CAPÍTULO XX

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Miró hacía arriba, la esplendorosa torre cristal se cernía frente a sus ojos con la imponencia que la caracterizaba, ni en sus más fantasiosos pensamientos se imaginó regresando a ese lugar, de forma instintiva jaló hacia abajo su vestido aguamarina, se trataba de un modelo ajustado al cuerpo que le llegaba a las rodillas, con escote jewel y con el fondo repleto de figuras geométricas que había acompañado con unos zapatos slingback color fucsia.

Dejo de mirar hacia arriba y finalmente se dirigió a la entrada, después de todo había hecho un largo camino para llegar hasta ahí, el impulso le había llegado de repente, una noche había conseguido dormir sólo para que el mugroso de Morfeo le enviará pesadillas, lo bueno de todo eso había sido que ese horrible sueño le había indicado que debía recoger todas las piezas del puzle y allí en Madrid estaban algunas de las que le faltaban.

De manera que sin más se había dirigido en la mañana buscando a alguno de los detectives que llevaban el caso de Jacob, les comentó que tenía que hacer un viaje a Madrid que no daba espera, su padre había solucionado el tema de la restricción que le habían puesto, sin embargo ella había querido ir a informarlo para que no pensaran que andaba huyendo del país, como si de verdad fuera una persona inocente, no sabía si ese acto la había hecho la más cínica de todas las cínicas, pero de todas maneras lo había hecho.

Al parecer que se mostrara tan colaboradora la hacía una persona confiable, por ello le habían dicho que no había problema con su salida del país siempre y cuando regresara a la mayor brevedad porque el caso seguía abierto, sólo que ahora tenían una decena de sospechosos por cuenta de todos los familiares de las mujeres desaparecidas. Había que abonarle a Thomas que sabía cómo cometer un crimen, ahora veía que no bromeaba con los temas de las cajuelas y por más retorcido que eso sonara Rebecca no se sentía temerosa a su lado.

Con el aval legal había comprado los tiquetes, metió ropa al azar en un par de maletas y tomó los guacales de Fabriccio y Marco Aurelio para introducirlos en estos, no sabía cuánto se iba a demorar en Madrid así que era mejor llevarlos con ella, además aún no había conseguido que estuvieran juntos en el mismo espacio, se suponía que el siguiente paso consistía en lograr que comieran juntos.

Sus estadías en los aeropuertos Dulles y Barajas había sido realmente toda una odisea, nunca se imaginó que cargar con dos valijas y dos gatos sería tan complicado, pero no era tanto como regresar a ese lugar, el guarda le pidió todos los documentos, al parecer el tiempo en que todos en KNC la conocían ya había pasado, porque nuevamente le estaban poniendo trabas para ingresar y en esa ocasión a diferencia de las anteriores, no tenía una cita con nadie allí, es más sabía por Thomas y Jullian que ni siquiera encontraría a Matt, sólo buscaba que por la intercepción de Zeus y Moiras aún trabajara Shannon allí y le diera el número telefónico de Matthew.

-¿Tiene cita?- Le preguntó plano el guardia y ahí estaba uno de sus mayores temores, no poder ver ni siquiera a Shannon.

-No, hace dos años trabajé para el canal y quería ver si había algo para mí- mintió- estuve este tiempo en el extranjero.

El guardia verificó por radio la información que ella acababa de suministrarle y cuando obtuvo la confirmación la dejó seguir, en la recepción de primer piso le dieron un pase de visitante con la cual pudo ingresar hasta el ascensor, siempre le había sorprendido todos los protocolos de seguridad de ese edificio, pero al menos podría subir al famoso piso 52 a ver si contaba con la suerte de que Shannon estuviera allí, sino le tocaría acudir a Danna y realmente no quería mucho eso, pero recordaba que Roberto era un conocido de Matthew y debía tener su número de contacto.

Al arribar finalmente al piso 52 sintió nerviosismo, volver allí no era tan fácil como parecía, el gran ventanal dejaba ver Madrid y Rebecca sin poder evitarlo miró de soslayo para finalmente centrar su atención en el escritorio de Shannon, quien afortunadamente estaba ahí sentada con su roja cabellera y una diadema de auriculares en sus orejas, respiró tranquila y se acercó a ella sonriente, la pelirroja también le devolvió la sonrisa con un entusiasmo un poco exagerado.

EL DÉCIMO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora