CAPITULO 4

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Dos mantas de lana, sin teñir. Cinco calzoncillos de esos que parecen pañales, que Sandra llamaba calzas. Tres camisas anchas, un jubón de fieltro color verde oscuro. Dos pantalones de lino, un cinto, botines de piel que llegaban hasta los tobillos. Un saco de lino grande, vació; un cuchillo con mango de asta, una escudilla pequeña de madera, una cuchara de madera. Una cantimplora de piel. Paño de lino de distintos tamaños. Algunos frascos con hierbas medicinales. Provisiones también había; una hogaza redonda de pan, que a Bastian le parecía muy medieval, y medio kilo de tocino ahumado en una pieza. El saco de lino tendría doble utilidad, tal como Sandra le habría explicado: adentro se podían meter cosas pero,por encima de todo, se podía llenar con hojas y follaje y emplearse como colchón.  

Bastian contemplo satisfecho el montón sobre la cama. Le pareció que estaba preparando para cualquier eventualidad. Ahora solo le faltaba una cosa, la mejor de sus nuevas adquisiciones. Saco del armario la espada de madera maciza que había comprado dos días antes. La compra había estado precedida por una larga discusión con el vendedor que aseguraba que para una convención era suficiente con una espada de espuma forrada de látex. Las armas que le enseño eran magnificas, pero ¿látex? ¿En el siglo XIV? Bastian se había decidido por la espada de madera y había cubierto la empuñadura con un barniz metálico.   

-no es apropiada para luchar - le previno el vendedor - 

¡Podría herir a alguien¡ 

Bastian no tenia ninguna intención de luchar, pero aquella espada era como la llave al mundo de Sandra, como...

El timbre del portero automático interrumpió sus cavilaciones, un único sonidos, arrastrado. Algo dentro de Bastian supo enseguida quien lo visitaba, aunque tuviera que estar a trescientos kilómetros de allí jugando al golf. Pero el timbre sonaba diferente cuando se trataba de el. Agresivo. Desafiante.

Se puso el auricular al oído:  

- ¿si? -

- bien, estas en casa. Abre -

Bastian pulso el botón de abrir y se odio por ello. Corrió hacia los objetos amontados en su cama, tiro una manta por encima y todavía se odio mas.

Los pasos de unos zapatos con clavos resonaron por la escalera. Abrió la puerta con la sensación de que un puño enorme iba a golpearle la mejilla. El cuerpo de su padre fue apareciendo poco a poco, un trozo mas a cada peldaño.

- tienes que quejarte del servicio de limpieza, las ventanas de la escalera llevan meses sin que las sacudan. -

- hola padre -

- si, si hola. ¿Tienes una camisa planchada? ¿el traje, limpio? -

- perdón -

- nos vamos a Berlin. Un congreso de cirugía. Si no tienes una camisa en condiciones, compraremos una en el camino - su padre entro en la casa, paso el dedo por el canto del zapatero y observo horrorizado el polvo de su yema - tu criada tampoco vale gran cosa por lo que veo -

- no tengo -

- ah. Si, se nota - se limpio el polvo de la mano - bueno. Prepara tus cosas, nos vamos en diez minutos.

Calor. Un calor que inundaba la cabeza de Bastian, sus entrañas. Miro a su padre y no consiguió pronunciar ni una palabra. El traje de dos mil euros,la corbata de seda, los lentes de montura de oro y aquella mirada desdeñosa no era, en ningún caso, lo peor. Era aquella completa seguridad en si mismo que tenia su padre, el convencimiento pleno de que todos cumplirían sus ordeñes sin replicar o hacer preguntas.

Bastian también. Sobre todo, Bastian.

- te agradecería que te pusieras en marcha - una ligera mirada al Breitling de su muñeca - quiero presentarte a unos colegas muy influyentes antes de dar mi conferencia.

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