CAPITULO 23

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Sujetaban a Alma, la sacaron del bosque. Su respiración era desacompasada y pasó un rato hasta que se serenó lo suficiente como para poder pronunciar unas palabras con claridad:

- Arno... - dijo entre jadeos - . Se ha... caído. Un agujero enorme, ninguno de nosotros lo ha visto, pero es muy profundo... por lo menos dos metros. Abajo... está lleno de espinos, rocas puntiagudas, ramas. Se ha puesto a gritar, a gritar espantosamente.

Mona la mantuvo abrazada.

- ¿Dónde? - preguntó con voz brusca - . ¿Y dónde está Carina?

- Está con él. Oh, Dios, tenemos que ayudarlo, por favor, ¡está sangrando y tiene unos dolores muy fuertes! -

- Iré yo - dijo Bastian - . Alma, tienes que mostrarme el camino - la tomó por los hombros, hizo que lo mirara - . Nos vamos ya, ¿sí? ¿Podrás conseguirlo? ¿Te parece que Arno podrá caminar cuando lo hayamos sacado del agujero?

- No lo sé. Quizá. No. Está herido - .

- De acuerdo. Entonces lo cargaremos nosotros. ¿Georg? -

Iris pudo leer el "no" en su rostro ceñudo antes de que saliera de su boca.

- No quiero dejar sola a Lisbeth y ella no está en condiciones de ir. Bastian tensó la espalda, se veía lo que le costaba no echarse a gritos sobre él - .

- A Lisbeth no le falta nada, ¿me equivoco? Podrá estar una hora sin ti, creo yo. Si tenemos que cargar a Arno, con este terreno, te necesitamos - .

- Yo voy, por supuesto - dijo Paul - . ¿Ralf? ¿Nathan? Si vienen ustedes también, Georg se puede quedar.

- Sí. Claro - Ralf no parecía contento, la vista se le iba una y otra vez a Doro, suplicante, pero ella no le prestaba atención. Giraba una de sus runas entre las manos, sus labios pronunciaban palabras en silencio.

"Thurisaz en el agua, en el círculo exterior. Amenaza de una desgracia muy próxima", recordó Iris. Aunque no lo quisiera, recorrió el límite del bosque con la mirada, en busca de algo sospechoso, algo rojo.

El grupo se puso en camino e Iris los siguió con la vista. Por primera vez cayó en la cuenta de lo molidos que estaban todos. Ni un jubón limpio, ni unos pantalones sin manchas y sesgos. Antes de partir, Ralf le había confiado su armadura y su sobraveste para que, en caso de un chaparrón, no se echara a perder. El atuendo olía fatal, a suciedad y sudor. De todas formas, le prometió que cuidaría de él. Tal como estaban las cosas, no podían dejarse a su suerte unos a otros.

Un pensamiento que no iba con Georg. El intento de Bastian por que el chico extendiera aquel instinto de protección que sentía también hacia Iris, había resultado del todo infructuoso.

- Cuida de ella, ¿sí? Tenla siempre a la vista - pero Georg no había dicho ni sí ni no, se dio la vuelta y le puso a Lisbeth una manta sobre los hombros.

- Todo estará bien - Iris había acariciado el rostro de Bastian, recorrido con los dedos su frente arrugada - . Sé cuidar de mí. Hagan todo lo posible para ayudar a Arno.

- Georg es un inútil, me gustaría... - 

- Ssshhh. No pasará nada - se esforzó en poner una sonrisa convincente y él se relajó un poco.

- No vayas a tu cueva. Quédate con los demás y, si aparece Simon, grita, todo lo fuerte que puedas, ¿sí? -

- Lo haré. Lo oirán hasta en Canadá - .

Bueno, por fin también él sonrió. Algo después había desaparecido el último en el bosque, cargado con una cuerda y su equipo de medicus. Se dio la vuelta de nuevo y la saludó con la mano. En ese instante Iris habría salido corriendo tras él, solo para no perderlo de vista. Pero tenía su propia tarea. Piedrecita.

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