CAPÍTULO XXVIII

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A pesar que se había acostado muy tarde por su conversación con François y su indecisión acerca de a qué lugar ir, ella se encontraba en la oficina de Matthew a las 7 en punto como él se lo había planteado el día anterior, jugueteaba con sus dedos mientras lo esperaba, no podía negar que se sentía nerviosa, porque ansiaba mucho conocer toda la verdad, ahora se le había vuelto un reto mayor, deseaba hundir a cualquiera que estuviera involucrado en todo eso, deseaba demostrar que sus conjeturas eran ciertas, después de todo si todos los caminos conducen a Roma al lugar al que se llega será efectivamente Roma y en este caso Roma era igual al apellido Keller.

En la noche había conseguido contarle a François lo que había ocurrido, él no se lo había tomado mal, la había entendido, incluso tampoco deseaba trabajar con Thomas, lo cual realmente era triste, considerando que Thomas era un hombre muy hábil en todo eso, pero cuando no se confiaba en alguien era complicado trabajar con esa persona, aún le costaba creer hasta dónde él se había rebajado por obtener los archivos de François, le costaba darse cuenta que para él todo ese tiempo ella había sido una mera herramienta para alcanzar sus fines, ella en cambio le había tenido afecto, había confiado en él, incluso más que en François.

Su juicio definitivamente necesitaba una revisión, ya no podía fiarse ni de sí misma, pero no quería pensar más en eso, era otro día y cada día sería uno menos para encontrar la verdad, esa era su motivación, aunque todavía se sintiera deprimida, ya al menos conseguía moverse y moverse ya era un avance, quizás su rumbo era dejarse arrastrar por la marea, que era todo ese lio en el que estaba involucrada, en algún momento llegaría a tocar tierra, por ahora había comprendido que luchar con las olas la agotaba más.

Pasaban las 7: 30 am cuando Matthew finalmente apareció, ella lo miró algo asombrada usualmente era un hombre puntual, no venía del ascensor, por tanto ya estaba en el lugar, aunque no en su oficina, él la miró y le asintió y ella sintió la necesidad de ponerse de pie, afortunadamente no había llegado a sacar su maleta del auto de François o habría tenido que volver con la ropa del día anterior, algo que le resultaba inadmisible sobre todo si tenía que verse con Matthew quien siempre iba tan pulcro con su vestimenta.

Ese día se sentía mucho más acorde a la situación, llevaba una de sus faldas de tubo por debajo de sus rodillas de un color rojo y una blusa negra con sus stilettos, también había por fin lavado su cabello, en definitiva cuando estaba deprimida descuidaba mucho su aspecto, pero al verse tan fachosa el día anterior, no le había gustado la sensación.

Una vez se puso de pie ambos se saludaron de manera cordial con un beso en la mejilla, como si fueran viejos amigos, algo que desde luego no eran, a pesar de su historia, él la tomó de gancho como solía hacer antes, eso la hizo fruncir el ceño un instante confusa, sin embargo Matthew no hizo una expresión de que eso fuera particularmente especial, sólo un gesto para guiarla a donde quería llevarla.

A diferencia de lo que ella pensaba no fueron a su oficina sino que bajaron por el ascensor un par de plantas más abajo, al abrirse las puertas de éste dio paso a un piso lleno de cubículos y de bullicio, el bullicio de un área creativa que Rebecca conocía muy bien, era el área de redacción, por eso no le extrañó ver gente de pie mirando a la nada, a veces escribir un buen articulo implicaba eso: perderte en tus ideas.

Matthew la llevó hasta uno de los cubículos y ella lo miró sin entender nada, él al ver su perplejidad le explicó:

-Aquí vas a trabajar.

-Pero... Yo ya tengo trabajo- Él se sonrió, afortunadamente no fue su endemoniada sonrisa ladeada, sino una normal, como la de cualquier mortal.

-No pensarás irte a Washington después del trato que fuiste a ofrecerme ayer. Ella pestañeó varias veces intentando procesar todo.

EL DÉCIMO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora