CAPÍTULO XXXIII

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Su almohada estaba húmeda, llevaba un rato llorando, se sentía perdida, abrumada, un poco desesperada, esa noche se había peleado con François y esa pelea le había hecho sentir el peso que implicaba la decisión de decirle "sí", ella no había pensado en nada de eso, ni siquiera cuando vivía sumergida en su burbuja purpura lo consideró, su fantasía había sido cimentada en el aire, porque ella se quería casar con el hombre y no con el trasfondo.

Éste no era la lista de problemas con los que François venía, porque eso aunque la tenía agotada no era lo que la hacía replanteárselo todo, por eso cuando él insinuó comentarles a sus padres lo que se venía, ella fue apática, enterarlos sólo los haría hacer preguntas y ninguno de ellos podían darles las respuestas que demandarían.

Sin embargo ese caos, las investigaciones que vendrían y que ahora también la involucrarían a ella no le interesaban, lo que si le costaba era lo demás, cuando François le había soltado sin querer que había comprado esa casa en la Moraleja sólo porque hace un año planeaba casarse con ella, la hirió, la hirió que no la tuviera en cuenta, que simplemente decidiera por ella que estaba bien vivir allí y no, no lo estaba.

Había detestado cada detalle de esa casa desde que había entrado, tanto que sólo pasó una noche allí y no se había atrevido a volver, el jardín y la piscina eran impresionantes realizado bajo estudio paisajístico y con instalación de riego automático, el lugar era inmenso, contaba con 4 plantas que se comunicaban a través de un ascensor de cristal, sin embargo por alguna razón carecía de vida, esa casa se sentía vacía, a pesar que contaba con el más lujoso mobiliario.

Las paredes del exterior eran negras y rojas, había odiado eso, no podía describirlo, la sentía sin alma, los espacios se conectaban unos con otros, el salón con el comedor era abierto directamente a un jardín interno, el gran recibidor y baño de cortesía, una salida desde la cocina al comedor en el patio, un cuarto de ocio y un gimnasio, si se describía era sencillamente espectacular, pero Rebecca no se veía viviendo allí, le había incomodado que no contara con ella para nada, que simplemente decidiera.

Además estaba algo, algo mucho más pequeño, pero que la agobiaba más, nunca pensó en el dinero de François, cómo separaría eso de ellos, hasta el momento siendo su novia había podido hacerlo, rechazando los muchos closets con ropa que le dio y también el par de apartamentos a su nombre y el auto, no obstante ahora con eso de dónde vivirían la realidad la había golpeado, ella no contaba con los millones de euros que se requerían para costear un lugar donde François quisiera vivir.

Tomó su móvil y habló con la única persona que la entendería al respecto:

-Hola princesa.- Ella suspiró al escuchar a su padre.

-¿Cómo lo hiciste?

-¿Qué cosa?

-El casarte con mamá.

-Porque la amaba.

-Lo sé, no me refiero a eso.

-¿Entonces a qué?

-Al soportar que ella tuviera una mejor posición social que tú.-Habló con voz queda.

-Eso nunca fue un problema, ese dinero es y siempre ha sido de tu madre, lo que hemos construido es otra cosa.

-Pero cómo conseguiste que ella lo aceptara.

-Porque me amaba.

-Papá...

-¿Qué es lo que te preocupa?

-François compró una casa y ni siquiera me consultó.- Su padre no le dijo nada, sólo hubo un silencio prolongado entonces Rebecca suspiró- ¿qué hago?

EL DÉCIMO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora