CAPITULO 39

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Iris tenía gusto de sangre en la boca. ¿De dónde procedía? Palpó con la lengua su labio inferior, se topó con una herida. Tenía que haberse mordido sin notarlo.

Allí enfrente, bajo la luz, la conversación se había terminado. Se oían papeles. Iris se pegó a la roca todavía más que antes. Respiraba por la nariz, llena de miedo ante la idea de hacer un ruido que pudiera delatarla. Maximilian Steffenberg se arrodilló en el suelo y sacó una pluma plateada del bolsillo de su camisa.

Sigan hablando, sigan. Hagan ruido. Iris respiró más despacio. Cerró los ojos.

Clic. Sonó un clic. Parpadeó y se atrevió a echar un vistazo breve a Simon, que estaba algo alejado de los otros, en la penumbra. Abría y cerraba la tapa del encendedor. Se dio cuenta de que esperaba aparentando paciencia, pero que en realidad estaba tan tenso que podría desgarrarse en cualquier momento. Aquellos rasgos duros alrededor de sus labios carnosos, la lengua que iba y venía constantemente. Eran signos inequívocos. No le gustaba estar allí.

Iris retiró la mirada antes de que Simon pudiera percibirla. Él era capaz de hacerlo, lo sabía.

Mitad en luz, mitad en sombra, allí estaba la espada en el suelo, la espada de Paul. Por desgracia, demasiado lejos para que pudiera agarrarla antes de que lo hiciera Simon, aunque se diera toda la prisa del mundo.

Las pequeñas puntas afiladas de la roca se le clavaban en la espalda. Pero no por mucho tiempo. Pronto todo pasaría, el padre de Bastian había firmado los papeles dispuestos por Paul y ahora se dirigirían los tres a levantar la reja del calabozo.

- Un momento - .

La voz de Simon hizo que su cuerpo reaccionara, le atenazó la garganta. Iris tragó saliva, se dio cuenta de que temblaba.

- ¿Qué ocurre? - preguntó Paul con impaciencia.

Simon salió de la penumbra. Había encendido un nuevo cigarrillo, su mirada recorrió el sótano.

- Nuestro trato - .

- Tienes que tener un poco de paciencia - dijo Paul con las dos manos en la reja - . Recibirás el dinero en cuanto esté disponible.

- No hablo del dinero. ¿Tengo que refrescarte la memoria? ¿Dónde está ella? ¿En otro agujero de estos? -

Ella. Yo. Por espacio de un segundo Iris también quiso salir de su escondite. Soltarse como se suelta alguien que cuelga sobre un precipicio porque no resiste más el dolor de sus brazos.

Se pegó más a la pared, se puso una mano en la boca. Vio cómo la cabeza de Bastian hacía involuntariamente un movimiento de miedo en su dirección.

Luego, como si hubiera comprendido que había estado a punto de delatar a Iris, se puso a gritar:

- ¿Qué pasa, compañeros? ¿Me van a sacar de una puta vez de esta mierda de agujero? -

- Sí - Paul se colocó en la esquina delantera izquierda de la reja - . Lars, ¿levantas tú la esquina derecha? Carina, ve al otro lado. Perfecto.

Paul. Traidor. Iris lo miró, quería sentirse furiosa, pero solo estaba triste. Había comprado a Simon con dinero. Y con ella. A su cabeza llegó un recuerdo: la imagen desdibujada del mercado medieval, un mes antes... Creyó ver a Simon, pero Paul la tranquilizó. ¿Habrían cerrado el trato entonces?

No le quitó la vista de encima mientras les adjudicaba los puestos a todos, se inclinaba y agarraba los barrotes.

- Sosténgala y den tres pasos a la derecha - .

La reja aterrizó en el suelo junto al foso con un sonido metálico; Lars y Paul izaron a Bastian.

En cuanto estuvo arriba, se quitó a Paul de encima.

- Maldito embustero - lo imprecó sin quitar la vista de Simon, que por su parte lo observaba con la cabeza torcida mientras se lamía los labios con su lengua pálida. No se iba a quedar mucho tiempo más quieto allí, Iris se percató de que ya no aguantaba, había empezado otra vez a balancearse. Nervioso. Dispuesto al ataque.

Y se puso enseguida a la defensiva cuando Bastian vociferó inesperadamente:

- Si creen que van a salir indemnes de toda esta locura, ¡están muy equivocados! - tomó aire y caminó hacia su padre con energía - . ¡Tú! Me alegro de que hayas encontrado por fin al hijo que siempre has querido. Te felicito. Y sé positivamente que no vas a ir a la policía, ni por error Paul a la prensa. 

Pero ¿quién asegura que no vaya a hacerlo yo? ¿Que no esté mañana en la comisaría más próxima y ponga una denuncia? No tengo nada que perder, ni lo más mínimo.

- Mi apoyo financiero probablemente - .

- Me cago en tu dinero - .

Su padre asintió con la cabeza, despacio y con expresión seria.

- Naturalmente, Bastian. Ya hace tiempo que he notado que a ti nuestro buen nombre no te importa lo más mínimo. Pero no olvides que necesitas testigos. Por mucho que lo sienta no se me ocurre nadie que se preste a ello - .

Simon observaba la escena en actitud acechante y para ello le había dado la espalda a Iris. Ella se relajó un poco, se atrevió a respirar más profundamente y se sorprendió a sí misma al imaginar que se tiraba encima de él y le daba con una piedra en la cabeza.

Bastian, todavía ardiendo de rabia, se lanzó sobre Paul y le dio con el índice en el pecho.

- ¡Tú! Un buen consejo de hermano: deberías meditar tus pretensiones una vez más. No dudes en subir la tarifa todo lo que quieras, papá saca el dinero de la caja, tranquilo - .

Paul retrocedió un paso.

- Mira, Bastian, entiendo que te acalores... - de nuevo, el compañero perfecto. Tan comprensivo.

Bastian tenía aspecto de ir a darle un puñetazo en la nariz, pero en lugar de eso caminó aquí y allá y observó a Simon.

Iris entendió lo que tramaba. Lo hacía no solo para dar rienda suelta a su ira, sino también para atraer la atención de los demás hacia su persona.

Sobre todo, la de Simon. Este seguía teniendo la cabeza torcida y parecía algo interesado en el asunto.

La chica tuvo un escalofrío. No lo hagas, Bastian, no lo provoques...

- ¡Y tú! Pero ¿quién eres tú? ¡Evapórate, tú no tienes nada que ver con todo esto! - se plantó amenazador ante él y la vista de Simon se deslizó hacia abajo hasta las puntas de sus botas militares. Sus dedos se movieron como si cada uno de ellos tuviera vida propia, dibujaron una greca invisible en el aire.

Déjalo en paz, vete...

- Denunciarte a ti, con eso no tengo ningún problema. ¿Cómo te llamas? Simon... ¿y qué más? Vamos, dilo, ¡bufón! O lárgate, pero rapidito, ¡antes de que cambie de idea! - dio dos pasos para tomar carrerilla y lo empujó con el hombro, como si fuera a reventar una puerta.

Simon no reaccionó, se cayó al suelo sin rechistar, sin decir ni una palabra. Se levantó de nuevo, pausadamente, y miró en la dirección de Iris.

El deseo de salir y echarse a correr fue casi irrefrenable, pero Iris se contuvo... No, no me ve, seguro que no. Quería cerrar los ojos, pero había algo. En la mano de Simon. Brillaba, por qué no lo veían los demás, por qué no lo veía Bastian...

- ¡Lárgate, ya! - le gritó Bastian a Simon. Este levantó la mano con la navaja, ahora la vieron todos, y Bastian dio dos pasos atrás con rapidez, fuera de su alcance.

Bien hecho. Iris sacó su propio cuchillo. Lo sintió frío, liso, punzante. Esperando el momento de ser utilizado.

SaeculumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora