CAPÍTULO XXV

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Mis amores, de verdad, de verdad lo siento... Me tarde tanto en este capítulo, pero cuando lo lean entenderán por qué me costó tanto escribirlo.

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Se encontraba abrazada a sus piernas, envuelta como un ovillo, tenía frío aunque la primavera empezaba a abandonarlos para darle paso al verano, ella sabía que el clima era cálido, pero nunca se había sentido tan fría. La USB se apretaba a su mano, sus formas angulosas se enterraban en su carne y ella había perdido la noción del tiempo, estaba quieta, estática en su cama sin realmente sentir cómo las lágrimas calientes se deslizaban por su cara mojando su camisa.

No había comido nada, el hambre era lo primero que se iba cuando la tristeza te sobrepasaba por completo, cada cosa le era difícil de asimilar, a pesar que algo en su interior le susurraba que debía moverse, que no podía quedarse allí viendo las cosas simplemente pasar por mucho que deseara apagarse, despersonalizarse de lo que estaba pasando.

Llevaba meses intentando ser fuerte, repitiendo su mantra acerca de lo inadecuado que sería quebrarse, pero sentía el crujir, sentía que empezaba a romperse, el nudo que se había formado en su garganta la oprimía, la desgarraba por dentro, el pecho se le había comprimido haciendo que fuera para ella difícil respirar, el miedo la estaba consumiendo y la nublaba por completo, sentía un pánico indescriptible, que jamás en su vida había albergado, ni siquiera cuando la secuestraron, por alguna razón el creer que todo sería temporal lo había hecho todo soportable.

Sin embargo en ese instante no lograba pensar así, ojalá estuviese en negación, ojalá hubiese algo minúsculo a lo cual aferrarse, pero con cada segundo que pasaba allí acostada era uno menos con él, era uno menos para él...

Su padre ingresó a la habitación y la miró desde el quicio de la puerta, ella podía sentir su mirada, la preocupación que se respiraba, pero aunque quería decir algo, incluso levantarse, no lo conseguía, era una labor apoteósica ir al baño, había estado tentada en orinarse en su cama, lo único que se lo había impedido era el pensamiento que no estaba sola, por lo menos seguía pensando en la gente, en cierto pudor, eso le reafirmaba que seguía en contacto con la realidad y ese era justo el problema, la maldita realidad que se le volvía insoportable.

-Rebecca ¿me vas a decir qué es lo que te pasa?- Ella no le contestó, no podía hablar, articular palabra implicaba mover muchos músculos de la boca y eso era imposible para ella en ese momento. Juan Alberto aguardó un par de minutos, al ver que ella no contestaba continuó- Desde que ese hombre extraño se fue estás así, dime ¿qué te pasa?

Nuevamente el silencio fue la única respuesta, éste ni siquiera era roto por los sollozos, porque su llanto era débil, carecía de quejidos, de jadeos, sólo era algo apagado, de poca intensidad, pero prologado, sus lágrimas se resbalaban por su cara una a una cada vez, como un río calmo y por ende sumamente profundo.

-¿Estás preocupada por ir a la cárcel?- Se aventuró su padre a sacar hipótesis- Te prometo que haré hasta lo imposible por evitarlo.

No hubo alguna respuesta, ni siquiera se revolvió incómoda, ella lo estaba escuchando, no es como si no lo hiciera, simplemente su voz se había apagado. Y no, ella no pensaba en su situación legal, no sólo porque Thomas le había aclarado que había dejado las evidencias para que apuntaran al asesino caníbal, realmente no hacía una diferencia si la metían a una prisión, ya se estaba sintiendo en una.

¿Cómo podría ella vivir en un mundo sin François?

Su padre se acercó y se sentó en la cama hundiendo el colchón, la miró un largo rato y finalmente acercó su mano y le acarició su pelo.

EL DÉCIMO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora