CAPITULO 24

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La sangre velaba la parte derecha del rostro de Arno y, cada vez que Bastian se la limpiaba concienzudamente, volvía a brotar.

- Se va a morir, ¿no? - la cara atormentada de Alma se asomó por arriba de la brecha. Todo su cuerpo temblaba, a pesar de que Carina la sujetaba y le decía palabras tranquilizadoras.

- No, de ningún modo. Es una herida abierta que sangra mucho. Si tuviera gasas o algo parecido... - y adhesivos tisulares o material adecuado para coserla. Bastian no había cosido nunca una herida, pero sí había visto cómo hacerlo unas cuantas veces.

Buscó a su alrededor algo con lo que poder contener la hemorragia fácilmente.

- ¡Nathan! Búscame, por favor, un trozo de madera plano, no demasiado grande -.

- No puedo. Paul me necesita para construir la camilla - .

- Cierto. ¿Ralf? -

Ninguna respuesta.

- ¿Ralf? Maldita sea, ¿no me oyes? Necesito un trozo de madera plano, de la medida de la palma de tu mano más o menos. ¿Puedes buscármelo? ¿Por favor? -

Un gemido.

- ¿Solo? -

Bastian apretó los dientes con tanto ímpetu que le dolió la mandíbula.

- Sí. Si quisierais tener la bondad, noble Alaric - .

- De acuerdo. Pero no iré muy lejos, podría haber más trampas - .

- ¡Vamos! ¡Arreando! -

Unos pasos que se alejaban, tan despacio que Bastian estuvo a nada de trepar por el agujero y pegarle una patada en el culo.

El paño de lino que apretaba contra la frente de Arno ya estaba empapado otra vez, pero la hemorragia parecía que iba remitiendo. A pesar de los gemidos de Arno, apretó la compresa a la herida con más fuerza y deseó que su impresión no estuviera movida solo por el deseo.

Pero aunque le haya curado lo de la frente, sigue estando lo de la pierna. Nunca me he encargado de una fractura. No lo conseguiré en la vida.

Llegó algo volando desde arriba y casi le dio en la cabeza. La madera.

- ¿Eres imbécil? - dijo con toda su rabia - . ¿Quieres noquearme? -

Ralf se asomó por el borde del agujero con aspecto de ponerse a llorar de inmediato.

- Lo... lo... lo siento. Pero... mira - tenía algo en la mano, una cruz embadurnada de rojo y marrón.

Huesos. Bastian se la arrancó de la mano antes de que Roderick pudiera abalanzarse sobre ella.

Eran cortos, delgados y estaban atados con una hebra de lana de color claro. Probablemente metacarpos, Bastian no estaba seguro. Igual esta vez procedían de un animal.

- ¿De dónde lo has sacado? -

- Estaba en un árbol, entre las ramas y el tronco. ¡Oh, por favor, quiero irme a casa! Es la maldición, míralo, es como en las películas. Encuentran signos, desaparecen, uno tras otro... - Ralf se puso a llorar - . Doro nos lo avisó. Tendríamos que haberle hecho caso, tendríamos que...

- Ahora tranquilízate, ¿sí? - las cosas se le estaban yendo de las manos, eran demasiadas a la vez. Dobló uno de los últimos paños de lino que le quedaban para formar una compresa, puso la madera encima y enrolló otra tira de tela alrededor de la cabeza de Arno, que estaba sentado muy tieso - . No hay ninguna maldición, es...

- ¡Deja de decir siempre eso! - chilló Ralf - . Cualquier idiota tiene que notar que esto no es normal. Todo lo que Doro profetizó se está cumpliendo. ¿Cuándo lo vas a entender? ¿Cuando hayamos desaparecido todos o estemos heridos? ¿O tenemos que morir para que lo creas?

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