CAPÍTULO XLI

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Rebecca se sentó a orillas del malecón, las olas golpeaba y ella se perdía en su ir y venir pensando en todo lo ocurrido en esa mañana, lo que Jean Claude Keller había querido hacer al involucrarse con dos mafias era un misterio, si se acudía a las razones más obvias se podría pensar que quería más dinero, pero Rebecca no solía pensar en las razones más obvias, ella pensaba en los últimos movimientos del hombre, creía que enviar a Marie Keller a Canadá con otro nombre no había sido una decisión aleatoria.

Lo último que le había contado Marie Keller es que Jean Claude inició haciendo pequeños trabajos, tenía una relación con la matriarca del clan Mancini y eso lo hacía llevar una doble vida, haber hecho algo semejante hacía que ese hombre tuviese información no sólo de Vladimir Petrov sino también de los Mancini, debido a esa relación y su papel dentro de la organización Marie había recibido una oferta de la matriarca de los Mancini para ayudarle en su aprieto con Vladimir, sin embargo Marie la rechazó.

Eso hacía imperante para ellos tener esos documentos, cada día se convencía más que lo que guardaba era bastante, tanto como para que se estuvieran matando por la falsa Marie, no entendía de dónde había salido esa mujer, no podía negar que aunque estuviese siendo beneficioso para ellos en ese instante, lo sintiera como un arma de doble filo a largo plazo, porque indicaba que había una tercera persona interesada en acabar con todo, el asunto residía en entender qué ganaba esa persona con eso.

El viento mecía su cabello, ella se quitó los mechones que caían en su rostro y volvió a sentir ese dejo de frustración, porque aunque le había prometido a Thomas hacerse de esos documentos ella tampoco había podido hacerlo, pensar como Marie era algo que no conseguía, podía jurar que lo que fuera estaba a la vista, una mujer como ella haría eso, lo haría porque nadie se inclinaría por lo obvio, Marie era ese tipo de persona que dejaba lo importante en una mesa central de una sala de estar, pero ahí ya había mirado y no estaba, luego pensó en los cuadros, tampoco.

Finalmente Thomas le había confirmado que no estaba en la casa, ella ya lo sospechaba porque con todos los días que pasó con Anna allí jamás encontró nada, ni llaves, ni documentos, ni USB, nada y ahora en ese negocio tampoco parecía estar, no descartaba que la llevara en su cuerpo, como la misma Rebecca llevó consigo la USB de François y el botón del pánico a la vista de todos y sin levantar sospecha.

Pasó nuevamente la mano por su pelo retirando los mechones y sintió que una mano la ayudaba en su labor se volteó y notó que era François, su François.

-Hola... -Le dijo con la voz queda, él se sentó a su lado y le dio beso en sus labios.

-Hola -Él le rodeó su cintura con sus manos.

-¿Cómo me encontraste?- Volvió su vista al mar, se sentía triste, sentía que su única esperanza se iba con esa mujer y sus secretos, porque no era tonta, sabía que había cosas que tanto ella como Anna se guardaban.

-Sólo tuve que pensar como tú y terminé en el promenade buscándote, no fue difícil.-La acercó a él y la acunó-¿Qué sucede corazón?

-No pude conseguir lo que buscaba y no sé qué vamos a hacer sin eso, era la única salida que Thomas y yo veíamos de todo esto, ni siquiera quiero llegar a esa habitación y decirle que casi muere por nada y que yo tampoco pude.

-Amor ¿qué buscas?-Metió sus dedos en su cabello.

-Una llave, pero bien puede ser una USB o documentos en físico, no sé exactamente, sólo sé que en cuanto la vea sabré.-Rebecca suspiró.

-¿Quieres que te ayude?-Tomó su mano y la acarició.

Rebecca se volvió y lo miró, "no", era la primera palabra que se venía a su mente y más viendo como esa mujer había mirado su anillo, suspiró, a eso se refería Thomas cuando le decía que François la hacía débil, era verdad, porque si ella tuviera que prostituirse por conseguir esos documentos lo haría, sin embargo se negaba a que lo hiciera él y efectivamente ese pensamiento la alejaba de la mujer calculadora que era en muchos momentos, si era objetiva precisamente por la manera como miró su anillo esa mujer decía que François tenía un chance de manipularla, pero quizás necesitara manipularla brindándole lo que ella deseaba y eso era lo que Rebecca no quería.

EL DÉCIMO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora