CAPÍTULO XXXIX

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Tan pronto como las puertas del ascensor se habían cerrado, Rebecca se recostó en la puerta de su habitación sintiendo el peso del mundo entero sobre sus hombros, había visto en la mirada de François la decepción, sabía que debía estar suponiendo esa actitud en ella como un nuevo rechazo, quizás asumiría que ella ya no lo quería, pero eso era mejor a verlo muerto por su causa, porque sería enteramente su culpa.

Había cometido tantos errores y sólo hasta ese momento podía verlo todo con perspectiva, ella era el gato que había sido burlado por el que consideraba era el ratón y luego demostró ser un león salvaje sin ningún tipo de escrúpulos, desde que se acercó a Thomas había empezado su plan, la había estado manipulando desde el principio y ella había caído presa en su juego macabro.

Se ganó su confianza sólo con el objetivo de mover los hilos como a él le diera la gana, aún no entendía cómo había conseguido manipularla a ese nivel y era algo que nunca se perdonaría porque los estaba poniendo a todos en riesgo y sobre todo a François, la persona que ella hizo a un lado sólo porque le expresó la desconfianza que le generaba un hombre como Thomas.

Rebecca tenía todos los motivos para haber desconfiado de Thomas, sabía mejor que nadie que su oscuridad no era algo que emanara, lo habitaba e incluso él lo disfrutaba, tan sólo se había obnubilado creyendo en una lealtad falsa, en una lealtad basada en la serie de ilegalidades que ambos habían hecho, se mordió el labio y notó que temblaba, se sentía tan abrumada con todo eso porque ya no sabía en quién podía confiar.

Pero lo cierto es que no podía dejar que Thomas lastimara tampoco a esa mujer, debía ser honesta con Matt algo que le costaba por su naturaleza mentirosa y embustera.

De forma lenta se encaminó al otro lado del pasillo y tocó la puerta, quien le abrió no fue él, sino Anna, al menos estaba bien y pensar que sólo por temor a que le pasase algo por su culpa había ido a ese lugar inmundo en el que se quedaba Thomas, sin saberlo le debía a esa mujer quitarse por completo la venda de sus ojos.

Anna la saludó animada:

-Querida es un placer verte.

Rebecca omitió los saludos, no estaba para fingir.

-¿Dónde está Matt?

-¡Oh!-Exclamó Anna decepcionada-Ya te anuncio.

Entró y luego quien salió fue él, Matt la miró curioso.

-¿Te pasa algo?- Preguntó él y ella asintió.

-Lo siento.

-¿Por qué?- Ella bajó su mirada, no sabía cómo decirlo.

-Por confiar en quien no debía.

-¿Qué pasó Rebecca?- Ella tragó saliva.

-Thomas está aquí- él soltó el aire.

-Te dije que no confió en ese sujeto.

-Lo sé.

-¿Entonces por qué le pediste que viniera? Ese sujeto no es de fiar.

-Lo sé...

-Pues entonces dime qué tienes en tu cabeza Rebecca.

-...Al parecer nada...

-¿Quieres ser más clara?

-Matt...-Bajó su cabeza tan avergonzada- Matt, Thomas y yo sabíamos de unos documentos que tiene Marie y...

-¿Y? -Ella se mojó los labios incómoda.

-Queríamos quitárselos.-Matt la miró incrédulo.

-¿De verdad Rebecca?- Expresó con un tono recriminatorio, ella no pudo decirle nada, entendía su molestia, porque ella misma sentía que habían abusado de su confianza.- ¿No vas a decir nada?

EL DÉCIMO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora