Capítulo tres.

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Luego de perderme y vagar por el bosque lo que se me hizo una eternidad, al fin logré llegar a la manada, ya que la mansión de los Alphas y la cabaña de los Betas se encontraban un poco apartadas de la manada en sí. Salí de entre los árboles y caminé cabizbaja entre las criaturas, intentando que nadie me reconociera, al final llegué a un puesto donde preparaban comida de todo tipo y miré entre babeante y anhelante un plato de carne y pasta.

— ¿En qué puedo ayudarte?—Preguntó una amable mujer apareciendo frente a mí con una sonrisa, la cual hacía ver más atroz la cicatriz que recorría todo su rostro.

Oh, mierda, yo la cacé.

—En nada, ya me iba. —Dije con voz ronca y le di la espalda, queriendo evitarme problemas.

—Espera, ¿eres nueva?—Preguntó posando una mano en mi hombro, me tensé y asentí. —Oh, debes estar hambrienta. —No contesté ni me volví. —Toma, puedes comer esto si te apetece. —Dijo tendiéndome el plato de carne y pasta, mi estómago gruñó con fuerza.

—No tengo cómo pagarle. —Dije en voz baja mientras me giraba hacia ella, sin revelar del todo mi rostro, oculto detrás de mi oscuro cabello.

—No hace falta, aquí todos somos una familia. —Sonrió abiertamente, algo dentro de mi colapsó ante ese gesto, por lo que, sin decir nada, me alejé a grandes pasos de la mujer, con la respiración agitada.

Ellos me habían quitado a mi familia, gracias a ellos soy lo que soy ahora, así que debo comenzar a buscar una forma de escapar y luego volver para acabar con sus miserables vidas.

— ¡Hey, cuidado!—Exclamó un hombre de gran altura cuando choqué accidentalmente con él.

—Lo lamento. —Dije rodeándolo e intentando alejarme de él.

—Espera. —Me tomó del brazo y escrutó mi rostro unos segundos, al reconocerme abrió desmesuradamente los ojos y me empujó, tirándome en el barro. — ¡Cazadora!—Gritó a voz de cuello mientras desenvainaba un cuchillo de caza, hice una mueca desde mi posición.

Casi al instante estuve rodeada por cinco licántropos y dos vampiresas mientras que las personas a nuestro alrededor se congregaban en círculo para ver mejor y evitar que escapara. Maldije en voz baja, acuclillándome sobre el barro y saqué mi arma, lo hice girar entre mis dedos y luego lo sostuve con fuerza.

—Yo quiero los ojos. —Gruñó uno de los licántropos mostrándome sus caninos.

—Entonces ven por ellos. —Lo provoqué con una sonrisa ladina, tensando los músculos desde mi posición defensiva, él se abalanzó sobre mí.

Intercepté su ataque con mi rodilla, lancé un puñetazo a su rostro, sacándole uno de los caninos, y después clavé el cuchillo hasta el mango en su cuello, lo saqué con rapidez y me incorporé, a tiempo de esquivar el ataque de una de las vampiresas. La tomé por el rubio cabello y guie su cabeza hacia mi rodilla, donde estrellé esta contra su nariz con fuerza sobrenatural, hundiéndola y acabando con su vida rápidamente. Escuché a su par sisear y pronto la tuve sobre mí, la abofeteé y luego enterré el cuchillo entre sus costillas, perforándole un pulmón, gritó, ahogándose con su sangre, y volví a la carga, esta vez atravesando su corazón.

Mientras intentaba sacar el cuchillo de la caja torácica de la vampiresa alguien me atacó por detrás, golpeando brutalmente mi espalda, por ende, las heridas frescas en ella, gemí de dolor mientras caía sobre mis rodillas antes de girar sobre mí misma y darle una patada en la entrepierna al causante de semejante dolor, aulló de dolor. Sentí un repentino y doloroso tirón de cabello, gruñí una maldición entre dientes mientras el hombre me levantaba sin soltar mi cabello, quien prácticamente rugió en mi oído y clavó sus garras en mi espalda. Grité con fuerza.

Me enfurecí al ver su sonrisa satisfactoria, a lo que tomé su cabeza entre mis manos, ejerciendo presión, y partí su cráneo, ensuciándome con su sangre y sesos al instante mientras caíamos sobre las vampiresas.

Miré a mis tres oponentes faltantes y por fin logré sacar el cuchillo del cuerpo de la vampiresa, sonreí triunfal y les hice un gesto con los dedos para instarlos a atacarme, cosa que funcionó con dos de ellos. La licántropo se abalanzó sobre mí, rugiendo furiosamente, puse los ojos en blanco y lancé el cuchillo hacia su pecho, dando en blanco, ella cayó sobre su espalda debido al impacto y murió segundos después.

El penúltimo licántropo aún estaba de pie, quien me miró asustado y pidió clemencia a gritos, me acerqué con rapidez a él, formé un puño con mi mano y atravesé su pecho en él hasta llegar al corazón, lo miré a los ojos y comencé a arrancar su corazón de los ligamentos que lo unían al cuerpo, sin apartar ni un segundo la mirada de la suya, disfrutando del momento exacto en que la vida abandonaba dichos ojos.

La muchedumbre que nos rodeaba, la cual instantes atrás había estado gritando a favor de mis contrincantes, quedó en silencio sepulcral, mirándome aterrados, solté una carcajada y lancé el corazón a la mujer que me ofreció comida minutos atrás, ella chilló de horror y corrió lejos del órgano extirpado.

— ¡Papá!—El grito de dos infantes despertó a los presentes, y todos se tensaron al verlos acercarse a mí y a su presunto padre. Ay, carajo.

— ¿Papi?—Una niña con rizos del color del chocolate miró al cadáver que ahora era padre temerosa, para luego echarse a llorar al ver la sangre que manaba de la herida. — ¡Papi!

Miré inexpresiva a los niños que lloraban sobre el pecho ensangrentado de su padre y caminé a mi último oponente, quien era el hombre que había avisado de mi identidad, en el camino hasta él recogí el corazón del padre y jugueteé con él hasta llegar a su altura.

—Eso es lo que pasa cuando alguien no puede mantener la boca cerrada.-Susurré en su oído, dejando el corazón entre sus manos. —Piensa mejor la próxima vez que vayas a meterte conmigo.

Me abrí paso entre la multitud y, para mi mala suerte, me topé con un furioso Cedric al final de toda esta, lo miré alzando una ceja y él solo se dedicó a ordenarle a los guardias que me llevaran a su mansión.

En menos de cinco minutos me encontraba encadenada a la pared, con el pecho desnudo, siendo azotada con el látigo oscuro sin piedad. Incluso cuando ya no podía mantener los ojos abiertos y las prendas de ropa se había desgarrado después de tantos azotes, el Alpha no se detuvo, mostrando la misma piedad que tuve durante la pelea entre sus licántropos.

— ¡Cedric!—El grito horrorizado de Aurora hizo que él se detuviera y yo abriera trabajosamente los ojos. — ¡¿Qué has hecho?!—Chilló corriendo como pudo hacia mí, fruncí el ceño, extrañada, y dirigí mi atención a mi pecho, jadeé al verlo en carne viva.

—Mató a Roddick, le arrancó el corazón frente a sus hijos. No podía salir impune.

—Ellos me atacaron primero, yo no había hecho nada y me atacaron. —Susurré mirándolo con odio.

— ¿Por qué debería creerte?

—Solo te estoy diciendo la puta verdad, tú decides si me crees o no. —Gemí cuando Aurora me desencadenó y me ayudó a caminar, claro que todo mi peso estaba sobre ella y su vientre. —Déjame, hacer esfuerzo te hace mal.

—Estaré bien.

—No, no lo harás, no pongas a tu hija en riesgo por mi.-Dije alejándome de ella.

Claro que en el momento en el que mi cuerpo dejó de tener a alguien en quien sostenerse cayó al suelo con un golpe sordo. Gruñí e intenté levantarme, pero no lo logré, mi cuerpo no me respondía, estaba agotado.

—Maldición. —Murmuré y el Alpha me tomó en brazos a regañadientes.

—Te llevaré a la cabaña. —Dijo cuando lo miré con los ojos entrecerrados, desconfiada.

—De acuerdo, solo no me mires. —Me miró confundido a lo que yo lo fulminé con la mirada. — ¡No mires! —Exclamé, cubriendo mi torso desnudo y ensangrentado.

—No tienes nada que mi Luna no tenga.

—Perfecto, así me evito de problemas.-Dije poniendo los ojos en blanco antes de perder el conocimiento debido a la pérdida de sangre y lo agotada que estaba.

Cazadora: Licántropos y VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora