CAPITULO 13

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Aquella tumba abierta acentuó los sentimientos encontrados de Bastian. Definitivamente que allí no había yacido nunca un cadáver y, desde luego, jamás habría podido desenterrarse solo. Pero, a pesar de ello, la visión de la fosa se le había agarrado a la boca del estómago. "Un mal augurio", las palabras de Doro resonaban en su cabeza.

- Le preguntaremos al equipo de la organización lo que significa - le dijo a Iris -. Pero ahora tenemos que buscar a Verruga. Por lo menos yo no puedo quedarme aquí quieto sin hacer nada. ¿Hay más voluntarios? Yo solo no soy más que un cegatón sin ninguna posibilidad, tendría que tropezar con Verruga para dar con él.

Iris levantó un dedo.

- Si yo no te basto, tendrás que esperar un poco. Mira a estos héroes. Ni siquiera han abierto los ojos todavía.

Lo veía. Igual había dormido bien en comparación con los demás, y desde luego a cubierto. Con un poquito de mala suerte, esta noche tendremos que cuidar de diez enfermos contagiados de gripe.

- Con Doro no podemos contar para una búsqueda, ¿me equivoco? -

- No. Además, está en pleno sortilegio - dijo Iris -. Quién sabe la de maldiciones que conjugaría si la moles... -

- ¡No lo tengo! - el grito no podía compararse con el bramido de Doro, pero rezumaba verdadera desesperación - . ¡Oh, no, no, por favor, no! - Lisbeth. Estaba arrodillada en el suelo y palpaba la hierba con movimientos entrecortados, llenos de pánico.

- ¿Qué pasa? -

Levantó la cabeza. Tenía los labios blancos y las lágrimas surcaban sus mejillas.

- No está - pronunció con voz ahogada -. Ha desaparecido.

- ¡No puede ser! - gritó Georg. Corrió hacia ella y también comenzó a buscar en sus cosas, debajo, al lado...

- ¿Qué es lo que ocurre? - preguntó Iris, pero Bastian se acababa de fijar en que había desaparecido el medallón que Lisbeth llevaba siempre colgado del cuello. Plateado, con unos dragones entrelazados. ¿Era tan valioso como para que su pérdida la perturbara tanto?

- Tal vez lo perdiste ayer en el bosque, durante la tormenta -.

Ella sacudió la cabeza con fuerza.

- Todavía lo llevaba cuando me acosté. Estoy segura. Y ahora ha desaparecido, no puedo entenderlo, no es posible... - y siguió buscando, por el suelo, bajo las mantas, dentro de la mochila.

Georg hurgó también en la bolsa de Lars, lo que a este no le hizo ninguna gracia.

- ¡Quita tus manos de mis cosas! - gritó.

- Como se lo hayas robado a Lisbeth... - dijo Georg.

- ¿Para qué se lo iba a robar? - respondió Lars empujándolo a un lado - . ¡Te dije que no te acerques a mis cosas!

El vocerío despertó finalmente a Sandra. Se incorporó muerta de sueño, bostezó y sonrió a Bastian con cansancio. Un gesto de reconciliación, tal vez. Él se sentó junto a ella en la hierba.

- ¿Qué pasó ayer? - le preguntó lo más bajo posible -. ¿Por qué te fuiste sin más? Fue muy arriesgado, me quedé muy preocupado.

- Mmmm... Pues no hacía falta. No aguantaba tantas estrecheces. Voy a ayudar a Lisbeth, ¿de acuerdo? -

- Tenemos que ir a buscar a Verruga, ¿no te parece? El medallón ya aparecerá -.

Ella negó con la cabeza. "Tú no lo entiendes", decía su semblante. Bastian la observó con un sentimiento contradictorio: pasaba la mano por la hierba alrededor de donde habían dormido con la mirada fija en el suelo.

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