Bastian fue el último en emprender el camino hacia abajo. Se concentró en no resbalar, sintió el calor de las llamas que se elevaban no muy lejos de él. Casi estuvo a punto de soltar la cuerda al ver que se hallaba colgado, oscilando entre el mundo de arriba y el de abajo.
El fuego iluminaba una bóveda que evidentemente había construido la mano del hombre. No era demasiado alta, pero sí amplia, había espacio suficiente para rincones oscuros y sombras titilantes.
Aterrizó en un montón de ramas podridas, aspiró el olor a sótano y madera quemada y miró a su alrededor. Habían ido a parar al sótano de un castillo olvidado. Columnas macizas, construidas con grandes bloques de granito, sujetaban unos antiguos arcos. En algunos sitios la piedra estaba rota; en otros, absolutamente intacta. Había dos galerías que conducían a la oscuridad, la oscilación del fuego las hacía parecer fauces voraces a las que era mejor no aproximarse.
Bastian se sentó con los otros al fuego, el humo subía por el agujero.
- Un momento, y me encargo de Piedrecita y Arno - murmuró.
Luego un silencio exhausto se apoderó de todos. El ruido de la lluvia en el techo era como una melodía infinita, adormecedora, mientras que abajo algunas gotas añadían un ritmo irregular de timbales.
Bastian sintió que el cuerpo se le iba calentando por delante, su camisa pronto estaría seca. Pero no podía dormirse, tenía que ocuparse primero de los heridos. Sin embargo, luego podría echarse en un rincón tranquilo. Sí, eso haría. Dormir. La idea fue cayendo con tibieza sobre sus pesados párpados.
- Ahora sí que estamos - le susurró Iris, que se hallaba a su lado - metidos hasta el cuello en la Edad Media. Se ha adueñado de nosotros y no sé todavía si me gusta la idea —mientras hablaba, no le quitaba el ojo a Doro de encima; la chica seguía trazando con mano temblorosa runas en el suelo - . Quiero decir que a estas alturas ya no hay nadie que se crea lo de la casualidad. Por otra parte, me niego a creer en esa mierda de maldición. Y la tercera posibilidad... - miró a Bastian a los ojos. Él supo enseguida a qué se refería. Quién.
- La tercera posibilidad - continuó ella - se sigue sosteniendo. Tenemos que vérnoslas con alguien que está loco de atar. No, con un genio. Para que todo esto haya ido casando condenadamente bien ha sido capaz de hacer lo inimaginable. Y me podría haber atrapado hace ya tiempo, lo sé.
- ¿De qué estás hablando? - Paul bostezó, se estiró y se puso en pie - . ¿Tercera posibilidad? ¿Atrapar?
- Nada importante - Iris sacudió la cabeza y acercó las manos al fuego. Paul la miró con ojos interrogantes, pero ella no dijo nada más, solo se encogió de hombros.
- Estos último días hemos tenido muy mala suerte, pero ahora va a volverse en nuestro favor, creo - Paul sonrió a Bastian, como si solo hablara con él - . Que hayamos encontrado esta... sala ha sido una enorme fortuna. Aquí podemos quedarnos un tiempo.
Recogió ramas que había por los alrededores y las tiró a la lumbre, luego se sentó al lado de Bastian, de tal modo que Iris tuvo que retirarse un poco. En su rostro sorprendido se reflejaba el propio asombro del chico.
Por enésima vez, Paul rodeó sus hombros con el brazo.
- ¿No es un lugar maravilloso? Me encantaría que él mismo pudiera relatarnos lo que sucedió aquí antiguamente, sobre todo los hechos de los que fue testigo - levantó la cabeza como si escuchara- . Es un sitio que respira Historia, ¿lo sientes? Casi puede escucharse el tintineo de las armaduras, el crujido de los atuendos, las canciones de los trovadores. Iris, ¿no quieres tocarnos algo?
- No -.
- Qué pena - .
Bastian se dio cuenta de que estaba aguantando la respiración. No se sentía nada a gusto amparado por aquel amistoso abrazo. No se conocían lo suficiente y la extraña insinuación de la noche anterior le había resultado de lo más desagradable. No le iba a quedar otra que aclarar las cosas con Paul, pero no allí, no frente a todo el grupo.
"Todo el grupo menos Sandra, Verruga y Lars", volvió a oír aquella voz maliciosa dentro de él. "Del miedo que tienes por conservar tu propia piel casi los has olvidado, ¿no es cierto?"
Cerró los ojos, y cuando volvió a abrirlos un rato después, se encontró con la mirada de Lisbeth, que no les quitaba ni a Paul ni a él la vista de encima. Al notar que él la miraba, sonrió. Se liberó del brazo de Paul, murmuró una breve disculpa e hizo lo que tenía planeado: examinar a Arno y Piedrecita. Los dos estaban muy cerca del fuego para que entraran en calor, y en el caso de Arno la cosa había tenido consecuencias negativas. Ardía en fiebre y estaba semiinconsciente, el mínimo roce lo hacía gemir. La herida de su frente había hecho costra y empezaba a inflamarse. Era para imaginárselo.
Tendría que haber pasado algún desinfectante camuflado, nadie se habría dado cuenta. Qué idiota de mi parte.
Escenas de viejas películas pasaron por su mente, en ellas los héroes quemaban sus heridas para cauterizarlas. Bastian sacudió su cuerpo. No. Mañana temprano tomarían el camino de regreso y nadie caería en ninguna trampa. Después habría un intervalo de una o dos horas hasta que Arno recibiera ayuda profesional, de médicos auténticos con medicamentos auténticos.
- Dale de beber regularmente, ¿sí? - le pidió a Alma y fue a ver a Piedrecita.
- Tomen, noble amigo - lo saludó él con voz abatida - . Os hemos arrastrado al caos más miserable, ¿no?
- Yo estoy bien. ¿Y tú? Muéstrame tus brazos - .
Tenían mejor aspecto, gracias a Dios. Seguía teniendo ampollas en la piel, pero ya no aumentaban y parecían a punto de curarse.
- ¿Respiras bien de nuevo? -
- Mucho mejor que este mediodía - respondió Piedrecita, asintiendo - . La cosa marcha bien. Gracias por ocuparte de mí - añadió mientras miraba con los ojos muy abiertos más allá de Bastian.
- ¿Qué pasa? -
- No sé. Creí haber visto a alguien ahí de pie, donde la galería se bifurca. Ojos. Había ojos - . Bastian no pudo ver nada, el eterno problema. Maldijo su miopia.
La cabeza de Iris también se volvió inmediatamente en la dirección que había señalado Piedrecita, tenía todos los músculos de su cuerpo en tensión.
- Tristram - dijo Doro con suavidad - . Ha llegado el momento de que nos haga una visita. Porque por fin estamos en su reino.
- ¡Cállate ya, por favor! - gimió Paul - . ¿No puedes sentirte contenta por estar en un lugar seco, con Piedrecita mejorando y la tranquilidad necesaria para conciliar el sueño?
Ella sonrió.
- El sueño eterno - dijo - . ¿O todavía no han comprendido que esta será nuestra tumba?
No fue el fatalismo de Doro lo que les impulsó a organizar el reparto de guardias, sino el miedo de Paul a causa del fuego, que debía mantenerse encendido toda la noche. Arno parecía medio muerto y Piedrecita tampoco estaba lo bastante bien como para tomar uno de los relevos. Paul no quería obligar a las chicas a vigilar el fuego a solas e ir alimentándolo regularmente. Así que quedaban Georg, Ralf, Nathan, Bastian y él.
- Cada uno de nosotros tiene que lograr permanecer en su puesto más o menos una hora y media. El que no tenga buena percepción del tiempo, es mejor que cuente - .
Bastian se hallaba demasiado cansado para hacer la primera guardia. Ya casi se estaba durmiendo sentado, pero se ofreció como voluntario para el tercer turno.
Mientras Paul reunía los trozos de leña que habían caído por la hendidura a lo largo de los años, los demás se buscaron un sitio para dormir. Bastian e Iris se tumbaron muy juntos, el pecho del chico tras la espalda de ella, los brazos de él rodeando el cuerpo de la chica. No tenían mantas, todavía no estaban secos del todo y el suelo era cualquier cosa menos blando; sin embargo, a los pocos segundos Bastian sintió que el sueño borraba sus sentidos, uno tras otro, y al final el mundo consistía tan solo en el aroma del pelo de Iris, luego no supo nada más.

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Saeculum
Misteri / ThrillerSaeculum promete ser un emocionante juego de roll, un inofensivo viaje al pasado. Cinco días en un paraje remoto sin estudios, sin trabajo y sin tecnología de ningún tipo. La aventura perfecta para desconectar y quizás conquistar a esa persona que r...