a ninguno de los dos. Georg intercambió una mirada con Lisbeth, que asintió casi imperceptiblemente y se tocó el medallón.

Iris apoyó con cuidado el estuche del arpa en un árbol y, después, se sentó en el suelo con un suspiro de alivio. Nathan se dejó caer a su lado con una sonrisa apocada.

- ¡Hace un calor demoníaco! - dijo y bebió un buen trago de su cantimplora - . ¿Queréis un sorbo?

- No, tengo mi propia agua. Pero te... os doy las gracias - al principio eso de emplear el vos se hacía terriblemente difícil, pero era cosa de dos o tres horas.

Nathan asintió amistoso. Iris se había olvidado de su nombre en el juego. Daba lo mismo. Sentía demasiada pereza como para preguntárselo.

- ¿Tocaríais vuestra arpa para nosotros? ¿Para acortarnos el tiempo de espera?

Miró al cielo, parpadeó y negó con la cabeza.

- Quizá después - respondió - . Ahora es demasiado peligroso... quién sabe si tenemos enemigos merodeándonos.

Nathan se inclinó hacia ella.

- Sois muy precavida, Cecilia - dijo.

¿El chico recordaba su nombre? Tenía buena memoria, había que reconocérselo.

- ¿Creéis que debo ocuparme de Geruscha? Parece tan desamparada.

¿Geruscha? Tardó dos segundos en caer en cuenta. Geruscha era el nombre de Lisbeth en el juego. Estaba claro que Nathan quería aprovechar el hecho de que por una vez Georg no estuviera pegado a Lisbeth como una lapa. 

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