CAPITULO 34

1 0 0
                                    

A la luz cada vez más débil de la antorcha, emprendieron la subida hacia la cripta.

- No se asusten - alertó Georg a los salvados - .

Ustedes no han visto todavía las tumbas de los príncipes de Falkenwarth.

- Tristram les dará personalmente la bienvenida - murmuró Doro - . Somos sus invitados, ¿saben?

Al subir por la escalera Verruga iba justo frente a Bastian y, cuando alcanzaron la cripta, el chico jadeaba ostensiblemente.

- Esto es... Madre mía. Increíble. Vaya masacre - .

- La leyenda es cierta y la maldición también - explicó Ralf - . No tiene ningún sentido intentar negarlo. ¿Ves a cuántos mataron entonces?

Verruga no dio ninguna respuesta. De los tres que habían desaparecido era el único que se quedó atónito ante el escenario: Sandra y Lars se limitaron a echar un vistazo breve; Verruga, en cambio, no podía apartar la vista.

- Madre mía, a ese le falta una pierna... y a ese medio cráneo. Mierda y mil veces mierda - enmudeció y apoyó una mano en la lápida de piedra.

Se movió solo cuando Doro comenzó a hablar, arrodillada ante la cabeza de Tristram:

- Os damos las gracias por habernos devuelto a nuestros amigos. Ahora muéstranos el camino al exterior, devuélvenos la vida. Por favor - .

- Se le soltó un tornillo, ¿verdad? - preguntó Verruga poniéndose un dedo en la sien -. Bah, da lo mismo. ¡Aquí hay luz y hasta un fuego! ¡Piedrecita!

Dejó la cripta atrás y se tiró al cuello de su amigo, luego se sentó con él al fuego, que Piedrecita había mantenido encendido con verdadero arrojo.

El encuentro entre Sandra y Lisbeth fue también muy feliz. Esta última casi tropezó con la orilla de su vestido al correr hacia la cripta para abrazar a su amiga.

- ¡Vives todavía! ¡Estoy tan contenta! -

- Yo también - susurró Sandra - . No creía que fuera a salir de allí nunca más.

- ¿Qué pasó? - preguntó Lisbeth acompañándola a la hoguera - . Fue Tistram, ¿no? Se los... llevó. Prisioneros - la mano se le fue al pecho con nerviosismo.

- ¡Tonterías! - dijo Verruga - . Era alguien que nos golpeó en la cabeza con un objeto pesado. Un maldito bastardo, pero seguro que no se trataba de un esqueleto.

- ¡Sssshh! -

- ¿A qué viene esto, Doro? El oído del tipo con el que conversas hace tiempo que está corrupto. Se lo comieron los gusanos, por mucho que lo sienta. Pregúntale a Bastian.

Un comentario nada acertado. Sin poderlo evitar, Bastian se agazapó en las sombras de los muros cuando toda la atención recayó de nuevo sobre él.

- Bueno - dijo Georg - . Hay algo que ustedes tres desconocen. Los hemos liberado de esos agujeros en los que estaban, pero desgraciadamente eso es todo. Creíamos que habíamos encontrado una salida, pero solo era su prisión. Es decir, hemos llegado al final del trayecto. No vamos a salir de este sótano.

Irritado, Verruga sacudió la cabeza.

- ¿Cómo? Por algún lugar debieron entrar - .

Se lo contaron todo, hablaban a la vez, desordenadamente. Georg leyó de nuevo las rimas que Bastian había hallado en la cripta.

- ¿Son hermanos? ¿De verdad? - en los ojos de Verruga había auténtica consternación.

—Lo son —dijo Doro con dureza—. Así que la leyenda cobra sentido. Tristram quiere vengarse y Bastian tiene que tomar el puesto de Ludolf.

SaeculumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora