EL DÉCIMO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro3

CAPÍTULO VII

DICIEMBRE

Julieta reía aparentando estar ebria, mientras Bernard la sujetaba y metía la tarjeta de la suite, la última vez que había mirado el reloj de péndulo en el lobby del hotel, ese había dado las 12 campanadas, por lo que ahora mismo pasaba de la media noche, nunca se imaginó estar un primero de diciembre en la suite de un hotel 5 estrellas con un hombre que pretendía abusar de ella, porque podía llamarlo como quisiera, pero no era un acto consentido si la mujer estaba ebria y Bernard le había dado licor como para noquear a un caballo, sólo que afortunadamente como Thomas le había prometido sus tragos carecían de licor.

Hacía una hora lo había visto en el tocador de damas, le había explicado lo que pasaría los próximos 180 minutos: el viejo le daría más licor, cuando la viera realmente doblada la llevaría a la suite y empezaría desvestirla, ella tendría que portarse juguetona y obligarlo a beber el trago con la Ghb, sólo que todo ese tiempo tendría que estar en ropa interior y siendo muy asequible para ese repulsivo hombre, tendría que hacer eso mientras el efecto llegaba y a la mañana siguiente lucir desnuda en una cama, cuando Bernard saliera.

Bernard abrió la puerta y ella se tambaleó como lo hubiese hecho cualquier ebrio, él la sujetó de los codos, Rebecca miró la habitación, se suponía que Thomas ya estaba allí, en alguna parte, le habría gustado que le dejara cualquier señal suya para sentirse más segura, pero haber hecho eso habría despertado las sospechas del viejo.

Sin preámbulos la condujo por la suntuosa habitación obviando la sala de estar justo hasta el dormitorio y fue hasta el cierre lateral de su vestido y lo bajó, Rebecca rió, aunque lo que quería era salir corriendo de ahí, su vestido cayó a sus pies, lo miró un instante y dobló su pierna de forma intencional, Bernard la ayudó a levantarse y la miró de nuevo con una expresión lobuna, sin avísale le puso la mano en su trasero y lo apretó.

Ya estaba, ese era el momento de drogarlo, no quería que la tocase, miró al bar y recordó las palabras de Thomas "siempre bebe ron, de manera que abrirás el mini bar y tomarás la segunda botella", la segunda botella, se repitió ella. Hizo el gesto juguetón y se alejó corriendo hasta el mini bar, el viejo la siguió.

-¿Qué haces lindura?- Ella se sonrió y tomó la botella señalada y la bateó ligeramente.- ¡Oh conoces mis gustos!- Ella volvió a reírse como si disfrutara de eso, de estar semidesnuda con un hombre que le resultaba repugnante, le tendió una copa y él se la recibió bebiendo de ella, al tiempo que se quitaba su ropa, no había cosa más desagradable que la visión de ese viejo asqueroso desnudo, ni siquiera había tenido el tacto de quedarse con su tanga narizona, alguien debería decirle a ese sujeto que eso no era sexy, sino repulsivo.

Él la atrajo hacía él y empezó a besarle el cuello, Rebecca cerró los ojos conteniendo sus ganas de vomitar y eso que no se había tomado un sorbo de alcohol en toda la noche, quizás debió tomarse alguno para poder a hacer eso menos obvio. Bernard volvió a agarrarle el trasero con sus dos manos, al parecer estaba fascinado con esa parte de su anatomía.

Sin darle aviso la arrojó sobre la cama y luego se puso sobre ella restregándole su erección en sus muslos ¡Zeus! Para estar drogado ese hombre parecía muy vital, ella miró angustiada al techo, considerando si Thomas la había timado, no podía hacerle eso ¿o sí? Ella suspiró y Bernard tomó eso como un gesto de placer, pues le abrió sus piernas con su rodilla, ella lo tomó por sus hombros y lo alejó, él se aterró, pero entonces ella lo lanzó a la cama y se subió sobre él.

-Ah te gusta encima muñeca.- Expresó con voz ronca el viejo, ella lo miró pero no dijo nada, movió levemente sus caderas frotando la erección del cerdo y fue en ese instante cuando notó que el maldito se quedaba dormido, se levantó presurosa de ahí buscando a Thomas, lo encontró en baño, ella suspiró y le pegó un pegó un puño en el pecho.