CAPÍTULO X

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-Sí por favor, un ramo de rosas que sean rojas y que sea grande.

-¿Tiene alguna dirección?

-No, las recogerán, haga el recibo a nombre de Philippe Clayton.

-La dedicatoria también es para el señor Clayton.

-Oh no, desde luego que no. Quiero que pongan entre comillas lo siguiente: "Con la impaciencia de satisfacer el ansia que en mí se despertó, resolví probar aquel bello fruto; me estimulaban el hambre y la sed, poderosos incentivos, a comer una de aquellas manzanas cuyo aroma me incitaba tanto."

Había elegido esa cita porque fue la primera que él le mandó para conquistarla, aunque ya la tenía completamente cautivada en ese momento y no era necesario que él se esforzara mucho.

»Por favor quiero otro que sea más grande y pongan la siguiente cita: "mis afectos y deseos no han cambiado, pero una palabra suya me silenciara para siempre, si, sus sentimientos hubiesen cambiado tendría que decirle, que me ha hechizado en cuerpo y alma y la amo, la amo, la amo, no quiero estar sin usted otro día".

Esa en cambio era de orgullo y prejuicio, la segunda declaración de Darcy para Lizzy, parecía desesperado, quizás ella lo estaba, pero no podía hacer nada más que intentarlo.

»Y quiero uno con rosas blancas en ese deseo que ponga: "El verdadero amor no es nunca río de apacible curso..." y añádale a esa última: y tú siempre serás mi George. -Esa era de Emma, esperaba que entendiera el mensaje que intentaba mandarle.

Colgó y se mordió el labio, se suponía que Philippe llevaría las rosas al auto de François, estaba expectante de eso, deseaba haberlo hecho ella misma, pero de verdad tenía que trabajar y aunque deseaba recuperarlo no quería volver a lo mismo de antes, quería un nuevo comienzo y en éste ella trabajaba y se mantenía lejos de él, aunque no quería estarlo, quería verlo mirar esas citas.

Pero en definitiva no era posible, así que con eso en mente fue a recoger el correo con todas las facturas que le llegaban a la recepción, saludó de forma amable al portero, se sentía particularmente contenta, esperaba que a François le gustara ese detalle.

Cuando el portero le pasó varios sobres suspiró, aún no lograba comprender en qué momento había adquirido tantas cuentas, pero la motivaba saber que pronto terminaría con las tarjetas, sólo le faltaba saldar la de su padre y cuando eso ocurriera sería el momento de pensarse nuevamente en un bien raíz, aunque eso era un problema, porque dadas sus circunstancias no sabía en dónde adquirirlo, volver a Madrid no era una posibilidad y no porque no quisiera, Madrid era su lugar, sin embargo aún conseguir empleo era algo apoteósico.

Suspiró y puso los sobres sobre la mesa y empezó a romperlos para poder seleccionar prioridades, ya había pagado su renta, debía organizar lo de su alimentación y transportes, lo demás era pro deudas, llevaba un cuaderno con sus cuentas, ella podía ser desordenada en los asuntos domésticos, pero en los financieros intentaba mantener un orden que le permitiera cierta regulación.

De manera que sobre tras sobre miró cuánto podía abonar, rasgo uno color café que no traía sellos ni remitente y se rascó la cabeza, ese mes ya no podría hacer más abonos, extrajo el contenido y se percató que eran unas fotografías suyas con Martina y Victoria, reconocía los lugares y los momentos en los que fueron tomadas, aunque habían sido alteradas con algún editor porque en una de ellas el agua del monumento a Washington era roja como si se tratase de sangre, Rebecca tragó saliva mientras miraba como en otra les habían arrancado la cabeza a las Gemelas y las habían puesto a sus pies.

Ella dejó de lado las fotos con sus manos temblorosas e intentó tranquilizarse porque de pronto sentía que le faltaba el aire, angustiada como estaba sólo pensó en llamarle a Thomas, uno tras otro timbre, sus lágrimas se desbordaron, intentó pensar en lo que él le había dicho que buscaban destabilizarla, pero no era lindo ver a sus niñas decapitadas, aunque se tratase de un montaje.

EL DÉCIMO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora